Opinión

Europa: pobre mercado de capitales

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Enrico Letta, el concienzudo, dialogante, relajado y europeísta exprimer ministro italiano, pasará la historia por haber puesto su nombre en un informe encargado por la Comisión para sacar a la Unión Europea (UE) de su atonía bajo el criterio de fortalecer el mercado único. El Informe Letta, complementario del Informe Draghi, este centrado en la competitividad, son las dos caras de sendas iniciativas llamadas a insuflar aire, energía y vitalidad a una UE adormecida entre los brazos de su Morfeo regulador y burocrático. Un inciso. Dos italianos, ambos exprimeros ministros, han sido los encargados de tan ambiciosa y crucial iniciativa. En 2010, otro premier italiano, Mario Monti, también dirigió un informe con similares perfiles. ¡Qué tendrá Italia para albergar políticos capaces de concitar ilusión, confianza y cohesión! Son los enigmas de esa Italia llena de contradicciones y paradojas que tanto amamos sus admiradores.

Regresando al punto inicial, el Informe Letta persigue no sólo combatir “la fragmentación del mercado único”, sino la profundización de una unión que fortalezca el mercado financiero europeo y acentúe su homogeneización. Su propuesta se centra fundamentalmente en tres ámbitos: energía, digitalización y finanzas. La Unión del Mercado de Capitales (UMC) lleva años sobre la mesa sin que los 27 sean capaces de ofrecer una solución material. Algo similar ocurre con la ansiada unión bancaria, perseguida, entre otros, por el Banco Central Europeo (BCE).

Mario

Está es una de las razones por las que muchas empresas europeas no sólo se financian en Estados Unidos, sino que trasladan su sede social y legal al otro lado del Atlántico. En España, conocimos el caso Ferrovial, pero en la UE otras muchas han recorrido el mismo camino. La European Round Table (ERT), entidad que agrupa a lo más granado de la industria continental, ha publicado una encuesta que asegura que el 57% de las grandes empresas europeas se plantea mudarse o desplazar inversiones a Estados Unidos en los próximos años.

Las cifras hablan por sí solas. Al inicio de 2025, el 48 por ciento del mercado mundial de acciones se alojaba en Estados Unidos, frente al 12% de la UE más el Reino Unido. La liquidez diaria en 2023 era de 288 mil millones de euros en Estados Unidos por 65 mil millones en Europa. Lo mismo ocurre con el mercado de deuda o los activos financieros. El tamaño americano es 3 o 4 veces superior al europeo.

Por estas razones y estos números, muchas empresas europeas se financian o se desplazan a Estados Unidos. Mejores condiciones, mayor agilidad y diversificación. Esto es consecuencia de características muy distintas en ambos territorios. EEUU tiene un solo mercado nacional, perfectamente integrado. La UE lo tiene fragmentado, con múltiples regulaciones. Frente a la Securities and Exchange Commission (SEC), Europa presenta la European Securities and Markets Authorities (ESMA) y su ejército de reguladores nacionales. El mercado americano es profundo y líquido, mientras el europeo es más pequeño y mucho menos líquido. Las sociedades estadounidenses recurren a bolsa y bonos corporativos, mientras las pymes europeas basan su financiación en créditos bancarios. EEUU es una sociedad con mucho minorista inversor, frente al europeo con escasa cultura bursátil. El 50% de los hogares americanos invierten en acciones o fondos por un 20% de los europeos. Tres cuartas partes de los mismo ocurre con la innovación financiera.

EFE/CATI CLADERA

En pocas palabras, EEUU disfruta de un mercado financiero integrado, profundo, líquido y orientado al mercado. Europa lo tiene fragmentado, complejo en su regulación y muy bancarizado. En los últimos años, muchas empresas europeas han dado el salto al parqué americano. Spotify, Farfech, BioNTech, Birkenstock, Velti o Ferrovial son sólo unos ejemplos.

Junto a ello, aparece la aversión al riesgo y la débil cultura financiera de los europeos. Los europeos somos más ahorradores que los americanos, tan habituados a vivir del crédito. Se calcula que un europeo medio ahorra el 15% de sus ingresos, lo que representa más del triple que el ciudadano americano. Pero esos ahorros, se destinan a productos de bajo riesgo. Se calcula que el 32% lo tienen en efectivo o en depósitos, mientras el americano invierte la mitad de su dinero en renta variable y fondos.

Sin inversión productiva

El problema lo amplia un dato aportado por Christine Lagarde, la presidenta del BCE, que calcula que cada año 300.000 millones de euros vuelan de Europa a Nueva York. Es decir, Europa ahorra, pero no lo transforma en inversión productiva. Y nadie puede olvidar los ya míticos 800.000 millones anuales que el Informe Draghi reclama como necesarios para sacar a Europa de su atonía y desarrollar una tecnología, digitalización, reindustrialización, sistemas de pago y armamento competitivos con los EEUU y con las emergentes China o India.

La Comisión, con su montaña de informes, proyectos, discusiones y regulaciones, han puesto en marcha otra iniciativa. Se llama Unión del Ahorro y la Inversión y nace destinada a conducir los ahorros hacia la inversión. De alguna manera, forma parte de la UMC, ese sueño europeo nacido hace más de veinte años que avanza a ritmo de caracol.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo en rueda de prensa.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo en rueda de prensa
Artículo 14

Suecia ha incorporado a su sistema de pensiones la fórmula americana. En lugar, como es la mentalidad europea, de confiar que el Estado, por un sistema u otro, abone la pensión de la jubilación, incentiva que el ahorro se destine a la inversión en el mercado de capitales, recuperando plusvalías y capital al alcanzar la edad del retiro.

No cabe duda de que la tarea de crear un verdadero mercado de capitales en Europa es ingente y se enfrenta a las visiones estrechas de cada país, que conducen a la fragmentación y la complejidad regulatoria. El futuro y la prosperidad económica europea dependen en buena manera de ello. Si no se consigue, el mundo se inclinará todavía más hacia el otro lado del Atlántico. Y de esto, no tiene la culpa Donald Trump.

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