Estas últimas semanas no han saltado únicamente fontaneras y empresarios venidos a menos a la fama. Cada día nos trae su mezcla de comedia, extravagancia y sorpresa. Ante la velocidad con la que transcurren las cosas, es difícil cubrir toda la información y hacerse una idea clara.
Si hace muy pocos días os hablaba de los peligros de las filtraciones de WhatsApp y cómo evitarlos en nuestro día a día, hoy os traigo el asunto de un joven que fue recientemente arrestado tras grabar a más de doscientas mujeres desprevenidas. ¿Y el motivo de sus filmaciones? Capturar cientos de situaciones reales para destacar sus dotes de seductor en entornos virtuales.
No solo quería ser reconocido por su talento para ligar y por su prosa, también aprovechaba para vender sus cursos para solteros en busca de esposa. Las conversaciones, a menudo forzadas, se convertían en contenidos en pequeñas píldoras que luego empaquetaba en un completo máster para, supuestamente, encontrar tu alma gemela.
Estos talleres virtuales, filmados sin autorización de sus cobayas, no solo generan repulso y sentimiento de engaño, sino que también abren un debate ético. ¿Dónde queda la frontera entre vida privada y pública en un entorno rodeado de cámaras? Un entorno donde, de la noche a la mañana, nos podemos convertir en los auténticos protagonistas en redes sociales o de las principales portadas.
Gafas y móviles inteligentes, consentimientos ausentes
Según fuentes policiales, el joven (de quien no han trascendido más datos personales) utilizaba las llamadas Ray-Ban Stories (de la empresa Meta, propietaria de Facebook, Instagram, WhatsApp, etc.) para grabar encuentros aleatorios en entornos públicos, donde interpretaba su papel de seductor para luego erigirse en redes como un mentor. Les preguntaba por datos de su vida privada, su nacionalidad, residencia, el motivo por el cual se encontraban paseando por Barcelona, a qué se dedicaban o incluso si estaban solas.
Dichas gafas disponen de una minicámara en la montura negra, que la hace prácticamente imperceptible si no eres un entendido. A pesar de su relativamente económico precio, no son aún tan comunes en entornos urbanos, pero podrían llegar a serlo.
El asunto saltó finalmente a la luz cuando mujeres se enteraron de su presencia en algunos de esos fascículos virtuales, a través de amigos y familiares. El hombre denunciado por las afectadas ha sido finalmente detenido, a la espera de un más que probable juicio. Paradójicamente, el supuesto love coach ha visto la cantidad de visionados de sus vídeos multiplicarse exponencialmente, apoyados por el morbo en redes.

Rodeados de cámaras y vigilantes
No es necesario ser un personaje público, un actor o tener fama para ser constantemente grabado por cuenta ajena. En España, se estima que existen alrededor de un millón de cámaras de videovigilancia distribuidas en entornos públicos y privados. Es imposible que des un paso por la calle, en el metro, en un establecimiento, aparcamiento o discoteca, sin que algo esté monitorizando tus idas y venidas. Por un lado, puede generar una sensación de seguridad, por otro una pérdida de libertad de movimiento y privacidad.
Pero ahí no acaba todo, existen más de 60 millones de teléfonos móviles capaces de grabar situaciones públicas y privadas todo el día. Las redes sociales y su adicción para compartir todo a cualquier hora han normalizado su uso y nos han hecho aceptar formar parte de los archivos gráficos de otras personas. A menudo nos olvidamos de su presencia, a veces no nos hace tanta gracia, pero aceptamos finalmente salir de fondo en la fotografía de unos desconocidos, en un concierto o en una feria.
Y es que nunca ha sido tan fácil (rápido y barato) grabar, editar y difundir ese material caído en nuestras manos. Lo que se capta en unos segundos, puede viralizarse en redes y arruinar reputaciones en unos minutos. Nos hemos convertido todos en cronistas o creadores de contenidos, con nuestras GoPro, drones y nuestros teléfonos, sin pensar en los demás y sus derechos. Las diminutas cámaras se han vuelto tan inocuas que puedes verte retratado en vídeos de cualquier cámara de seguridad en entornos urbanos o incluso domésticos. ¿En cuántos servidores estará la huella de tus pasos, sin tú saberlo?
Grabar sin permiso tiene consecuencias
Aunque desconocida, en nuestro país, la ley es bastante clara. Grabar a personas en espacios públicos es legal, siempre y cuando no vulneren derechos fundamentales, especialmente el derecho a la intimidad o la propia imagen. Recuerdo cómo una amiga fotógrafa, con una gran sensibilidad en retratar románticos besos de parejas desconocidas, tuvo que retirar de una exposición alguna instantánea. Lo que puede ser considerado como arte, puede también herir sensibilidades o comprometer la vida privada de algunos amantes.
Si en tus fotografías o videos aparecen personas identificables, deberías pedir su consentimiento expreso para difundir esas imágenes, sean o no sean tomadas en espacios públicos y al aire libre. En algunos países está muy mal visto capturar gráficamente a personas por la calle, en el nuestro se ha convertido en algo ya habitual, aunque cuestionable.
Si grabar sin avisar puede caer en lo aceptable, publicar el contenido sin permiso es claramente ilegal y puede conllevar sanciones, aunque luego muchos evitan meterse en denuncias, quebraderos de cabeza y responsabilidades penales. No obstante, es bueno saber que La Ley Orgánica de Protección de Datos (y la normativa europea) protegen especialmente el uso de la imagen como un dato personal sensible.
Tampoco grabar a famosos y personajes públicos te exime de responsabilidades. Se puede captar y difundir imágenes de una persona conocida si se encuentra en un espacio público y conlleva una faceta informativa. Fuera de esa coyuntura, podría ser considerado como un comportamiento intrusivo y ser denunciado y sancionado.
En el caso de nuestro experto digital en técnicas de seducción y enamoramiento, el hecho de que usara el material grabado con fines comerciales puede agravar aún más la situación en los tribunales. Su comportamiento no solo vulnera el derecho a la intimidad de las personas, sino que lo hace para lucrarse ilícitamente.

La privacidad como nuevo lujo
¿Qué pasa si quisiera pasar el fin de semana tranquilo, sin tener que dar explicaciones de con quién estoy y dónde me he ido? Cada vez es más difícil hacerles entender, incluso a los amigos, que no queremos aparecer en redes, y tener que explicar los motivos.
En algunas situaciones vinculando con celebridades, he preferido adelantarme con una pauta de “hoy día sin fotos, ni redes”. Pero es verdad que, por inercia, tendemos todos a sacar el móvil y querer plasmar cualquier encuentro en una instantánea.
A los efectos de la pérdida de privacidad, se equilibran con historias inspiradoras como la de aquella mujer tailandesa retratada por un TikToker que le cambió la vida, pero, por lo general, son casos excepcionales y tienes más posibilidades de convertirte en un meme.
Vivimos una era donde la privacidad se ha convertido en todo un lujo, y el consentimiento, un derecho en riesgo.