Es casi un asunto de honor —título original y más apropiado del filme: Une affaire d´honneur— destacar de entre la exigua cartelera española el estreno de El profesor de esgrima (2023), no confundir con El maestro de esgrima (1992) de Pedro Olea sobre novela de Arturo Pérez-Reverte. Dirigido por el también actor Vincent Perez y coescrito por su mujer, la actriz, guionista y realizadora Karine Silla, estamos ante un estupendo ejemplo de cine de época a la francesa, perfectamente capaz de conciliar de manera elegante el mensaje feminista, pacifista y progresista con el espectáculo histórico, la intriga y la acción.
Situada en el París de 1887, inspirada en personajes y sucesos reales pero insertos en un argumento de pura ficción, El profesor de esgrima presenta el dramático dilema de Clément Lacaze (Roschdy Zem), un viejo maestro de esgrima, veterano de la guerra franco-prusiana, que se ve obligado a vengar en duelo la muerte de su ingenuo sobrino Adrien (Noham Edje) a manos del coronel Berchère, militar profesional y experto duelista, inspirado en el general Boulanger, ministro de la guerra adicto a los duelos y político populista enemigo de la Tercera República. Personaje poco agradecido que Vincent Perez se reserva para interpretar él mismo.

Doria Tillier como la feminista Marie-Rose Astié de Valsayre junto a su profesor de esgrima, interpretado por el actor franco-marroquí Roschdy Zem
En medio de esta intriga, que muestra cómo los duelos, pese a estar legalmente prohibidos, se hallaban a la orden del día en la Francia de la época (al igual que en gran parte de Europa, desde Rusia a España), se nos aparece el personaje histórico de la periodista Marie-Rose Astié de Valsayre (1846-1915), encarnado por la actriz, directora y guionista Doria Tillier. Insultada por Ferdinand Massat (Damien Bonnard), ficticio redactor jefe del diario Le Petit Journal, amigo y partidario de Berchére, decidirá desafiarle a un duelo con el que demostrar mucho más que su reconocida habilidad con el florete.
A fin de prepararse, Marie-Rose se pondrá en manos de Lacaze, profesor en el Círculo de esgrima del periódico, dirigido por Adolphe Tavernier (Guillaume Gallienne), auténtico periodista, crítico de arte y máxima autoridad en el mundo de la espada, autor del clásico El arte del duelo (1885), que sirvió a Perez de guía e inspiración para su película.
El profesor de esgrima no solo ofrece un rico panorama del París y la Francia de mediados de 1880, conmovida por el fracaso de la guerra con Prusia, la nueva ley de libertad de prensa, la construcción de la Torre Eiffel y los avances de ciencia y técnica, desde los primeros teléfonos hasta el alumbrado público, sino también por el socialismo y el crecimiento del movimiento feminista, con sus cada vez mayores exigencias de derechos y libertades para la mujer.

La auténtica Marie-Rose y un grabado de la época representando uno de sus duelos
Precisamente aquí destacará Marie-Rose Astié de Valsayre, nacida como Claire-Léonie Ferdinande Tastayre, quien después de una breve pero brillante carrera como violinista, de estudiar medicina y colaborar como enfermera durante la guerra —contrajo matrimonio en 1869 con un prestigioso médico, el Dr. Astié—, de ejercer como secretaria del político, empresario y periodista Émile de Girardin y tras quedar viuda en 1881, comenzaría a trabajar en pro de los derechos de la mujer.
Del feminismo moderado al feminismo radical
Si al principio se mostró feminista moderada, censurando los excesos de las más radicales activistas francesas, como la anarquista Louise Michel; la fundadora de la Union des femmes, Léonie Rouzade, o la de la Federación Francesa de Sociedades Feministas, Eugénie Pierre, centrando su lucha en la incorporación de la mujer al sistema educativo, no tardó en radicalizarse, para a partir de 1885 pasar a cerrar filas con aquellas a quienes había criticado antes.
Dispuesta a mostrar y demostrar la igual valía de la mujer frente al hombre en todos los campos, se convirtió en experta espadachín. Aunque no llegó al extremo de enfrentarse a ningún oponente masculino, tal y como vemos en la película, sí alcanzó notoriedad cuando derrotó en 1886 a la señorita Shelby, esgrimista estadounidense, por un asunto, claro, de honor: la defensa de las doctoras francesas, que la americana proclamaba públicamente inferiores a las estadounidenses.

