Cuando Sophie Danielle Johanna de Goede vino al mundo el 30 de junio de 1999 su vida ya estaba encaminada a ser jugadora de rugby. La sangre suele tirar mucho en estos casos. Sin embargo, el mérito de convertirse 26 años después en la mejor jugadora del mundo hay que atribuírselo exclusivamente a ella y solo a ella.
Su padre, Hans, tiene 24 caps (internacionalidades) con Canadá y llegó a jugar un año con el mítico equipo Cardiff Rugby Football Club, el mismo que pocos años antes había abandonado el medio melé gales más laureado de la historia, Gareth Edwards.
Su madre, Stephanie White, también fue jugadora de rugby y su primogénito Thysen tuvo la oportunidad de defender en una ocasión la camiseta de la selección. El segundo de la saga, Jake, también hizo sus pinitos, aunque sin tanto éxito que sus otros dos hermanos. Con estos mimbres no parecía complicado intuir por dónde iba a discurrir su carrera deportiva.
Alguien que le conoce muy bien, porque se ha enfrentado a ella en varias ocasiones, es Laura Delgado, Bimba, la excapitana de la selección española de rugby todavía en activo con Harlequins, el equipo que disputa el derbi londinense contra Saracens, esto es, el mismo donde milita desde hace unos años la jugadora canadiense. “Tiene muchísimos conocimientos y experiencia”, espeta. La jerezana asegura que “siempre te puedes esperar cualquier cosa de ella durante un partido”.
Visión de juego
A pesar de ser una delantera –alterna los puestos de segunda o tercera línea-, tiene la habilidad de una jugadora de tres cuartos “y, la verdad, es bastante sorprendente encontrarte a alguien con esas características y visión de juego propios de chicas que desempeñan otros roles bien distintos”.
Bimba es bastante sincera a la hora de reconocer que ha sido “muy merecido” el premio que este año le ha otorgado World Rugby a Sophie, pese a que “ha habido otras jugadoras que también se lo podían haber llevado”.
La canadiense es una figura muy respetada por sus rivales en la Premiership Women´s Rugby, la liga más potente del mundo que cuenta con la mayoría de las mejores jugadoras de los cinco continentes y que ya ha disputado ocho ediciones. La subcampeona del mundo no pasa desapercibida entre la élite. “Tiene una gran habilidad para el contacto donde siempre gana en los espacios abiertos y cerrados, sin dejar de lado que es rápida también a la hora de ver los huecos para atacar”, subraya Laura Delgado.
Llevarlo en los genes
En el plano personal define a la canadiense como una mujer bastante amable y cercana. “Se ve que viene de una familia de rugby y que lo lleva en los genes porque no duda nunca en llevar fuera del terreno de juego el deporte que tanto le gusta”, añade.
Recuerda, por ejemplo, que este pasado verano, durante la disputa de la Copa del Mundo, las selecciones de España y Canadá coincidieron en un acto celebrado en las instalaciones de un club modesto de Londres –los llamados juegos de comunidad-, donde las jugadoras realizaron sobre el campo una serie de actividades deportivas “nada conocidas aquí como tirar un saco que tiene que caer en un agujero [cornhole] donde a ella se le veía disfrutar muchísimo al tiempo que demostraba lo super competitiva que es”.
Tal vez sorprenda a los neófitos en este deporte el hecho de que Canadá sea la segunda potencia mundial en categoría femenina, según el ranking que elabora World Rugby, solo por detrás de Inglaterra y un puesto por encima de Nueva Zelanda. De hecho, las canadienses llegaron hasta la final en la pasada edición de la Copa del Mundo que se celebró este pasado verano en suelo inglés donde solo hincaron la rodilla frente a las anfitrionas (33-13).
A pesar del auge que experimenta el rugby en el segundo país más extenso del mundo, lo cierto es que Sophie de Goede nació en la costa del Pacífico, en la ciudad de Victoria, situada a más de 3.700 kilómetros de Montreal, considerada como la auténtica capital rugbística del país.
Su madre fue siempre su referente. El espejo donde mirarse, porque Stephanie White fue la capitana de Canadá en la primera edición de la Copa del Mundo de rugby femenino que se disputó en 1991 en Gales donde su selección no logró acceder a las semifinales. Además, fue una de las integrantes de la selección canadiense que logró vencer a las españolas (19-4) en aquella cita mundialista.
Como a cualquier madre orgullosa de su hija, le encanta recordar los primeros pasos de la benjamina de la familia con el balón oval en las manos. “Empezó porque Hans y yo ayudábamos con el equipo de rugby de cuarto y quinto curso en su escuela de primaria”, indica. Y claro, como ninguno de los dos conciliaba y Sophie no podía quedarse sola casa, lo más práctico era que siguiera el ejemplo de sus hermanos. Así lo hizo durante sus estudios de primaria.
El matrimonio no escatimó esfuerzos para dar la mejor educación posible a Sophie. De ahí que no tuviera ninguna duda a la hora de inscribirla en el elitista colegio Oak Bay Secondary School. En los estudios seguía siendo bastante aplicada. Esa actitud de niña disciplinada le permitió dedicar el tiempo libre a cualquier tipo de actividad deportiva. De repente se le abrió todo un abanico de posibilidades y tuvo que deshojar la margarita entre seis disciplinas distintas para centrarse solo en una: fútbol, atletismo, voleibol, remo, baloncesto y, por supuesto, rugby. La criba no fue fácil y la decisión final aún menos.
