Tribuna
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Sólo un 1%…

Cuarenta y seis víctimas a la intemperie y en riesgo cierto de ser asesinadas por la imperdonable negligencia de un Gobierno gangrenado y crepuscular. “Sólo un uno por ciento”, grita la ministra de Igualdad. Y con qué imperdonable desparpajo. En Pedro Sánchez y en sus autómatas de la mentira -un ejército robotizado del que ya forma parte también, lamentablemente, la ministra Redondo- cada vez más españoles perciben que nada ni nadie les importan más allá de la militancia ciega; ni siquiera las víctimas de esa lacra que es la violencia machista. Hundidos como están en la sima de los prostíbulos, del trato a las mujeres como mercancía y de una cada vez menos presunta corrupción sistémica y estructural, ponen siempre por delante de todo el carné del sanchismo, el mangoneo, la desfachatez, la poltrona. Lo revela su lenguaje corporal y gestual; transmiten cinismo e impostura. Ni sienten Gaza -como no sentían el Sahara-, ni ahora, Ana Redondo, puede pretender que se preocupa por las mujeres a las que ha abandonado a su suerte y a las que despacha con la frase de la infamia: “Sólo un uno por ciento”.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Igualdad, Ana Redondo.
EFE

De ser así, de sólo haber puesto en peligro a ese 1%, por más que haya quien asegura que lo estaban todas, ¡TODAS!, y que lo estaremos todos mientras Pedro Sánchez siga en La Moncloa, pensemos en esas cuarenta y seis vidas atenazadas por la angustia y el miedo; una, dos, tres, cuatro… hasta cuarenta y seis. Mujeres extremadamente vulnerables que se creían protegidas por quienes tenían la obligación de hacerlo y estaban a merced de sus maltratadores: en una situación de peligro extremo, primero, por la incuria en la gestión del sistema de protección y la compra de las pulseras defectuosas y, después, por el silencio espeso del Ministerio: lo sabían, y lo callaron. Se lo había advertido el Observatorio contra la Violencia de Género hace muchos meses y, entre tener un problema de opinión pública o poner a salvo a las víctimas, no eligieron nada. Qué barato venden su feminismo; a precio de Ali-Express. Sumidos como están en una espiral de falsedades e insensibilidad, terminan por mostrarse al mundo como lo que verdaderamente son: “Si quieren ayuda, que la pidan”, “Yo estoy bien”, “la Carlota se enrolla que te cagas”. Y ahora, en boca de la ministra: “Sólo un uno por ciento”.

EFE/ Juanjo Martín

La gangrena sanchista, con penetración en todas las instituciones, es paradigmática en este caso: una ministra que hace la peor política posible en vez de proteger a las mujeres, una apisonadora propagandística que se pone en marcha y un fiscal que la secunda. La que debió de montar García Ortiz en la Fiscalía. ¡Pobres trabajadores de la Fiscalía! Tan centrado como estaba él en cómo salir del hoyo de su procesamiento, se le escapó el control de una brecha en su impoluta y vergonzante hoja de servicios al amado líder. Resulta que funcionarios honestos habían puesto negro sobre blanco en una memoria -como era su obligación- la desprotección de las víctimas de violencia machista, y el asunto saltó a los medios (que ellos dirán que se revuelcan en el fango). Son de imaginar los gritos e imprecaciones: los de Pedro, los de Félix, y los del propio fiscal a sus subordinados. Pero el empeño es vano: lo sabemos ya todos los españoles; lo saben todas las españolas; y no hay vuelta atrás ni comunicado de la Fiscalía que lo arregle.

Ministra, además de volver a Valladolid y dejar unas responsabilidades que no ha sabido entender nunca, mírese en el espejo, hágalo, y piense si, visto lo visto, no siente, pero de verdad, “vergüenza”.