Elecciones

Una chilena en España: “Estamos muy contentos aquí. Voy y vengo en transporte público sin miedo”

El voto femenino vuelve a ser decisivo en una segunda vuelta marcada por la inseguridad y el desencanto social. "El problema es tan grande que nadie lo solucionará"

Camila y su hermana Francisca

Chile vuelve a las urnas este domingo con una sensación parecida a la que tuvieron hace apenas un mes. La primera vuelta dejó un escenario polarizado, con Jeannette Jara, candidata de la izquierda, y José Antonio Kast, líder de la derecha dura, como finalistas. Dos proyectos antagónicos para un país que, más allá de los programas electorales, arrastra una profunda fatiga social que no se ha conseguido calmar desde el estallido social de 2019. Y en medio de ese desgaste, el voto femenino vuelve a ocupar un lugar central: decisivo en lo numérico y especialmente sensible a los problemas que hoy definen la vida cotidiana.

Camila Toro, de 35 años, lo explica desde Madrid, donde vive desde hace casi tres años. Es chilena, diseñadora de moda, madre de una niña, y forma parte de esa diáspora creciente que observa el proceso electoral con una mezcla de distancia y duda. “Vinimos por un tema de seguridad. Los robos en Chile eran cada vez más violentos… Nosotros ya no salíamos ni nos juntábamos con amigos, porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar yéndonos de vuelta a casa”, relata en conversación con este periódico.

Camila y su hermana Francisca

Su historia sirve para trazar una radiografía compartida por muchas mujeres chilenas, dentro y fuera del país. La inseguridad se ha convertido en el principal factor de descomposición del día a día, por delante incluso de la economía. “Por más que uno económicamente esté bien, la seguridad es algo primordial para vivir en paz”, insiste Camila. En su caso, la decisión fue definitiva: “Si Chile hubiera estado bien nosotros jamás hubiéramos tenido la necesidad de venirnos aquí”.

La preocupación no es nueva, pero sí más intensa. Delincuencia, violencia en las calles, miedo al volver a casa. Un cóctel que afecta -y no sólo en Chile- especialmente a las mujeres. “La gente ya no quiere salir a la calle y vive con miedo. Los restaurantes ya no abren por las noches… pides comida a domicilio, por ejemplo”, cuenta.

Chile se divide en dos

Ese desencanto atraviesa la campaña. Jeannette Jara, exministra de Trabajo, encarna la continuidad de un espacio político que ha gobernado en los últimos años y que defiende un Estado más presente, políticas sociales y reformas estructurales. Kast, en cambio, ofrece una respuesta de orden y mano dura, con un discurso centrado en seguridad, control migratorio y autoridad. Ambos despiertan desconfianza en el electorado. Si a Jara le persigue su militancia comunista, a Kast se le recuerda por tontear e idealizar los tiempos de Pinochet.

Camila lo reconoce sin rodeos. “Como llevamos tanto tiempo hacia la izquierda, la gente, o al menos eso creo yo, quiere algo un poco más radical. Yo creo que ganará Kast. Tiene una mentalidad mucho más estricta, que quizás es lo que necesita Chile en este momento”. No es una adhesión plena, sino una constatación del clima social. Aun así, no idealiza ninguna salida. “El problema es tan grande que yo creo que nadie lo solucionará”, advierte. Y apunta a una de las claves del debate: “Si el candidato que gane no tiene un proyecto de continuidad a largo plazo no le veo una solución”.

Esa falta de horizonte es la que explica, en parte, la desmovilización. El voto es obligatorio, pero la esperanza no. Muchas mujeres acudirán a las urnas sin convicción, empujadas por el deber más que por la ilusión. Otras, como Camila, dudan desde fuera. “Yo siempre he pensado que la gente que vive en el extranjero no debería votar porque ya no vive allí”, confiesa. Pero el vínculo no se rompe del todo. “Está mi familia. Solo vivimos aquí mi hermana y yo”.

El dilema se hace más íntimo cuando entra en juego la responsabilidad. “Me dan ganas de ir a votar, es verdad, pero no lo tengo claro”, admite. Su marido insiste. “Considera que somos parte precisamente de eso. Nos vinimos también por los problemas que atravesaba Chile y debemos contribuir a que nuestro país mejore”. La decisión, la misma mañana en la que se celebra la cita electoral, sigue abierta. “Todavía no he tomado la decisión de si ir o no a votar”.

Camila y su marido Gonzalo

Desde España, la comparación es inevitable. “Estamos muy contentos aquí. Voy y vengo en transporte público sin miedo y mi hija estudia a diez minutos de casa”, dice. Reconoce el esfuerzo, pero también el alivio. “Nunca he trabajado tanto como aquí, pero vale la pena”. Y resume su experiencia con una frase que contrasta con el clima que describe de su país: “Solo tengo palabras de agradecimiento para España que nos ha recibido muy bien”, sentencia.

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