Generación conectada Phil González
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

WhatsApp: ¿cómo evitar las filtraciones de tu vida privada?

No hace falta ser un bocazas, sufrir el acoso de un paparazzi o un espía para acabar en el epicentro de una tormenta mediática, sea amorosa o política. Basta con tener WhatsApp (u otra app de esta categoría) para que tu destino salga corriendo a rienda suelta. Si compartir con amigos, unas fotos u audios a deshoras etílicas podían ser “de por sí” arriesgados, hoy hablar de temas serios por canales digitales se ha convertido en algo temerario.

En estos tiempos veloces, las palabras pueden volar más rápido que las entradas de Bad Bunny o que un video de Ibai poniéndose atlético. El caso es que llevamos unas cuantas semanas de actualidad frenética donde las filtraciones de mensajería se han convertido en las auténticas protagonistas. Pantallazos aquí, pantallazos allá, nadie se disculpa, ni de injurias ni calumnias, solo argumentado que es ilegal y que eso no debería haber salido de casa.

Desde conversaciones de presidentes, futbolistas, políticos o actores, el filtrado de conversaciones privadas está acaparando diariamente los titulares. Basta con consultar el buscador de cualquier medio para ver que nadie se salva de esas preocupaciones. Cada nuevo goteo parece un gancho de boxeo, la reciente intriga de una nueva serie de televisión, el descrédito de una institución. Pero no solo los personajes públicos se ven afectados. En la era del “reenviar” sin tapujos, nadie está a salvo de pagar en algún momento el pato, por una maniobra inconsciente o la deslealtad de uno de tus contactos.

Deberíamos aprender todos algo de esta sucesión de fugas para evitar que todo esto, algún día, se reproduzca. Reconocer humildemente incluso, nuestro gran desconocimiento del uso de estas herramientas de intercambio. La mensajería instantánea, destinada inicialmente a facilitarnos la vida, está convirtiéndose en un potencial peligro si no se usa con un mínimo de cautela y sosiego.

¿Mensajería instantánea o incontrolable ruleta rusa?

No nos damos cuenta de cómo estas aplicaciones han cambiado nuestras vidas. Nos ofrecen una comunicación interpersonal directa, rápida y gratuita, una gran ayuda, unos momentos de entretenimiento en nuestra soledad nocturna y muchas risas entre amigas. Nos permiten citar a amigos para tomar unas cañas o felicitar el año nuevo en cascada. Se han convertido en tan insustituibles y necesarias que ya no somos conscientes de los riesgos subyacentes que todo eso comporta. Messenger, Telegram o WhatsApp se han convertido en unos coladeros de información privada.

Año Nuevo y tecnología

Aunque la mayoría de las apps asegura que nadie más que tú (y tu interlocutor) puede leer lo que se transcriba, la realidad es que toda información es susceptible de ser capturada y reenviada. Independientemente de las potenciales carencias de la tecnología, hay algo llamado sentido común y es lo que siempre nos flaquea. La gente comparte cualquier cosa, sin darse cuenta, de que ese “algo” podría seguir su camino durante cierto tiempo por distintos foros y charlas. La falta de contexto es otro factor peligroso, ya que borra por completo intención, matices y tonos. Lo que pretende trasladarse con humor o ironía, puede ser entendido, algún día, como un insulto o una ofensa.

Alternativas a la todopoderosa WhatsApp, hay algunas, aunque la app de Meta hoy es la más conveniente para todos ya que es la de mayor uso y popularidad. Cambiarte a otra aplicación es tener que volver a buscar todos tus contactos y animarles a pasarse a la nueva plataforma. Algo impensable, hoy en día.

Telegram, fundada por un joven y desconfiado ruso, promete, desde hace años, ofrecer unos chats confidenciales y de seguridad inquebrantables, hasta mensajes que se autodestruyen, aunque la mayoría de sus usuarios los desconocen o pasan de ello. Aunque sea considerada como la herramienta más “segura y privada”, no te asegura nunca que alguien te pinte la cara. De hecho, es considerada como el epicentro de cientos de actividades ilegales y delictivas.

Los más paranoicos usan Signal, una app con pocos millones de usuarios en el mundo, con cifrado de extremo a extremo, y código abierto. Ha recibido el beneplácito de activistas, periodistas, políticos hartos de ver publicadas sus conversaciones en los medios, aunque recientemente la app puso en jaque a Trump y su propio gobierno, ya que nada te asegura de que hayas incluido a algún destinatario equivocado y sea quién lo haya filtrado todo.

En algunos países, como Alemania o Francia, se han desarrollado herramientas estatales para intercambiar secretos de gobierno y evitar precisamente algún incómodo “momento Villarejo”. Pero lo mismo, nadie puede asegurarte dormir tranquilo cuando hay muchos intereses en juego. En España, en cambio, el WhatsApp parece ser el instrumento favorito, tanto para amigos, familias y asuntos políticos delicados, nuestra radio macuto, nuestra ruleta rusa, nuestro juego más peligroso.

