016/ Ni una más

El rastro de María Piedad se lo llevó su asesino a la tumba

Para la Guardia Civil, el exmarido es el único sospechoso del crimen, aunque no hallaron el cuerpo de María Piedad y él se suicidó a los tres días de desaparecer ella. Pero, ¿y si hubo un tercer implicado?

Este año no ha habido crespones negros ni homenajes ni pancartas en la calle. La familia de María Piedad se alejó de los focos, agotada, dolorida hasta lo insoportable, marcada por una pérdida que al parecer será eterna. Quince años después de la desaparición no hay visos de que algún día se sepa qué fue de ella. Qué hizo con ella. La Guardia Civil nunca ha dudado de que el único conocedor de su paradero era su expareja, padre también del pequeño de sus dos hijos; entonces, tenía nueve meses, pero el mayor ha alcanzado ya la mayoría de edad. De seguir viva, María Piedad rondaría los 50 pues tenía 30 al desaparecer, y 38 su presunto asesino.

Javier Sánchez no quería romper, aunque a ojos del resto se comportaban ambos “con normalidad” tras tres años de relación. La decisión la tomó ella el día que él le dio un bofetón a su hijo mayor. “Ella no se lo había perdonado”, declaró el hermano de María Piedad cuando denunció su desaparición. Y una amiga de ella contó a los agentes cómo en la cena de empresa comentó que “estaba un poco cansada de la actitud de Javi, ya que no dejaba de estar pendiente de ella”. Ambos trabajaban en el Mercadona de Boadilla del Monte, Madrid; él de encargado, ella de cajera. La noche del 12 de diciembre de 2010 vieron cómo él se la llevó en el coche supuestamente de vuelta a casa. Allí la habría dejado sobre las 4 de la madrugada, según él mismo le escribió en un mensaje a una amiga de María Piedad. Pero la cruda realidad es que nadie más volvió a verla desde entonces. El rastro de él también se perdió durante tres días hasta que hallaron su cuerpo colgado de un poste de alta tensión en San Lorenzo del Escorial. Antes había mandado un mensaje de despedida a otra pareja anterior con la que también tenía un hijo. Luego, Javier se ahorcó sin dejar una nota de consuelo para la familia de María Piedad.

Desaparición “forzada”

De inmediato, los investigadores revisaron los últimos pasos dados por ambos, sus últimas comunicaciones. El objetivo: dar con un posible posicionamiento de los teléfonos móviles que los ubicase en algún punto durante esas horas claves de la noche. Así descubrieron que Javier “faltó a la verdad” cuando aseguró haber dejado a María Piedad en su casa, pues según recoge el sumario al que ha tenido acceso Artículo14 a esa hora los teléfonos de ambos posicionan en un polígono de Pozuelo de Alarcón cercano a una zona de encinas y arbustos.  Lo que viró las pesquisas de manera indiscutible hacia la desaparición “forzada”. Y se sucedieron las búsquedas, desde el punto marcado en rojo a parajes, pozos, vertederos y márgenes del río Guadarrama. La Guardia Civil mantuvo las batidas hasta poco antes de la pandemia. Sin una pista fiable que marcase otra zona a investigar se han paralizado los dispositivos cíclicos de búsqueda, que no la búsqueda en sí.

Cartel de búsqueda que difundió el entorno de María Piedad, en 2010

El de María Piedad García Revuelta es uno de los casos que nunca se desactivarán policialmente, aunque a nivel judicial permanezca archivado desde 2019. En la actualidad, los investigadores prefieren guardar silencio por respeto a una familia que se ha alejado paulatinamente de los focos. Los primeros años, recuperaban en cada aniversario una enorme pancarta con lazo negro y las camisetas blancas en las que podía leerse un “María Piedad, no te olvidaremos”, junto a una foto de ella con sonrisa tímida. Sus amigas la definieron ante los investigadores como discreta e introvertida. “Sé que va a parecer. No les queda más sitios en los que buscar”, argumentaba rota por el dolor Toñi, la madre de María Piedad. El último mensaje que recibió de su hija a la mañana siguiente de la desaparición es parte de esa mentira, pues dan por hecho que no lo escribió ella sino la mano homicida: “Mamá, voy a tardar que hoy desayuno en Madrid”.

