Consuelo Ordoñez

Consuelo Ordóñez: “Es muy fácil cambiar la historia con un tiro en la nuca”

La presidenta de Covite y hermana del expolítico Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA hace 30 años, reflexiona sobre la vida después de perder a su referente. Una persona de la que heredó su “popularidad” y espíritu luchador: “Estoy convencida de que soy su marioneta”

Consuelo Ordóñez junto a su madre, Consuelo Fenollar, y su hermano, Gregorio Ordóñez. Artículo14

Era septiembre de 1995. Consuelo, como ya hizo en anteriores ocasiones, salió a la calle para manifestarse. Aquella vez era para exigir la liberación del empresario vasco José María Aldaya, secuestrado por la banda terrorista ETA. Junto a ella, “los vascos españoles más valientes que he conocido en mi vida”, señala. Enfrente, una jauría de proetarras.

Los habituales 15 minutos de silencio que protagonizaban aquellas concentraciones, entonces imposibles de cumplirse por los “Gora ETA” y los “ETA, mátalos” que se escuchaban, terminaron con los enérgicos aplausos de aquellos que pedían la liberación del empresario raptado. Un significativo contrarresto frente a los improperios de los proetarras. Fue entonces cuando Consuelo recibió un durísimo golpe en la cabeza. La culpa: un miembro de aquella agresiva manada le lanzó una piedra.

Consuelo se desplomó en el suelo. Junto a ella caía la correa de su perro que había llevado a la manifestación como arma de defensa, pues, irónicamente, confiesa que ese día tenía el presentimiento de que algo la iba a ocurrir. No se lamentaron secuelas psicológicas o algo peor, la muerte. Siete puntos conformaron la cicatriz que ese violento acto dejó.

Fue entonces cuando Consuelo comenzó a dejar de ser Consuelo. Fue aquel día cuando empezó a convertirse en Consuelo Ordóñez, pues ese “punto de inflexión” -la pedrada-, como comenta la actual presidenta de Covite, fue lo que la impulsó a ser una de las activistas más reconocidas de España. Un activismo que inició “sin quererlo”, y el cual la ayudó a transformar el odio en una lucha “constructiva e inteligente”.

Todo ello ocurrió escasos meses después de que su hermano, Gregorio Ordóñez, fuera asesinado el 23 de enero del 1995 por la banda terrorista ETA en La Cepa, un bar situado en la Parte Vieja de San Sebastián. Un evento crucial en la vida de la ahora activista: “Desgraciadamente es muy fácil cambiar el rumbo de la historia con un tiro en la nuca”.

Tumba de Gregorio Ordóñez durante una de las cinco profanaciones que sufrió. Artículo14

“Ahora soy su marioneta”

Cuando Consuelo Ordóñez toma la palabra, le es inevitable hacerlo con un implacable tono. Lo ha hecho con líderes políticos, exministros o diputados, cómo no lo va a hacer en un reportaje periodístico. “Tienes que pisar fuerte”, confiesa. Una actitud rebelde, pero certera en sus acciones, que adoptó de su hermano Gregorio. Y es que por sus palabras, como ella misma relata, el exconcejal del Partido Popular en San Sebastián fue expedientado y tenía “un pie y medio” fuera de la formación antes de recibir un tiro en la cabeza que le dejó sin vida.

De su hermano, como también confiesa, la presidenta de Covite heredó su “popularidad” y su espíritu luchador. “Estoy convencida de que ahora soy su marioneta”, señala.

Pero Consuelo Ordóñez no se ha construido de la noche a la mañana. Los eventos que la hacen ser como es son copiosos. Uno de ellos fue el lanzamiento de siete cócteles molotov a la fachada de su casa en julio del 2000, algo que visionó como el principio de su asesinato: “Es la antesala de que te van a matar”. La hermana del expolítico recuerda que un comando etarra sabía al detalle su horario, a dónde iba o la moto que utilizaba para realizar sus escapadas a Francia. Aquel “marcaje” que le hizo ETA fue idéntico al de José Luis López de Lacalle, periodista del diario El Mundo asesinado.

La banda terrorista finalmente no llegó a materializar lo que Consuelo Ordoñez sentía que podría ocurrir cualquier día. En parte porque posteriormente fue escoltada por la Guardia Civil. Un amparo, denuncia, que se le otorgó después de “haber vivido todo”. En referencia a las múltiples agresiones sufridas antes de recibirlo.

