La obra de Antonio Muñoz Molina es un territorio en el que confluyen la historia y la memoria, la introspección ética y la forma narrativa más exigente. Con una prosa de refinada sensibilidad, el escritor jienense ha forjado un universo donde el pasado y el presente dialogan constantemente, y donde cada palabra parece trazada para resistir la erosión del tiempo.
Pero, para entender verdaderamente el pensamiento de Antonio Muñoz Molina, no basta con leer su obra. Es necesario conocer los libros que le han marcado, las lecturas que han esculpido su mirada y han iluminado sus preocupaciones morales y estéticas. A continuación, seleccionamos tres títulos fundamentales que permiten penetrar en su arquitectura intelectual. Libros que no solo lo han influido como escritor, sino que resuenan con fuerza en su manera de concebir la literatura como una forma de resistencia y de lucidez.
‘Don Quijote de la Mancha’, de Miguel de Cervantes
Pocas lecturas han sido tan importantes para Antonio Muñoz Molina como Don Quijote de la Mancha. En múltiples entrevistas, columnas y ensayos, el autor ha confesado que vuelve una y otra vez a Miguel de Cervantes como quien regresa a un refugio. Para él, el Quijote no es solo una obra fundacional de la literatura moderna, sino una guía vital. Un libro que enseña la ironía, la compasión y la sospecha permanente ante los discursos cerrados y dogmáticos.

El pensamiento de Antonio Muñoz Molina se articula, en buena medida, en torno a los valores cervantinos. La tolerancia, la empatía, la capacidad de convivir con la contradicción. En obras como Sefarad o La noche de los tiempos, esta influencia es palpable. La figura del individuo que resiste frente a la sinrazón del mundo, la voluntad de contar historias de quienes han sido olvidados, la sospecha ante toda épica impostada.
Además, Cervantes le ha servido a Antonio Muñoz Molina como modelo formal. Un escritor que sabe que toda historia es, en última instancia, un artificio. Y que, por tanto, debe abordarse con una mezcla de seriedad y distancia. En su reciente ensayo El verano de Cervantes, Muñoz Molina explora precisamente esa doble mirada que el Quijote ofrece: entre la ilusión y el desencanto, entre la literatura y la vida.
‘La marcha Radetzky’, de Joseph Roth
Otro de los libros capitales para comprender el pensamiento de Antonio Muñoz Molina es La marcha Radetzky, del austríaco Joseph Roth. Esta novela es una muestra de literatura de urgencia y lucidez. De una prosa capaz de observar con dolorosa claridad la fragilidad de Europa y la amenaza del totalitarismo. Roth, testigo de la caída del Imperio Austrohúngaro y del ascenso del nazismo, es para Muñoz Molina una figura trágica y ejemplar.

En Roth encuentra Antonio Muñoz Molina una sensibilidad afín: la necesidad de dar testimonio, de rescatar lo que está a punto de perderse, de escribir como quien sostiene un mundo en ruinas. En novelas como El jinete polaco o Sefarad, se percibe claramente esta deuda moral y estética. La atención al detalle cotidiano. El retrato de una Europa devastada. El intento de salvar del olvido a quienes han sido borrados por la historia.
El propio Muñoz Molina ha reconocido que Roth es un escritor que le enseñó a escribir sin épica, pero con una hondura que nace del dolor y la melancolía. La marcha Radetzky no es solo un testimonio del derrumbe europeo, sino un ejercicio de contención y elegancia. Una forma de narrar el desastre sin estridencias. Esa lección atraviesa buena parte del pensamiento literario de Antonio Muñoz Molina, que rechaza el exceso y abraza la forma contenida como una forma de dignidad.
‘Crímenes ejemplares’, de Max Aub
La tercera obra esencial para entender a Antonio Muñoz Molina es Crímenes ejemplares, del escritor hispano-mexicano Max Aub. Este libro, compuesto por una serie de microtextos en los que se confiesan crímenes absurdos con tono seco y humorístico, es para Muñoz Molina una joya de la literatura del siglo XX. Pero, más allá de su estructura lúdica, Crímenes ejemplares encierra una reflexión sobre la arbitrariedad del castigo, la violencia cotidiana y la delgada línea que separa la cordura del delirio.

El pensamiento de Antonio Muñoz Molina ha estado siempre atravesado por la preocupación ética. La necesidad de comprender el mal sin justificarlo, de enfrentarse a la historia sin sublimarla, de escribir desde una posición crítica pero no cínica. En Aub encontró un modelo de inteligencia irónica, capaz de desmontar las ficciones del poder sin caer en la grandilocuencia ni en el escepticismo estéril.
La admiración de Antonio Muñoz Molina por Max Aub no se limita a este libro. Ha escrito ensayos y columnas donde reivindica su figura como una de las más injustamente olvidadas de la literatura española del exilio. Para él, Aub representa ese tipo de escritor que se niega a ser decorativo, que escribe porque hay algo que duele y algo que urge contar.