Como era de esperar, ha llegado septiembre. De hecho, lo contrario hubiera sido algo más que una sorpresa para todos. ¿Te imaginas la noticia? «Terminó agosto, pero septiembre aún no ha llegado…» Pero no, esto no ha sucedido.
Como cada año, ha llegado septiembre y, para bien y para mal, cada ciudad, cada población, cada lugar, empieza a recuperar sus rutinas habituales, las que no pertenecen al verano. Los lugares con playa ven como los arenales se van vaciando, aunque no sea de golpe y siga habiendo bañistas y paseantes, eso sí, nada que ver con lo que había hace tan sólo un par de semanas.
Las calles de las ciudades, que vieron como los coches iniciaban un éxodo hacia lugares vacacionales, no solo vuelven a acogerlos y los observan transitando de nuevo por ellas, sino que los ven también dormir durante las noches aparcados en aquellos lugares que parecían deshabitados hace apenas unas semanas.
En las madrugadas de muchos hogares suena el despertador, en algunos cuando todavía es noche cerrada. Y aun siendo noche cerrada, en las aceras ya se pueden ver personas caminando, o en las paradas de los autobuses.
En las oficinas casi todo el mundo está también de vuelta. Y los colegios y las universidades se preparan para volver a ver cómo, en breve, en unos días, se llenan sus pasillos, sus aulas y las escaleras, de gritos, de risas, de carreras.
Han vuelto los programas de radio y de televisión que durante un mes habían dejado de acompañarnos y regresan las noticias y los temas que parecieron quedar en suspenso a finales de julio para tomar protagonismo junto a los temas recurrentes de cada año por estas fechas: la vuelta al cole, el precio de las cosas, los mismos escenarios políticos que algunas personas esperaban no volver a encontrarse, la depresión con la que muchos vuelven de sus viajes.
En apenas dos semanas ha cambiado también el tiempo, y por las mañanas ya es necesaria una chaqueta en lugares donde hasta hace unos días no era necesaria. Nos han contado que hay dos otoños, y uno de ellos, el meteorológico, ha llegado de la mano de septiembre. Ya sabes, no olvides la chaqueta para las mañanas.
Nada ha cambiado
Un año más, septiembre ha venido a buscarnos, y la sensación para muchas personas es que nada ha cambiado, que es un septiembre como otro cualquiera, otro año más. Un septiembre que tiene como obligación devolvernos a nuestro mundo de siempre, a nuestras rutinas, las de antes de las vacaciones, las vidas cotidianas que nos estaban esperando, como cada año. Como una madre que recoge a su hijo en una fiesta de cumpleaños para llevarlo de vuelta a casa.
Canta Santi Balmes en Contraespionaje que septiembre vendrá a buscarle y aún no sabe la lección. Ignoro qué lecciones debemos aprender cada año antes de que llegue septiembre y me da igual. Septiembre ha venido a buscarnos, yo ya le di mi mano y dejo que me lleve. Me gusta su calidez y me gusta donde me acerca, a mi estación favorita del año, el otoño, que, como nos contó Ángel González en su poema, se acerca con muy poco ruido.
De la mano de septiembre
Me gusta septiembre y la luz que nos regala. Y es que para mí septiembre tiene una luz especial, una luz que parece querer decirnos que de nuevo el verano se va, que aprovechemos estos últimos días, si es lo que queremos, antes de que el otoño se instale definitivamente. Porque ha llegado el final del verano, que es algo más que el fin del calor.
El verano, para muchos, es un estado de ánimo y les cuesta despedirse de él incluso cuando el calor les ha resultado insoportable. Septiembre les parece un mes cruel, algo a lo que sobreponerse hasta recuperar la vida anterior, pero a mí me parece que septiembre se encarga de dulcificar la transición. No os preocupéis, parece decirnos, coged mi mano y os llevaré sin prisa al otoño.
Todavía tendremos días de calor, nos sigue diciendo septiembre, pero poco a poco nos iremos adentrando de nuevo en la vida que dejasteis atrás. Aunque, si no queréis volver a ella, también es el momento para inventaros una nueva, o empezar a intentarlo.