Opinión

Ritos de paso

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Estamos en época de graduaciones. Desde hace varias semanas, cada viernes (no sé por qué, suele ser este día) se celebra este rito de paso donde niños, adolescentes o jóvenes dan la bienvenida a una nueva etapa en su vida, rodeados de su familia y de las personas que los han acompañado en su etapa anterior, es decir, sus profesores y compañeros.

Cuando yo iba al colegio no había ninguna ceremonia de graduación entre las distintas etapas, ni entre EGB y BUP, ni entre BUP y COU. Tampoco tuve ningún evento de este tipo cuando terminé el colegio y me estaba esperando la universidad y, por supuesto, no tuve ceremonia de graduación cuando terminé mi licenciatura.

Unas semanas después de realizar el último examen en la facultad me acerqué, al igual que mis compañeros, a secretaria y pedí la papeleta con la nota. La recogí, y al salir por la puerta fui consciente de que había terminado esa etapa de mi vida. Y es que, en aquella época, cuando recogías tu último aprobado (o notable o sobresaliente o lo que fuera), dabas por terminados tus estudios universitarios, al menos en la mayoría de las universidades. Ni graduación ni fiesta ni nada de lo que ahora es, ya no diría habitual, sino casi obligatorio. Y es que no hay colegio o universidad que no celebre estos acontecimientos, habiendo llegado incluso estas celebraciones a las guarderías. Y es que las graduaciones han venido para quedarse como nuevos ritos de paso en nuestro país.

En todas las culturas, desde la antigüedad, y en todas las religiones los ritos de paso sirven para marcar las transiciones que suponen un antes y un después en nuestras vidas. Momentos en que uno comienza un nuevo camino, desconocido, al que a menudo se asoma con vértigo. A veces no tienes ni idea de qué va a ser de tu vida, lo único que sabes es que lo queda atrás, lo conocido, no volverá.

El viernes pasado yo asistía a una graduación. Sonaba en mi cabeza un estribillo de una canción de El último de la fila, la letra dice así: «que los días se van, río son». Creo que me vino, de repente, porque era este grupo el que escuchábamos cada día cuando íbamos a tomar café en nuestro primer año de facultad. No me preguntes por qué, siempre estaba sonando este grupo. Y no era esta canción la que sonaba, pero da igual. Para mí este grupo es siempre el recuerdo de mi primer año en la universidad. El tiempo ha volado desde aquellas mañanas, pero el viernes, en la graduación, observando a todos aquellos chicos, y a pesar de todo lo vivido, volví a sentirme como aquella chica que era yo en la universidad.

Ritos de paso. La vida está llena de ritos de paso. Nuestras vidas se nutren de ellos. Supongo que es la manera en que los hombres buscamos darle sentido a todo lo que vamos viviendo, a todo lo que va aconteciendo.

Yo no tuve graduación propia, pero en cuantas bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños, bodas de plata, de oro, o incluso funerales he estado. Incontables. Momentos que nos recuerdan que todo pasa, y que no hay vuelta atrás. Momentos en que socializamos precisamente esto, que no hay vuelta atrás. Que vamos pasando etapas hasta que llega el final.

La vida es una calle de sentido único, escribió Agatha Christie. Y son estas celebraciones, aparte de un recordatorio de que todo va pasando, una forma de ir celebrando la vida. Si no somos capaces de celebrarla cada día, al menos la festejamos en estos acontecimientos. Porque puede parecer increíble, pero incluso en los peores momentos queremos seguir honrando la vida y celebrar que estamos vivos y seguimos acumulando kilómetros en nuestro camino.

A muchas personas le horrorizan estas celebraciones, estos ritos de paso. A mí me encantan. Son el testimonio de que seguimos vivos y con ganas de seguir viviendo. A ver si llego a la próxima etapa. Son muchas las personas que no tienen la oportunidad de celebrarlo. Son muchas otras las que ni siquiera llegan a las distintas etapas.

El viernes pasado veía como entre risas un montón de veinteañeros celebraban que terminaban la universidad. Yo los miraba con ternura. Hace nada estaba yo ahí, justo en ese lugar, llena de incógnitas y vacía de certezas, como supongo que estarían muchos de ellos.

Bienvenidos ritos de paso, bienvenida ausencia de certeza. Ya lo dijo Alejandro Dumas, «la vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta». Ritos de paso, agujeros por donde entra la luz de ese futuro por descubrir que se convertirá en nada en pasado. Y qué suerte poder descubrirlo.

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