No quiso optar por una sola opción y apostó por el balón redondo de baloncesto y el ovalado de rugby. Sus padres nunca interfirieron en sus decisiones, al menos eso es lo que reconoce en una de las pocas entrevistas que ha concedido a lo largo de su carrera deportiva. “Cualquier cosa que quisiera hacer, ellos estaban allí para apoyarme”, afirma.
Ya centrada solo en el baloncesto y el rugby, De Goede ingresó en la Smith School of Business, lo que antaño fue conocida como Queen´s Univertity, en Kington (Ontario) para obtener el grado en Comercio. No era un mal sitio para estudiar.
El centro académico llegó a ocupar el primer puesto a nivel nacional y el 38 a nivel mundial en el mayor número de graduados como directores ejecutivos o cargos equivalentes en una corporación, según un ranking anual conocido como Global 500 que publica la revista Fortune donde se incluyen las 500 principales corporaciones del mundo medido por ingresos.
La joven estudiante no defraudó a sus padres. Consiguió todo lo que se propuso. El secreto de haber llegado luego tan alto es fácil de confesar, pero difícil de llevarlo a la práctica: “He descubierto que puedo aprovechar mejor el tiempo porque tengo tantas cosas que hacer…”, solía repetir a quien se interesaba por su azarosa vida.
Una carrera meteórica
El nombre de Sophie de Goede empezó a ser cada vez más conocido en el deporte universitario. La estudiante de Comercio no cesaba de acaparar elogios. En 2022 fue nombrada ganadora de los premios Lois y Doug Mitchell U Sports que se conceden a las mejores atletas canadienses que compiten en deportes universitarios. También le llovieron los reconocimientos por sus actuaciones durante las campañas anteriores con su equipo de rugby de las Gaels, ya que fue nombrada Jugadora del Año de la Ontario University Athletics durante tres temporadas consecutivas anotando 208 puntos.
Su carrera era meteórica. A los 19 años debutó con su selección frente a las Black Ferns neozelandesas -la versión femenina de los All Blacks- con una derrota (35-20) consiguiendo un ensayo. Fue la primera de las 41 caps que tiene en la actualidad. En el plano colectivo su aportación fue decisiva para ayudar a Queen´s University a conseguir su primer Campeonato Femenino de Rugby a nivel estatal. Mientras, en baloncesto, se convirtió en la auténtica líder del equipo que obtuvo un récord de quince victorias y siete derrotas con unos promedios de 12,5 puntos, 8,5 rebotes y 1,8 asistencias por partido. Fue, sin duda, la jugadora más destacada de que equipo que logró la medalla de bronce en el Campeonato Femenino de Baloncesto de U Sports 2022.
La aventura londinense
Un año antes Sophie había cruzado el charco para instalarse durante una temporada en Londres. Quería ser profesional y ganarse la vida con el rugby. Era imposible hacer oídos sordos a los cantos de sirena de un equipo de campanillas como Saracens, el más laureado junto a Gloucester-Hartpury en la Premiership Women´s Rugby. Allí pudo comprobar en primera persona lo duro que se jugaba en Europa y lo complicado de seguir online sus estudios universitarios por la diferencia horaria entre Victoria y Londres (8 horas).
Solo estuvo un año en la capital inglesa hasta que regresó de nuevo en 2023 para asentarse con su club y convertirse en la capitana. Ya se había consolidado con las Maple Leafs, sobrenombre con la que son conocidas las jugadoras canadienses, sobre todo después de su brillante actuación en la Copa del Mundo celebrada en Nueva Zelanda en 2022 donde llegaron a semifinales. Ya todo el mundo hablaba de ella y de su enorme potencial como jugadora de rugby. No podía dejar escapar la nueva oportunidad que le daba Inglaterra para convertirse en una estrella mundial.
El año pasado depositó todas sus esperanzas en los Juegos Olímpicos de París. Suele pasar que, a mayores expectativas, mayores son los chascos. Y es que por primera vez sufrió en sus carnes la cara amarga del deporte. Se rompió el ligamento cruzado anterior pocas semanas antes de acudir con su selección a la capital francesa y se tuvo que conformar viendo desde el sofá de su casa por televisión cómo sus compañeras obtenían la plata. “Me sentí muy orgullosa del equipo y de lo que significó para el deporte de mi país, pero también sentí dolor por mi ausencia. Fue un momento muy difícil”, admitió en una entrevista con Rugbypass.
Tardó diez meses en regresar a los terrenos de juego. Muchas horas de rehabilitación en el gimnasio para fortalecer la articulación dañada con descansos para ver a sus ídolos de Los Angeles Lakers, LeBron James y Luka Dončić. Ya demostró en su etapa de estudiante que le atraían los retos. Esta vez no iba a ser una excepción. No iba a dejar que una lesión le dejara fuera de la Copa del Mundo de Inglaterra. La recompensa a su esfuerzo no está nada mal: subcampeona mundial y mejor jugadora del planeta en 2025.
Su siguiente reto es luchar para que haya igualdad salarial entre los hombres y mujeres que de dedican profesionalmente al rugby. Eso le va a costar conseguirlo, pero seguro pondrá todo su empeño en revertir la situación.