De izquierda a derecha: Gregorio Ordóñez, Consuelo Fenollar y Consuelo Ordóñez. Artículo14

El repudio social

La presidenta de Covite menciona que no es lo mismo ser una víctima de ETA en el País Vasco que en Andalucía o en la Comunidad Valenciana, donde reside actualmente. Para ejemplificarlo menciona una anécdota. Y es que a los pocos días después de asesinar a su hermano, como procuradora que era en Vergara, debía hacer las habituales compras en una papelería de la localidad, donde todos los lugareños sabían quién era ella. Al entrar en el negocio, el dependiente no dijo nada. Fue entonces cuando Consuelo descubrió la verdadera cara de aquel “desgraciado” protagonista. “No me dio el pésame. No lo sentía, sino todo lo contrario”. Y así con multiplicidad de personas, agrega.

La población guipuzcoana, que por entonces era un “nido de proetarras”, se convirtió en un infierno para Consuelo Ordóñez. Mientras su vida iba siendo raudamente asolada por la oscuridad, dos compañeros de trabajo fueron claves para que ella diera un paso necesario: salir de Vergara. “Me sacaron fuera del juzgado y me dijeron: ‘Te tienes que ir de aquí'”. “Me lo tomé en serio”, añade.

Aunque durante aquella agónica situación el hecho más difícil de llevar para la activista fue descubrir la falsedad que mostraron sus amigas. “Eso no lo descubres en los primeros meses o en los primeros años”. Aquella soledad se fue forjando a fuego lento.

Por ejemplo, en una de las salidas que Consuelo Ordóñez hizo junto a su cuadrilla -ya cuando su nombre resonaba-, volvió a sufrir una agresión; recibió un botellazo en la Parte Vieja de San Sebastián. De hecho, fue a raíz de ello cuando comenzó a darse cuenta de la realidad. Y es que en las ulteriores quedadas con sus amigas se encontró carteles en los que se apreciaba una fotografía suya y de Fernando Savater rodeadas por el objetivo de un arma. También dio con gente que le decía: “Ordóñez a Polloe (el cementerio de la ciudad)” u: “Ordóñez, valiente”.

Cartel donde se muestra a Consuelo Ordóñez y a Fernando Savater rodeados por el objetivo de un arma. Artículo14

Debido a la peligrosidad de aquel ambiente la activista les pidió a sus amigas no seguir yendo a la Parte Vieja, pero no le hicieron caso. Sus hábitos no cambiaron. “Yo para ellas era molesta. Les importaba una mierda. El problema era mío”.

Tras su experiencia laboral en Vergara la presidenta de Covite recaló en Tolosa. Y aunque el ambiente era totalmente diferente, pues la gente en el trabajo se mostraba mucho más cercana y apacible, la situación económica era la misma. Como procuradora, los abogados eran sus clientes. Además eran los propios abogados quienes tenían que pedir a aquellos a los que representaban legalmente que hicieran un poder a favor de los procuradores. Algo que esos clientes no veían con buenos ojos debido a su nombre: Consuelo Ordóñez.

Paradójicamente, ni la violencia, ni los cócteles Molotov, ni las amenazas pudieron echarla del País Vasco. Lo triste, en palabras de la activista, fue tener que marcharse debido a aquel inasumible aislamiento económico. “Nunca he tenido que tomar una decisión tan triste”, apunta. Era agosto del 2003.

Víctimas de ETA y política

Las tres décadas transcurridas desde el asesinato de Gregorio le han permitido a su hermana forjar un escudo a prueba de políticos. Consuelo Ordóñez recuerda que mientras el exteniente de alcalde de San Sebastián aún vivía, “ella era la persona que menos conocía sobre su vida política”. Fue ya después del asesinato cuando entendió por qué él la quiso mantener al margen. Es por ello que 30 años después de aquel fulminante balazo sigue peleando contra la clase política, ejerciendo el activismo “como deber ser”: “El activismo es ser libre e independiente. Además, te hace denunciar las injusticias por el interés de los derechos de las víctimas, sin importar el color político”.

Hace aquí Consuelo Ordóñez un largo inciso para explicar su rechazo a la política y a sus integrantes. Concretamente, sitúa el relato a principios de la pasada década.

