REPORTAJE

La OPA de los bolsos que acabó en un pacto entre caballeros

Hace ahora diez años, Louis Vuitton usó derivados financieros para adquirir parte de Hermès sin hacerlo público

La sorpresa fue mayúscula cuando Louis Vuitton anunció que había comprado el 17% de las acciones de Hermès
La sorpresa fue mayúscula cuando Louis Vuitton anunció que había comprado el 17% de las acciones de Hermès Louis Vuitton

Esta es la historia de una lucha entre David y Goliat. Y donde al final del cuento todos los personajes resultan ser buenos, unos auténticos caballeros franceses.

Siempre se dice que los hombres de negocios no tienen piedad. Es lo que se podría esperar de Bernard Arnault, el millonario francés al frente del grupo de lujo Louis Vuitton Möet Hennessy (LVMH) y la persona más rica del mundo según Forbes. Tiene una fortuna valorada en más de 220.000 millones de dólares gracias a sus inversiones en el sector del lujo. Está acostumbrado a hacer fusiones, su marca ha absorbido más de sesenta compañías en 20 años.

Pero el dinero llama a más dinero y nunca es suficiente para quienes manejan tanto dinero. En el año 2010, Arnault tenía 61 años y lejos de plantearse la jubilación, inició una nueva operación financiera: lanzar una OPA hostil sobre Hermès. Dos compañías de moda de lujo enfrentadas. La sorpresa fue mayúscula cuando LVMH anunció que había comprado el 17% de las acciones de Hermès a través de sofisticados productos financieros. Lo hizo por la espalda, sin comprar las acciones abiertamente y eso provocó que la familia de Hermès se enemistara con Arnault y tratara de protegerse creando un holding para controlar la empresa y evitar su desaparición.

Ceremonia sin amor

La OPA Hostil, como su nombre indica, lo que trata es de adquirir una empresa por las malas, saltándose al consejo de administración de la otra compañía. Es perfectamente legal pero es una operación muy tensa porque choca con la negativa de la otra parte. Es como preparar una boda donde uno de los contrayentes no quiere casarse.

Y el grupo Hermès se encontró con una posible ceremonia sin estar enamorado. El grupo francés mantiene su esencia desde hace seis generaciones, ha sobrevivido a la crisis financiera de 2008 y siempre ha querido mantener ese sello familiar que le confiere un carácter único. Era fundamental mantener el control de la empresa como fuera pero se estaban enfrentando al hombre más poderoso del mundo que se había encaprichado de otra empresa de lujo. Era ‘la guerra del bolso’ y todo parecía indicar que el gigante ganaría frente al pez chico.

Arnault no tenía suficiente con el modelo pochette o el Neverfull de Louis Vuitton. Quería conquistar el Bolso Kelly o el Birkin de Hermès, iconos de una época cuya demanda supera el ritmo de producción y la lista de espera puede alcanzar los dos años para conseguirlo. Son modelos que pueden costar 30.000 euros. Esa exclusividad que se ha labrado Hermès en más de un siglo de vida y que comenzó en 1847 con Thierry Hermès, que abrió un taller en París desde donde realizaba arneses y aparejos para caballos, un artesano guarnicionero.

Cuatro años en los tribunales

Y así ha sobrevivido durante seis generaciones ampliando el negocio hacia la marroquinería, la moda -con chaquetas para que los hombres jugaran al golf- o las joyas. Pero todo ese legado se podía ir al traste con el movimiento capitalista de Arnault. Y así comenzó una batalla en los tribunales que duró cuatro años.

El movimiento del magnate Arnault fue adquirir por un lado algo más de 15 millones de acciones de la sociedad Hermès International, lo que suponía el 14,2% del capital y además anunció que compraba otro 2,9% mediante acciones convertibles. Había pagado 1.450 millones de euros por tener una participación del 17% del capital. De golpe, se convertía en el principal accionista junto con los herederos de Hermès.

La reacción de la familia traicionada fue querellarse contra el conglomerado LVMH que finalmente fue sancionado en 2013 con una multa de ocho millones de euros por la Autoridad de los Mercados Financieros de Francia. La razón: haber ocultado con diversos instrumentos financieros el aumento de su participación en la compañía.

Pese a que todo parecía que se encaminaba a que el pez grande se iba a comer al pequeño, hubo un giro de guión, surgió un gesto de elegancia inesperado. Esa misma èlègance que abanderan las marcas que maneja Arnault con Christian Dior, Louis Vuitton o Bulgari y se llegó a un pacto. El hombre más rico del mundo renunció a su participación del 23,2% de Hermès y se comprometió a no adquirir acciones de la firma de bolsos durante cinco años. Louis Vuitton enterraba el hacha de guerra y se retiraba de ese duelo de la mejor forma posible, como caballeros.

Ambas compañías decidieron no mostrar públicamente que hubiera un vencedor y un vencido y realizaron un comunicado conjunto resaltando que los dos grupos representantes del savoir-fair francés habían restablecido relaciones. La buenas formas habían imperado. Y las dos empresas francesas se dieron la mano y se alejaron con un sencillo ¡au revoir!