No sé si alguna vez oíste hablar de ellas, son las atmósferas explosivas. A menudo se forman en lugares donde hay industria que maneja productos potencialmente inflamables, aunque también pueden existir en las minas e incluso en el ámbito doméstico.
Una atmósfera explosiva no es más que una mezcla de sustancias inflamables con el aire que, al ser expuesta a una fuente de ignición, produce una combustión que se propaga, es decir, una explosión, como ya indicaba su propio nombre. En términos técnicos se conocen como ATEX, esa es su abreviatura, y las sustancias inflamables que las componen pueden ser gases, vapores, nieblas o incluso polvos. Se podría decir que una ATEX no es ni más ni menos que una zona en la que existe riesgo de explosión. ¿Y qué puede causar la explosión? Pues a veces, es simplemente el oxígeno que hay en el aire el que la produce.
Este tipo de atmósferas son controladas por especialistas que evalúan los riesgos y clasifican las zonas en función del riesgo existente. Además, estos técnicos especializados diseñan medidas de protección para prevenir, primero, que se pueda formar una atmósfera explosiva, y segundo, poder minimizar las consecuencias en caso de que se formen e incluso haya una explosión. Lo que tienen las atmósferas explosivas es que en manos de técnicos especialistas son controlables, todo lo contrario de lo que sucede cuando hay personas de por medio.
Porque, ay la variable “persona”, ¡qué incontrolable es! Y es que, por ejemplo, uno no puede saber cuándo está hablando con otra persona, si está siendo grabado, y dependiendo de lo que se esté hablando y lo que uno tenga entre manos, esa grabación termina siendo material inflamable, aunque no sea un gas, un vapor o polvo en suspensión. Y si eres político o formas parte del gobierno, qué te cuento.
Porque sin personas de por medio, cuando tienes otro tipo de variables, estudias la situación, haces experimentos para reproducir situaciones posibles que pueden ocurrir, controlas una u otra variable para ver los posibles efectos. El método científico, vamos. Pero con las personas esto es imposible.
A todos nos pasa en la vida. Aquellos que uno cree que darían todo para venir en nuestro auxilio, son los primeros que desaparecen, y nos encontramos con la mano amiga de aquellos otros que nunca imaginamos estarían de nuestro lado. Lo canta Viva Suecia: “Hay más enemigos en la piel de los testigos que entre aquellos que juraban contra ti”. Los humanos no somos variables que pueden ser controladas. Nunca sabes qué te puedes encontrar. Pasa en las relaciones de amor, pasa en las familias, pasa con los amigos, pasa en la política, sobre todo, pasa en la política. Y por eso uno se encuentra de golpe con una atmósfera a punto de estallar cuando en realidad creía que estaba controlada.
“Estamos condenados a ser libres”, escribió Jean Paul Sartre. Nada determina las decisiones humanas, en cualquier momento, en cualquier situación, uno tiene la posibilidad de elegir qué hacer. Y esa es la mayor bendición o el mayor peligro, que nada es predecible, que nada es controlable.
Por eso aparecen grabaciones que uno no esperaba que le hubieran hecho y se escuchan en todos los medios de comunicación, quién lo iba a suponer, que precisamente esa persona era la que te iba a grabar.
Y quién iba a suponer que toda España oiría un audio donde se habla de mujeres como si fueran mercancía que se reparten, esta para ti, esta para mí, ¿o prefieres a la otra? Y en las grabaciones se habla de dinero, tú te quedas 10, que yo me quedo 50 de la pasta de aquel otro proyecto. Y siguen saliendo audios. Y nadie sabe, o quizá alguien sí lo sabe, pero no lo dice, lo que queda por salir.
Y los demás, a mitad de camino entre la perplejidad y el vómito, pensando qué más nos encontraremos, esta tarde o mañana, viendo cómo se carga el aire. Más gases inflamables para el ambiente. Una atmósfera explosiva en toda regla sin la posibilidad de que llegue un técnico especialista y pueda evitar la explosión.
Porque la explosión termina sucediendo, sólo es cuestión de tiempo. Falta por saber cuándo llega, qué se lleva por delante y qué quedará después.