¿Alguien más tiene un secreto sucio que quiera confesar? Si no ha salido el meme de Chris Martin arrancando sus conciertos con esta pregunta, habrá alguno similar. Él mismo, en su primera actuación tras el incidente de los amantes del Gillette Stadium, advirtió: “Si no se han maquillado, háganlo ahora”. La kiss cam se ha convertido en la gran inquisidora del siglo XXI y el detective más resolutivo. Al cantante de Coldplay no sabemos si llamarle Sherlock Holmes, Diana cazadora o el confesor más molón.
Mucha broma, pero más de un tercio de la población, el tercio infiel, se podría ver en el aprieto de Andy Byron, que hasta ese día era CEO de la empresa tecnológica Astronomer, y Kristin Cabot, directora de Recursos Humanos de la misma compañía. Ambos casados, al menos en el momento en que fueron enfocados por la kiss cam mientras Chris Martin improvisaba una canción.
Ella se giró tapándose la cara; él agachó la cabeza cual avestruz. El cantante, en tono jocoso, comentó: “O están teniendo un affaire… o son muy, muy tímidos”. El resto ya lo conocemos. Más de 60 millones de visualizaciones, miles de comentarios en redes y medios de comunicación, un despido, una esposa y un marido a quien rendir cuentas, un debate sobre la privacidad en la era digital y un manual urgente para ser infiel mirando a la kiss cam.
¿Lo podrían haber hecho mejor? ¿Se puede ser adúltero e ir a un concierto sin ser descubierto? Hay mucha madeja que desenredar. Al sexo infiel no se le puede pedir ni moderación ni discreción. Es pasional y excitante. Si no fuese por las emociones intensas que despierta, si no fuese transgresor, si no hubiese riesgo, si no disparase la adrenalina… entonces ¿para qué la traición? El sexo infiel es la fruta prohibida y la propia culpa de morderla o el miedo a ser descubierto la hace aún más apetitosa. Solo hay que fijarse en el rostro embobado de los amantes de Coldplay antes de que se percatasen de lo que estaba a punto de ocurrir.
A este cóctel cerebral, puramente químico, se sumó el timbre melancólico de Chris Martin. La emoción fue in crescendo. No era el momento de calibrar los riesgos o el daño que pudiesen causar. Quizá creyeron tener todo bajo control: el móvil, las redes sociales, las rutinas sospechosas… Citarse en un concierto no parecía muy oportuno, pero, entre 50.000 personas, ¿cómo imaginar lo que sucedió?
Según un estudio de la American Association for Marriage and Family Therapy, entre el 60% y el 75% de las infidelidades descubiertas fue por accidente. Aunque lo hubiesen sabido, no les habría servido de advertencia. En la lista de accidentes, los terceros que delatan aparecen casi en último lugar. La kiss cam, ni se nombra; mucho menos a Chris Martin. El caso de Andy y Kristin, que ya son parte de nuestra cultura viral, tendrá su propio capítulo en cualquier manual para infieles despistados.

Es a ellos a quienes hemos subido a la palestra, pero no olvidemos ese tercio de población que admite que ha tenido algún desliz. O a los infieles que se apuntan a cualquier linchamiento, aunque sea con sorna, y luego sellan sus labios cuando les llega la encuesta. No perdamos tampoco de vista que el 85% de las relaciones infieles nace en forma de flirteo en el ámbito laboral. Igual que nuestra pareja protagonista.
¿Qué podemos aprender del Coldplaygate? Que, una vez que nos vemos proyectados en la pantalla gigante, no hay más salida que el sentido del humor. Si no te ríes de ti mismo, lo harán por ti. “El humor alivia el dolor y evita que te mates”, decía Charlie Chaplin. Lo de bajar la cabeza, mirar el móvil o rascarte el cabello como si no fuese contigo, mejor. no. Salir corriendo o empujar a la amante, como proponen los memes, tampoco.
¿Entonces? No te expongas en público, mucho menos en eventos masivos. Si lo haces, actúa con naturalidad y ve ideando una coartada mientras piensas cómo superas la vergüenza viral. Si al llegar a casa aún te queda rostro, puedes arrancarte por el reguetonero Daddy Yankee: “Lo que pasó, pasó… Otro me gardea, mami… No dejes pa mañana lo de hoy que te lo llevan”. Lo que sea menos dejar al pobre Chris Martin por verdugo.