Hay voces que escriben como si acariciaran con la lengua, como si en cada frase el mundo pudiera decirse de otro modo. Sara Torres (Gijón, 1991) es una de ellas. Poeta, ensayista y novelista, su literatura es cuerpo que piensa, deseo que articula, pensamiento que palpita. En sus textos —como en su forma de hablar— hay algo radicalmente seductor: no como estrategia de conquista, sino como un modo de apertura, de porosidad con lo vivo. Su escritura vibra con un lenguaje cargado de intensidad emocional y filosófica, donde lo político late en lo íntimo y lo poético emerge de lo cotidiano.
Desde La otra genealogía hasta Phantasmagoria, pasando por la aclamada Lo que hay —Premio Javier Morote en 2022—, Sara Torres ha consolidado una voz que indaga en el deseo, la identidad y la memoria desde una crítica feminista interseccional, atravesada por el psicoanálisis, los estudios queer y los nuevos materialismos. Su forma de pensar la ficción y la realidad es tan libre como su verso.
Este viernes 30 de mayo, en el marco del festival Verso Libre de Cádiz, la autora asturiana presenta La palabra en la boca, una performance compartida con la cantaora Ángeles Toledano, a medio camino entre el conjuro, el poema y el cante. Un diálogo íntimo entre dos creadoras que entretejen sus lenguajes desde la admiración, la escucha y la amistad.

¿En qué consiste La palabra en la boca?
Va a ser un encuentro entre lo que tiene de palabra el disco de Ángeles Toledano —porque muchas de sus letras las ha escrito ella misma, y muchas otras son una conversación con letras tradicionales— y un poco de poesía de conjuros y cantos. No va a ser solo una lectura de libro, sino un espacio compartido entre disciplinas.
Conocí a Ángeles cuando yo estaba escribiendo La seducción, y ella a su vez trabajaba en su primer álbum. Sentí que estábamos conectadas creativamente en ese momento. Le propuse hacer un cameo en el libro: su nombre y su disco aparecen en La seducción incluso antes de que lo hubiera lanzado. Luego, cuando el álbum vio la luz, se produjo un cruce inesperado entre ficción y realidad. Me gusta mucho hacer esos cameos: me parecen importantes, una forma de tender puentes entre mundos creativos.
Tú que hablas desde las entrañas, ¿cómo concibes ese encuentro —o desencuentro— entre la ficción y la realidad? ¿Entre lo que habitas y lo que transmites?
Los dos personajes principales de La seducción son ficción. Yo podría ser los dos o ninguno. Nunca uno solo. No busco una identificación cerrada, sino capturar cómo vivo lo que sucede a mi alrededor. Me interesan mucho los procesos creativos de otras disciplinas. Me atrae la gente que hace caminos distintos al literario, y me gusta darles espacio en mis textos. En La seducción aparecen Ángeles Toledano y María Arnal, igual que en Lo que hay hay referencias a Rosalía y a otros músicos. Siempre intento que mis personajes habiten su tiempo cultural, porque me parece una forma de testimoniar lo que nos atraviesa colectivamente.
Natalia Lafourcade me decía que ella compone desde muchas disciplinas, por amor al hecho creativo. ¿Tú también necesitas esos cruces?
Me gusta ser espectadora. Me produce asombro ver lo que hacen mis compañeras. Me moviliza poder mirar, dejarme fascinar. Cada vez hay menos tiempo para eso: para no saber lo que vas a ver, para dejarte simplemente atravesar. Además, como tengo una faceta de crítica cultural y académica, desarrollas una atención que analiza constantemente lo que observa. Pero a mí me encantan las cosas que me conmueven sin tener que analizarlas. El pensamiento racional, cuando está siempre activo, genera distancia con los procesos pulsionales y afectivos, que son justo los que más me interesan del arte. Por eso a veces intento apagar ese pensamiento y dejarme tocar. No sé por qué me conmueve algo, solo sé que es inevitable. Es lo que me pasó con Ángeles Toledano: me emociona muchísimo, tiene una forma de estar en su cuerpo muy generosa.
¿Y cómo será el espectáculo en Cádiz?
Será un encuentro. La palabra en la boca es, de hecho, uno de los temas del álbum de Ángeles, y en ese tema aparecemos las dos. No es que yo vaya a cantar, pero el poema que recita Ángeles lo trabajamos juntas. Ella sentía que no le sonaba bien al leerlo, porque no nos enseñan a recitar poesía de forma natural. Todo acaba sonando engolado. Además, a las personas andaluzas se les educa muchas veces en neutralizar su acento, y eso hace que se pierdan rasgos culturales muy valiosos.
Así que estuvimos trabajando para revertir esa neutralización, para que Ángeles pudiera habitar su propio poema. Grabamos los ensayos. Su productor fue a su casa, colocó micrófonos… fue una noche larga, entre cena y conversación, probando a leer, charlando, compartiendo. De ese encuentro salió lo que luego se editó. Y eso es lo que vamos a mostrar en Cádiz: la escena de esa complicidad, esa búsqueda compartida. Leeré también algún fragmento de La seducción. Será algo muy sencillo, íntimo.
Tu poesía combina una sensualidad profunda con una conciencia política muy sutil, casi física. ¿Desde qué lugar nace para ti un poema?
Depende del momento. Si estoy leyendo mucha poesía o escuchando mucho flamenco —que para mí es casi lo mismo—, las imágenes vienen con mayor fluidez. Las imágenes aparecen en la creación en compañía de esas imágenes que estoy leyendo o escuchando. Ahora que mi trabajo está consistiendo más en ‘accionar’ cosas, ahora que estoy viajando tanto, no tengo esa “rutina de la sensibilidad” donde me doy cada día ese momento de belleza. Noto que en estos casos estoy más lejana de la posibilidad de escribir poesía, pero es como si el cuerpo-mente la produjese incluso cuando no le damos espacio. Cuando tengo un momento emocional difícil sueño con una imagen: durante los sueños soñaba las palabras como diciendo una imagen, que era además una imagen muy curiosa, nada en particular que conociese de antes; no la reconocía. La noche pasada soñé con las paredes de una madriguera dañando la carne de una liebre que se escondía en ella. Como si la guarida se fuese estrechando haciendo daño al animal que había acudido ahí a buscar refugio. Imágenes la mente las compone, y es genial cuando vienen de un lugar misterioso.
¿Y cuando aparece una imagen así, sientes la necesidad de transformarla en algo? ¿De hacerla poema?
Cuando llegan de esa manera, suelen acompañarme mucho tiempo. Me emocionan. Al día generamos miles de imágenes, pero solo algunas se quedan. Esta sí. Creo que entiendo por qué, qué me está diciendo. Espero a ver si vienen otras en esa misma dirección, y si llegan, entonces sí, hago algo con ellas.