Con la llegada del otoño, el aire se impregna del inconfundible aroma de las castañas asadas. Este fruto, protagonista indiscutible de las celebraciones del magosto en muchas regiones de España, no solo evoca recuerdos de infancia y tradición, sino que además se ha ganado un lugar privilegiado entre los superalimentos de temporada.
A diferencia de otros frutos secos, la castaña destaca por su bajo contenido en grasa y su alto aporte de vitamina C, convirtiéndose en una opción saludable y reconfortante para los meses fríos.
Un fruto seco… que casi no lo es
Aunque popularmente se incluye dentro del grupo de los frutos secos, la castaña presenta una composición muy distinta. Mientras las nueces, almendras o avellanas son ricas en aceites y grasas saludables, la castaña contiene apenas un 2% de grasa, una cifra sorprendentemente baja. Su valor energético también es menor: alrededor de 190 calorías por cada 100 gramos, frente a las más de 500 que aportan otros frutos secos.
Esta característica hace que las castañas sean ideales para dietas equilibradas y de control de peso, ya que proporcionan saciedad sin un exceso calórico. Además, son ricas en hidratos de carbono complejos, especialmente almidón, lo que las convierte en una excelente fuente de energía sostenida, perfecta para los días fríos o para quienes practican ejercicio físico.
Una joya nutricional con sabor a otoño
Uno de los aspectos más sorprendentes de la castaña es su contenido en vitamina C, una rareza dentro del grupo de los frutos secos. En 100 gramos de producto fresco se pueden encontrar hasta 40 mg de esta vitamina, una cantidad comparable a la de algunos cítricos. Este nutriente no solo refuerza el sistema inmunitario, sino que también actúa como antioxidante, ayudando a proteger las células frente al envejecimiento y fortaleciendo la piel, los huesos y las encías.
Pero la lista de beneficios no termina ahí. Las castañas aportan fibra, que favorece el tránsito intestinal y ayuda a regular los niveles de colesterol, así como minerales esenciales como el potasio, el magnesio y el hierro. Además, no contienen gluten, lo que las convierte en una alternativa natural y nutritiva para personas celíacas.
El magosto: una fiesta de fuego, humo y tradición
En regiones como Galicia, León, Zamora, Asturias o el norte de Portugal, el magosto marca el inicio de la temporada de castañas. Se celebra entre finales de octubre y mediados de noviembre, coincidiendo con el Día de Todos los Santos y la recogida del fruto. Las calles y plazas se llenan de hogueras donde las castañas se asan lentamente al calor de las brasas, acompañadas de vino nuevo y música popular.
Más allá de la celebración gastronómica, el magosto tiene un profundo significado cultural. Es una fiesta de encuentro y gratitud, en la que se honra la cosecha y se comparte con familiares y amigos. El olor a castaña asada es el perfume del otoño, símbolo de hogar y tradición.
Cómo disfrutar de las castañas en casa
Además de asadas, las castañas pueden prepararse de muchas maneras. Hervidas, al horno, en puré o incluso como ingrediente de cremas, sopas y postres, su sabor dulce y terroso combina tanto con platos salados como dulces. También se pueden conservar en almíbar o convertir en harina de castaña, muy utilizada en la repostería gallega y en recetas sin gluten.
Un truco importante: antes de asarlas, es necesario hacerles un pequeño corte en la piel para evitar que exploten con el calor. Una vez cocidas, conviene pelarlas en caliente para retirar fácilmente la cáscara y la piel interior.
Un superalimento con historia
La castaña, antaño considerada “el pan de los pobres”, fue durante siglos un alimento básico en muchas zonas rurales de Europa. Hoy, su valor nutricional y su versatilidad la han devuelto al centro de la mesa, no solo como un símbolo de otoño, sino como un superalimento natural, sostenible y delicioso.