Debido a la coyuntura temporal, los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy cobraron un relevante papel durante el final de ETA. Es bajo este pretexto que la presidenta de Covite denuncia el pacto de Estado argüido, a puerta cerrada, en 2010 por el dirigente socialista y el popular para disolver a la banda terrorista. Aunque para ella la palabra disolución es un término vilmente elegido para describir aquella conclusión. Ella señala que los dos exlíderes del Ejecutivo no coincidieron en la idea de disolver a la banda terrorista, sino que concurrieron en cumplir las tres exigencias para que esta desapareciera. “En 2010 Rajoy y Zapatero pactan las mentiras que van a contar y las trampas al Estado de derecho que van a realizar para poder satisfacer las exigencias de ETA”.

¿Y cuáles fueron aquellas demandas? “La legalización del brazo político de la banda terrorista, un final sin vencedores ni vencidos y las excarcelaciones y no detenciones”. La primera, precisa la presidenta de Covite, se hizo efectiva en 2012 cuando el Tribunal Constitucional legalizó la formación Sortu. La segunda y la tercera se entremezclan. Responden, por un lado, al vaciamiento de las cárceles de los presos etarras de la forma en la que el mencionado brazo político lo demanda -sin exigirles arrepentimiento por sus acciones, “incumpliendo así con la ley”-. Y por otro lado atienden a la concesión de terceros grados “fraudulentos”, los cuales, precisa, deben ir acompañados de ese perdón.

Para dar a conocer cómo se cumplió esta lista de demandas, Consuelo Ordóñez comienza señalando la negociación de Zapatero con la banda terrorista: “No engañó a nadie. Dijo que iba a acabar con ETA negociando, y nos radió toda la negociación”. Mientras este episodio ocurría, el PP, con Rajoy a la cabeza, “utilizaba ese tema para hacer oposición”, señala. Un acto de hipocresía para la presidenta de Covite, puesto que cuando gobernó, el líder popular “cumplió lo que Zapatero negoció con ETA”. Es decir, “sus tres exigencias”. “Nosotros contaremos siempre la verdad. Una verdad tan incómoda para Zapatero como para Rajoy”, expresa.

Es debido a ello por lo que a la hermana de Gregorio le “indignan estos especímenes”, en referencia a los políticos y a la utilización que después han hecho de la figura del expolítico asesinado. “Personas que no le conocían, que están en las antípodas de lo que era él y que banalizan a las víctimas del terrorismo todos los días”.

Para Consuelo Ordóñez el fin de la banda terrorista no debió negociarse por los cauces políticos. Es en este punto donde se pregunta: “¿Quién tiene que protagonizar la disolución de una banda terrorista en un país democrático?” Y contesta: “Las fuerzas y cuerpos de seguridad”. “Nuestros gobernantes no nos deben nada”, apostilla.

Consuelo, de pequeña, viendo como su hermano, Gregorio, se aleja. Artículo14

Gregorio y los Goya

No puede terminar la conversación sin hablar sobre la recreación del asesinato de el que estaba llamado a ser el próximo regidor de San Sebastián en La Infiltrada, la multinominada película en los próximos Goya. Sobre si está a favor o no de esa escena, la activista es tajante: “Yo sentí especial alegría cuando me lo dijeron. Soy partidaria de mostrar la dureza”. Y no solo por el hecho de que el largometraje muestra ese asesinato de su hermano, sino por la crudeza y realidad que transmiten estas imágenes. “Si tú le pegas un tiro en la nuca a una persona, se desploma, sangra, se le cambia la cara y muere”, dice.

Es debido a ello por lo que lanza dos preguntas: “¿Cuándo empezó a cambiar el terrorismo en este país? ¿Cuándo trascendió de nuestras fronteras el terrorismo de ETA? Cuando salieron las imágenes del atentado de Irene Villa”, quien, por cierto, indica Consuelo Ordóñez, también es partidaria de mostrar la dureza y crueldad del terrorismo en las imágenes.

La presidenta de Covite precisa que las personas solo se conmueven y reaccionan cuando ven la “cruda realidad”. Y vuelve a emitir una cuestión: “¿Cuándo empezamos a tener dimensión de todos los refugiados que se estaban yendo de la guerra siria? Cuando vimos la fotografía del niño muerto en la playa. Dio la vuelta al mundo”, sentencia.

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