El calendario litúrgico de la Iglesia Católica dedica cada jornada del año a la memoria de figuras que destacaron por su fe, su entrega o su testimonio de vida. Este miércoles 12 de noviembre no es una excepción: la fecha conmemora a varios santos y beatos, entre los que sobresalen San Josafat Kuncewicz y San Emiliano de la Cogolla, además de otros nombres menos conocidos pero igualmente significativos.
En una tradición que une historia, espiritualidad y cultura popular, el santoral continúa siendo un punto de referencia para millones de personas, tanto por devoción como por costumbre: es el día en que muchos celebran su onomástica o “día del santo”.
San Josafat Kuncewicz, símbolo de la unidad
El principal santo del 12 de noviembre es San Josafat Kuncewicz, arzobispo y mártir nacido hacia 1580 en la región de Volinia, actual Ucrania. Educado en un entorno de tensiones religiosas entre las iglesias católica y ortodoxa, Josafat dedicó su vida a tender puentes entre ambas tradiciones.
Ingresó en la vida monástica en Vilna y más tarde fue nombrado arzobispo de Polotsk. Su labor pastoral se centró en promover la unidad entre los fieles del rito bizantino y la Iglesia de Roma, un empeño que lo convirtió en una figura polémica y, finalmente, en víctima de su tiempo. En 1623 fue asesinado durante un levantamiento contra sus reformas eclesiásticas.
Hoy, su figura representa la reconciliación y el diálogo ecuménico entre Oriente y Occidente. Su festividad es una invitación a la tolerancia religiosa y al entendimiento mutuo en un mundo que aún lucha por superar las divisiones.
San Emiliano de la Cogolla, el santo del silencio
Junto a San Josafat, el santoral de este día recuerda también a San Emiliano de la Cogolla, conocido cariñosamente como San Millán. Nació en la actual comunidad de La Rioja hacia el siglo V y vivió como pastor antes de consagrarse a la vida religiosa.
Emiliano se retiró a una cueva en los montes riojanos, donde llevó una existencia de oración y penitencia. Su ejemplo atrajo a numerosos discípulos, dando origen al famoso Monasterio de Suso, lugar que más tarde se convertiría en uno de los centros espirituales y culturales más importantes de la península ibérica.
Considerado patrón de los ermitaños y símbolo de la vida humilde, San Emiliano representa la fe sencilla y contemplativa, aquella que encuentra en el silencio y la naturaleza un camino hacia lo divino. Su memoria se celebra especialmente en el norte de España, donde su figura sigue muy arraigada.
Otros santos del 12 de noviembre
El calendario de hoy incluye también otras conmemoraciones, entre ellas:
- Santa Agustina Pietrantoni, religiosa italiana del siglo XIX, reconocida por su entrega en el cuidado de enfermos y su trágico martirio.
- San Cuniberto de Colonia, obispo del siglo VII que destacó por su labor evangelizadora en tierras germánicas.
- San Hesiquio de Vienne, recordado por su dedicación pastoral en la Galia durante el siglo V.
Cada uno de estos nombres recuerda distintos caminos de fe: desde la vida contemplativa hasta el servicio activo, pasando por el sacrificio y la enseñanza.
El sentido de celebrar el “día del santo”
El santoral distribuye a lo largo del año la memoria de miles de santos y beatos. Esta tradición, que comenzó en los primeros siglos del cristianismo, busca no solo honrar su recuerdo, sino también ofrecer modelos de vida a los creyentes.
Por eso, cada 12 de noviembre, quienes llevan nombres como Josafat, Emiliano, Agustina o Cuniberto encuentran una oportunidad para celebrar su onomástica. En muchos lugares, esta costumbre se vive con especial cariño, como una fecha personal que combina espiritualidad y tradición familiar.
Una fecha para recordar y reflexionar
Más allá de la devoción religiosa, el santoral también es una ventana a la historia y a la cultura. A través de él, se puede recorrer la diversidad de épocas, países y valores que conforman la herencia cristiana.
Este miércoles 12 de noviembre, las vidas de San Josafat y San Emiliano nos recuerdan que la fe puede expresarse de muchas formas: en la búsqueda de la unidad, en la entrega al prójimo o en el silencio de la montaña. Todos ellos, con sus diferencias, comparten una misma lección: la coherencia entre la palabra y la acción, y la esperanza como hilo conductor de sus existencias.