Quince años después, sin ninguna señal más, la madre ha delegado cualquier valoración sobre la larga y dolorosa ausencia en su abogada Icíar Iriondo. La también criminóloga cogió el caso a los siete años de la desaparición, cuando estaba tan atascado como ahora: “La jueza no ha querido hacer casi nada de lo que pedimos”. Y fue mucho. Concienzuda, Iriondo repasó un sumario en busca de posibles grietas que explicasen por qué, después de un exhaustivo trabajo policial, aún no habían dado con ella. “Comprobamos incluso que no la habían podido tirar al río Guadarrama. Justo lo visitamos en una época de poco caudal y se veía perfectamente que el fondo está lleno de raíces, con lo que el cadáver se habría enganchado y terminado por aflorar”.

Imagen captada por las cámaras de seguridad del supermercado al día siguiente de la desaparición

¿Y si no lo hizo solo?

Ese “habían” que emplea la criminóloga tampoco es gratuito. Es una de las hipótesis con la que sostuvo otra de las peticiones que la jueza desatendió: ¿y si Javier tuvo un cómplice o incluso hay una tercera persona implicada? “Bien porque pudo ayudar sin saber lo que iba a pasar, o sabiéndolo, pero que fue partícipe de alguna manera”, aclara Icíar Iriondo que basó ese planteamiento en aspectos de la investigación. Uno de ellos, la posición del cadáver de Javier colgado “con los pies y las manos apuntando hacia al poste, lo que no concuerda con el ángulo posible de caída”, explica sin haber tenido posibilidad de demostrarlo pues “para mí sorpresa”, destaca, “no está aportada la autopsia a la documentación”. Igual que echó en falta una mayor precisión a la hora de determinar qué cantidad de sangre se halló de María Piedad en una zona próxima al río: “No sabemos si fue una gota, un reguero o una mancha porque al ser fotos fotocopiadas se ve un borrón en blanco y negro”.

Y hay más incógnitas para las que no ha obtenido respuesta: ¿de quién era en la documentación hallada en el coche de Javier, junto a las botas de María Piedad? o ¿pudo drogarla antes de subirla al coche? En el suelo del asiento trasero encontraron una jeringuilla que Iriondo pidió analizar por si la mujer había sido víctima de sumisión química. Otra petición que le fue denegada. En realidad, la jueza sólo aceptó una de todas las periciales que le solicitó, “y ni siquiera creo que la hicieran bien: no levantaron todo el forjado, solo ocho baldosas del supermercado por las que luego pasaron el perro por si detectaba algo”. Pero no. Lo que no impidió que por un momento, siete años después, la familia sintió ante la práctica de esa prueba un hálito de esperanza.

Una radial y un coche siniestro

A Javier nunca le pudieron tomar declaración, aun cuando al día siguiente de la desaparición se personaron en su casa. Pero sus últimos movimientos están recogidos en el sumario con el informe de los repetidores de telefonía, la transcripción de sus mensajes y el contenido de las llamadas que hizo a su entorno contando que el domingo trabajó porque debía arreglar unas baldosas sueltas en el almacén, y en un descuido se hizo un corte con la radial en el antebrazo y de camino al hospital sufrió un accidente terminando su coche siniestrado. También constan las imágenes de la cámara de seguridad del Mercadona en las que se le ve ir y venir varias veces al almacén, así como la testifical de la limpiadora que al entrar al día siguiente descubrió “un charco de sangre, hasta con coágulos… Los limpiamos con papeles que luego tiramos al contenedor”.

Pelo largo hallado en el domicilio de Javier Sánchez que se aportó a la investigación

Cierto es que de haber sido ese el escenario del crimen Javier no pareció muy cuidadoso. Aún así, la Guardia Civil detalló que no hallaron “nada relevante” al hacer la inspección ocular días después y a tenor de las declaraciones que les llegaban. Pero no consiguieron imputarle nada. Tampoco cuando volvieron casi ocho años después a petición de la familia. Fue la última diligencia que se practicó. Insuficiente para la Iriondo, innecesaria para los investigadores e insatisfactoria para una familia que teme no sabrá nunca responder a la eterna pregunta: ¿dónde está María Piedad?

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