¡No puedo más! Si hubiese una báscula para pesar en ella todo lo que encierra ese “no puedo más” de una madre saturada, se produciría un error de sobrecarga, un apagado automático para proteger los sensores. Tareas pendientes, responsabilidades domésticas y laborales, renuncias, cansancio, insomnio, mandatos, culpas, números casi siempre en rojo y expectativas imposibles. La báscula trataría de aguantar, recalibraría, pero llegaría un punto de apagado total.
No existe báscula porque el peso de la maternidad es invisible y, aunque la hubiera, no lo podría sostener. Presiona sobre la madre con toneladas de fuerza, sin que nadie más la sienta y lo que asoma es mínimo. Hasta que grita ¡No puedo más!, hay un silencio que parece liviano, pero contiene mucha tensión inmaterial, intangible. Ni se ve ni se toca, tal vez porque ella misma piensa que tiene que ser así, que sin ella todo flotaría en el mismísimo caos.
El club de Malasmadres ha querido dar voz y visibilizar la falta de sueño, las exigencias, los miedos, las dudas constantes sobre si lo estamos haciendo bien, mal o regular, el inmenso amor a los hijos que frenan las ganas de salir corriendo. Con su informe El peso invisible de la maternidad, elaborado por la asociación Yo No Renuncio y presentado ayer en Madrid, quieren que quede escrito y no solo contado. Y lo que dicen es revelador: ocho de cada diez mujeres toman decisiones que afectan a su trayectoria profesional al ser madres; el 86% asume en solitario la organización del hogar y tres de cada cuatro siente que su salud física o mental se ha deteriorado por intentar conciliar.
Juzgadas y menospreciadas en el trabajo
“Un año más, nuestro informe confirma lo que llevamos años denunciando: el problema no somos las madres, es un sistema que nos deja solas, agotadas y culpables. El balance es claro y contundente: nada ha cambiado lo suficiente. Diez años después seguimos arrastrando un modelo laboral que hace de la maternidad una carrera de obstáculos y de renuncias”, valora para Artículo 14 Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres.

“La fotografía cambia de matices, pero no de fondo. Si en 2015 hablábamos de falta de tiempo y doble jornada, en 2025 hablamos de sobrecarga mental, ansiedad, pérdidas salariales y un sentimiento de soledad que ya se ha normalizado”, continúa. En el ámbito laboral, el 82% de las mujeres ha renunciado de alguna manera al convertirse en madres. Más de la mitad de las encuestadas se ha sentido juzgada en el trabajo tras la maternidad. Un 44% se ha sentido menos valorada profesionalmente. Otro 44% ha recibido comentarios de sus compañeros/as que reforzaban ese juicio. Un 43% afirma que las decisiones tomadas por la empresa tras su maternidad le hicieron sentirse penalizada. Nueve de cada diez no han usado los nuevos permisos de cuidado y el mismo porcentaje reconoce que sus relaciones sexuales han disminuido tras ser madres
Baena cree que los avances legislativos han sido insuficientes: “Las medidas no se aplican, no se conocen, o no están pensadas desde la realidad de las madres. Por ejemplo, una cifra que nos ha llamado especialmente la atención es que 9 de cada 10 mujeres no han usado el permiso paternal sin retribución de 8 semanas porque no lo pueden asumir”.
La carga mental nunca descansa
El peso invisible empieza en la mente. “No solo pesa lo que se hace, pesa lo que se piensa: anticipar, coordinar, prever, sostener, contener… El 86% de las mujeres que conviven en pareja llevan la carga mental del hogar”. Esa carga mental, dice, nunca descansa. “Te sigue al trabajo, al dormitorio y hasta a los sueños. Y lo más grave: es la que nadie ve, nadie reconoce y nadie alivia, y sin embargo es la que más factura pasa a la salud emocional y a la física con problemas de ansiedad, insomnio y enfermedades crónicas”.