Los proyectos de Marie-Rose de Valsayre para la reforma del vestido femenino, vistos por la prensa
Más allá de lo anecdótico (que nunca lo es tanto), Marie-Rose montó una feroz campaña de prensa en 1887 para conseguir la derogación de la ordenanza de 1800 que prohibía el uso de pantalones a la mujer, lo que consiguió eventualmente. Un triunfo nada desdeñable si se tiene en cuenta el número de mujeres que habían fallecido en incendios como el de la Ópera Cómica, ocurrido en el mismo año 1887, debido a la obligación de vestir faldas, corsés y crinolinas, tan incómodas como inflamables, por no hablar de la conducción de caballos, bicicletas y velocípedos, así como de cuestiones de higiene e incorporación al mercado laboral.
Acceso a los estudios, igualdad salarial y derecho al voto
En 1889, combinando su militancia socialista con su defensa de la mujer, fundaría la Liga de Mujeres Socialistas de Francia, con sus antiguas enemigas, Eugénie Potonié-Pierre y Léonie Rouzade, y un año más tarde, la Liga de Emancipación de la Mujer, exigiendo el acceso de la mujer a todos los estudios y profesiones, la igualdad salarial y el derecho al voto. En varias ocasiones se presentó a las elecciones legislativas por el distrito de París, sin conseguir por supuesto el apoyo y votos necesarios.
Aunque nunca cejó en su labor, publicando numerosos y polémicos artículos con distintos seudónimos tanto masculinos como femeninos, participando en la creación de los primeros sindicatos de mujeres trabajadoras franceses y dirigiendo revistas como La Femme de l’avenir, sus últimos años estuvieron marcados por el enfrentamiento y la marginación respecto a otros sectores del feminismo francés, ya que su Liga para la Emancipación de la Mujer competía con la asociación Solidaridad de las Mujeres, fundada en 1901 por su antigua compañera Eugénie Potonié-Pierre.
El alineamiento de Marie-Rose con socialistas y librepensadores la enemistaría con otras feministas partidarias tanto de visiones más radicales, como anarquistas y comunistas, como de las más moderadas católicas, espiritualistas y conservadoras. No toda la historia del feminismo fue un paraíso de sororidad.

Vincent Perez y su esposa Karine Silla, director y guionista de El profesor de esgrima.
El profesor de esgrima ofrece al espectador toda la variedad posible de duelos, tanto a espada como a pistola, a pie como a caballo, cuidadosamente coreografiados por un Vincent Perez tan conocedor y enamorado de la esgrima como crítico feroz del absurdo duelo por honor, con sus connotaciones machistas y militaristas así como a menudo trágicas consecuencias (pensemos en la pérdida de Pushkin, Lermontov, Évariste Galois, Alphonse Signol, Ferdinand Lassalle o el periodista zaragozano Juan Pedro Barcelona, entre otros intelectuales muertos en duelo). Lo que refleja de forma tajante el personaje de Berchère, trayendo a la memoria aquel Gabriel Feraud interpretado por Harvey Keitel en la magnífica Los duelistas (1977) de Ridley Scott, según Joseph Conrad.
Pero el filme de Perez es también algo más: un bello homenaje a una de las pioneras fundamentales y fundacionales de la liberación femenina. Marie-Rose Astié de Valsayre, que libró a las mujeres de la esclavitud de faldas y corsés, tal cual la encarna Doria Tillier en pantalla, se nos presenta como vívido retrato de un feminismo combativo que luchaba también por las alegrías de la vida, hasta entonces injustamente reservadas en gran medida para el macho de la especie.
Libertad para fumar puros y cigarrillos, para beber coñac, llevar los pantalones en casa y en la calle, en bicicleta y a pie, para amar, bailar y cantar provocando el escándalo público y privado, compartiendo la conquista de los derechos de la mujer con hombres y mujeres liberados y liberales, bohemios y progresistas, unidos por la misma causa. Con alegría y vitalidad muy necesarias, que a veces ciertos sectores feministas parecieran haber olvidado hoy. Un motivo de duelo bien distinto.