El sanchismo ya es un virus que se expande y va dejando marcados a todos los que han formado parte de él. El coctel mortífero de hipocresía, oportunismo y culto a un mesías sin más reaños que la mentira ha traído consigo esta cosecha de marrones imposibles de gestionar. Porque el sanchismo, aunque germinara como una planta venenosa dentro del PSOE, nunca pretendió ser el PSOE. El sanchismo, y todos los que lo conforman, han actuado siempre por y para el interés de Pedro Sánchez, que será, llegado el caso, el principal culpable del estrepitoso descenso a los infiernos de una formación que siempre tuvo vocación de aglutinar mayorías y que, durante este periodo de oscuridad y geometría trilera, ha degenerado en una suerte de cajón de sastre en el que han habitado extorsionadores profesionales, mafiosos de chichinabo y mediocres sin más vocación que una ambición desmesurada.
El sanchismo, que fue el trampolín que aupó a tantos indocumentados y la percha en la que colgaron la reputación algunas personas que hicieron méritos fuera de este geiser de sinrazón, ahora es una pira en la que, unos y otros, van a ir viendo como arden sus futuros. Porque del sanchismo, como de todas las sectas, solo se puede salir o humillado por los tuyos, como ese Juan Lobato, que demostró ser el más listo, o achicharrado, como tantos que ahora sienten el calor de la brasa cerca de ellos. Y no, no hay extintores ni bomberos ni refugios preparados. No hay capacidad de salvar ningunos muebles, porque el fin del sanchismo, esa ideología paralela, vacía de cualquier contenido honorable, no es otro que la supervivencia de un hombre cuya habilidad más reseñable, aparte de su capacidad de aguante y su nula aprensión al sonrojo, ha sido embaucar a un ejército de mercenarios que, conscientes o no, han muerto y morirán civilmente por él.
Es cierto que otras veces se ha enterrado al sanchismo antes de tiempo, que la leyenda de indestructible y el relato de epicidad ha calado en la sociedad. Pero esta vez es distinto, porque hay un elemento más, un pasito adelante en el conocimiento de la perversión. Ahora, a finales de 2025, siete años después del comienzo de este thriller, estamos teniendo acceso a la trastienda de la organización que movió los hilos, del núcleo de usureros que hicieron y deshicieron desde la tramoya para que el guapo pudiera figurar. Hasta este momento, el gran público solo era consciente de lo que se veía a simple vista, de lo que se mostraba, pero no se apreciaban las sombras, no había un foco que iluminara la sala de máquinas que suministraba gasolina a un organismo corrupto hasta el tuétano, que sobrevivía a base del petróleo de la incongruencia y que en la intimidad de la guarida se dedicaba a descojonarse y desvirtuar todo aquello que la formación a la que pertenecían pregonaba y profetizaba desde los atriles de una maltrecha superioridad moral.
El sanchismo consiguió rearmarse de la última gran embestida bajo la argucia de los cambios de opinión. Aquella matraca de hacer de la necesidad virtud, los sabios rectifican y toda esa palabrería pomposa de la que se sirvieron para prostituir sus líneas rojas. No obstante, ahora la película es distinta. No existe marco discursivo alguno que pueda cobijar y desinfectar el nido de traiciones a un electorado que ya había tragado con demasiados sapos como para ahora tener también que engullir la indigerible realidad de que todo, hasta los valores más básicos y esenciales de la izquierda, habían sido pisoteados desde el principio.
Ya no es solo la corrupción sistemática que ha hecho que los que mandaban den con sus huesos en el talego, tampoco siquiera es la ironía de apoyar a un ‘gobierno de progreso’ estancado en chantajes y egoísmos nacionalistas que no ha conquistado más que miseria e impotencia, división y crispación, es que de repente se ha constatado que esa fachada con la que se habían revestido, esa coartada que habían usado como premisa para no poner a la democracia en marcha y sacarla de su letargo no era otra cosa que una filfa, un chiste de mal gusto.
A ver ahora cómo van a volver a usar a la mujer y sus derechos si en el seno del partido, en las más altas instancias de la organización, se pasearon machistas y puteros con total libertad y fueron encubiertos por mujeres como Pilar Bernabé, María Jesús Montero o Pilar Alegría porque aquellos tipos podían ser machistas y puteros, pero por encima de todo eran personas útiles para Pedro Sánchez. Pocas cosas explican mejor lo que es el sanchismo. Hacer un pilar de algo que luego se pasarán por el forro si su defensa perjudica el interés de Sánchez. Y así con todo. De la trastienda del sanchismo están empezando a salir todas las pelusas escondidas durante estos años debajo de la alfombra mientras se pontificaba y se perseguía a fantasmas. Cuando la realidad es que todos los espectros malvados que ellos decían estar combatiendo andaban moviendo los hilos, tocándose la entrepierna y contando jurdores. El sanchismo es una gran ironía que acabará como una mala tragedia. Ya no hay tiempo para huir. No hay puerta de atrás.