Antes de ser madres, el 71% espera un reparto más equitativo del cuidado. “Después descubren que no era una cuestión de instinto, sino de roles de género profundamente arraigados. El peso invisible no es inherente a la maternidad, es inherente a un modelo social que sigue asignando a las mujeres la responsabilidad de sostener la vida. No nace con nosotras: lo heredamos, lo asumimos y lo pagamos”.
“El cuerpo habla cuando el sistema calla”
Las consecuencias no se hacen esperar. Tres de cada cuatro mujeres declaran, en el informe presentado, impacto moderado o severo en su salud por intentar conciliar: ansiedad, agotamiento extremo, insomnio, dolor físico… “El cuerpo habla cuando el sistema calla”, zanja Baena. Un 51% presenta síntomas de cansancio y malestar frecuentes y un 22% ha experimentado ansiedad, depresión o problemas físicos. Solo un 2% afirma que su salud no se ha visto afectada nunca.
Las generaciones más jóvenes ya no normalizan este malestar; lo nombran, pero siguen sin contar con el apoyo necesario. “La pobreza del tiempo, la soledad y la presión de hacerlo todo perfecto son una bomba emocional”. Frente a esta realidad, la presión añadida de las redes sociales y las expectativas irreales. “El Club de Malasmadres llevamos años desmontando la maternidad idealizada, pero los mandatos siguen ahí: la madre perfecta, la casa perfecta, la conciliación perfecta. Lo que sí hemos logrado es poner palabras al malestar y construir una comunidad donde las mujeres dejamos de sentirnos raras o culpables. Pero mientras las políticas públicas no acompañen, la presión social y emocional seguirá pesando más sobre nosotras que sobre nadie”.

Persiste el miedo a soltar esas cargas por miedo a ser criticada o sentirse mala madre. “El sistema nos ha enseñado que una buena madre lo hace todo, lo sabe todo y no se queja. Porque cuando soltamos, alguien nos señala. Y porque seguimos sin una corresponsabilidad real”.
El 45% de las madres que han respondido a la encuesta, en la que han participado más de 20.000 mujeres, siente que su pareja solo reconoce su esfuerzo “a veces”. El 41% de ellas afirma que su pareja escucha, pero no actúa, y el 66% se siente sola incluso teniendo pareja”. “No soltamos porque cuando soltamos… todo cae. Y porque nadie nos ha enseñado que pedir ayuda también es cuidar”.
¿Qué está pasando?
La EAE Business School ha fijado también en papel el peso invisible de la maternidad con algunos datos que delatan que la conciliación está muy lejos de ser paritaria. Sus resultados no distan del informe presentado por Malasmadres. El 70% de las excedencias por cuidados recae en las mujeres; una de cada dos mujeres ve modificada su trayectoria profesional con la llegada de los hijos, frente al 8% de los hombres que se convierten en padres; el 16,5% opta por un trabajo a tiempo parcial por cuidados, frente al 3,4% de los hombres. El 41% de las mujeres se plantea emprender para lograr flexibilidad; de las que lo hacen, un 74% consigue mayor flexibilidad y un 59% alcanza libertad económica.

El estudio, presentado esta semana, refleja también que “la conciliación de la vida laboral, familiar y personal ha dejado de ser un asunto privado para convertirse en un eje central del modelo social y productivo. Reduce el absentismo, retiene talento cualificado y fomenta la innovación, consolidándose como ventaja competitiva para las empresas”. Igual que el Club de Malasmadres, sus autores ponen el foco sobre la falta de corresponsabilidad en el cuidado de hijos y mayores, un freno claro al desarrollo profesional femenino que repercute en el salario, las oportunidades de ascenso y la estabilidad profesional.
La business school constata que “hay menor crecimiento salarial, menos ascensos y peores evaluaciones para quienes se acogen a permisos o fórmulas flexibles, lo que alimenta un estigma negativo en torno a las políticas de conciliación, tanto en las empresas como en los hogares”.

