La familia real británica vuelve a ocupar titulares con un nuevo movimiento residencial. Los príncipes de Gales, William y Kate, han elegido Forest Lodge, en pleno Gran Parque de Windsor, como su futura residencia definitiva, según informan varios medios británicos.
Se trata de una casa señorial de 328 años, catalogada de grado II (el edificio es de especial interés y legalmente, merece todos los esfuerzos necesarios para su conservación) que cuenta con ocho habitaciones, amplios salones con chimeneas y un gran terreno rodeado de naturaleza. Sin duda es un espacio donde sus tres hijos, George, Charlotte y Louis, podrán disfrutar de más intimidad y actividades al aire libre, lejos de la vida palaciega de Buckingham.
La vivienda, que en su última tasación alcanzaría un valor aproximado de 16 millones de libras, necesita reformas para su adaptación ya iniciados. A diferencia de otros miembros de la familia real, William y Kate han decidido financiar íntegramente las obras y el alquiler, sin recurrir a los fondos públicos. Además, no contarán con personal interno, lo que refleja su deseo de llevar un estilo de vida más privado y familiar.
Forest Lodge será la sexta residencia en la que han vivido desde que comenzaron su relación en 2002, tras pasar por St Andrews, Anglesey, Nottingham Cottage, Anmer Hall en Norfolk y, más recientemente, Adelaide Cottage. Su intención es instalarse antes de la próxima Navidad y que se convierta en su hogar definitivo.
Esta mudanza familiar tiene un fuerte componente simbólico: llega después de un período difícil marcado por la muerte de la reina Isabel II, los problemas de salud del rey Carlos III y el diagnóstico de cáncer de la propia princesa de Gales. Para los futuros reyes de Inglaterra, este cambio de residencia representa un “nuevo comienzo “y la oportunidad de criar a sus hijos en un entorno más estable.