¿Cómo evitar salir perjudicado?

Recuerdo cómo, siendo un niño, me afectaba cualquier comentario poniendo en mi boca, una opinión que no era mía. Todos hemos caído en la tentación de contar algo, sin tener pruebas ni convicción, para dar de qué hablar, hacerse el interesante o inventarse alguna ficción. Lo mejor es siempre compartir asuntos delicados con un grupo reducido de personas y de confianza más que contrastada, sea de viva voz o por estos canales de nuestra vida moderna. Se dice siempre que “el sentido común es el menos común de los sentidos” y es verdad que nos falta a todos cierta cautela e intelecto, antes de contar algo.

Tanto en Android como en Iphone es posible realizar una llamada a través de número privado.

La primera regla sería la de no escribir nada que no pueda ser leído en voz alta en una sala repleta de personas ajenas. Si te diera vergüenza o lo vieras desplazado, probablemente no deberías enviarlo. Cuanto más delicado sea el asunto, más deberías detenerte en pensarlo. Cuando debas opinar de temas sensibles (sean profesionales o sentimentales) opta mejor por una llamada o canales tradicionales. No seas impaciente y háblalo en la confidencia de un encuentro 100% fiable. Asegúrate, con la experiencia de varios años, de que es un amigo de quien puedes fiarte.

La segunda, y tampoco es relacionada directamente con el uso de estas redes, sino con nuestros comportamientos erráticos, es evitar hablar de terceros como si nunca fueran a enterarse. En la era de los screenshots (capturas de pantalla) todo se sabe y causa estragos. Si eres empresario, famoso o político deberás ser aún más cauteloso con lo que compartes, en qué momento y dónde.

La tercera regla sería la de tener mucho cuidado con los audios y vídeos. La gente tiende a hablar más de la cuenta y soltarte todo su rollo a la oreja o pasar contenidos que son de juzgado de guardia. Cuando crees que tu voz nunca será escuchada más allá de esa etapa, aparece en cualquier foro, arruinando tu reputación o carrera. Si envías algo muy íntimo, por amor o por morbo, lo entiendo, pero asegúrate de que sean mensajes temporales y de único visionado. Aunque no tenga que ver directamente con los chats privados, también te recuerdo que los contenidos más comprometidos deberían conservarse en el carrete llamado “ocultos”. Deberíais implementar, desde ya, un código de acceso a la mensajería para evitar la consulta de cualquier cotilla. A nuestro nivel de ciudadano, debemos tener en cuenta que la venta (o robo) de tu teléfono debería significar su completo borrado, “reseteándolo” por completo

Otra regla de oro sería la de aprender a gestionar los distintos grupos. No siempre conviene mezclar familia con gente del trabajo, a tus jefes con amigos del barrio. Las conversaciones y conductas pueden ser tan diferentes y equivocas que las bromas no son entendidas nunca de la misma forma. También añadiría el evitar responder en caliente, pensarlo bien antes, así no te arrepientes.

Luego existen meteduras de pata de todo tipo. Desde contestar a una persona o en una ventana equivocada, mandar una crítica directa a la persona (a la cual criticabas) en vez de a tu mejor amiga o compartir una serie de fotos donde un amante se colaba. Las situaciones rocambolescas pueden superar el ingenio y creatividad de cualquier guionista.

La historia se repite, no hay manera

Desde amoríos, chantajes emocionales a conflictos, la historia está llena de misivas y mensajes filtrados. Desde cartas interceptadas y vendidas al enemigo, al caso Watergate que tambaleó Estados Unidos, o también el caso Assange y el más reciente del PSOE. No es algo nuevo y se ha ya constantemente novelado. Hoy la tecnología ha avanzado tanto que cualquier hijo de vecino puede convertirse en un espía, un delator o tu potencial enemigo.

Vivimos una loca época de sobre exposición mediática dónde cualquier dirigente, su exsocio, amante o secretaria, pueden saltar sin querer, de un minuto a otro, a la palestra. Cuanto más arriba en la pirámide, menos mensajes deberían difundirse y en menos escándalos tratar de estar involucrada la cúspide. Las personas que se dediquen a la justicia también deberían ser los primeros en saber que, en Estados Unidos, las redes sociales tienen que conservar “por ley” todo tipo de comunicaciones y eso pasado varios meses. Aunque borres algún tipo de conversación de Facebook, Instagram o WhatsApp, las plataformas y redes se ven obligadas legalmente a conservar todas las pruebas, en caso de que sean requeridas para cualquier pleito ante la justicia. De hecho, se les ha pedido recientemente, devolver a España un contenido borrado de varios dispositivos, por “casualidad”. Ya veremos como acaba la cosa.

Mientras nuestros móviles se empeñan en proteger nuestra privacidad a través de huellas dactilares y complicadas contraseñas, resulta que los que más exponemos nuestra intimidad somos nosotros, con errores que ni un adolescente cometería ya.

TAGS DE ESTA NOTICIA