Acoso en las redes: “Le vamos a cortar la mano a tu hija y a tirarla al Manzanares”

La periodista deportiva, María Morán, cuenta su calvario tras ser víctima de violencia digital por ejercer su trabajo

Uno de los mensajes recibidos en las redes sociales

Uno de los mensajes recibidos en las redes sociales Twitter

A María Morán le gustaban los sucesos cuando empezó a estudiar periodismo, pero un profesor se fijó en sus cualidades comunicativas y la animo a decantarse por los deportes. Lo logró, pero nunca lo tuvo fácil. Todavía hoy es raro ver a una mujer narrando un partido, hace quince años, cuando empezó, era una misión imposible. Se tuvo que enfrentar a los estereotipos y a la creencia instaurada de que estaba ahí por su apariencia y no por sus conocimientos o su buen hacer laboral, algo por lo que nunca han pasado sus compañeros hombres. Un hándicap que la curtió y consiguió que muchos comentarios le resbalasen y le resbalen

Siempre ha estado expuesta a un cierto nivel de violencia, pero en septiembre de 2022, durante un derbi madrileño fue testigo de los cánticos racistas que una parte de la afición del Atlético profirió al jugador del Real Madrid, Vinicius Júnior. Así que, micro en mano, y con las imágenes de los insultos al futbolista brasileño como prueba, contó lo que habían visto sus ojos: gestos y sonidos de hinchas imitando a un mono, una botella del minibar lanzada al campo, entre otras lindezas.
El vídeo se hizo viral, recibió incontables visitas no solo en España si no también en Argentina y Estados Unidos y ahí empezó su calvario. Comenzó a recibir insultos, amenazas de violación, de muerte, unos comentarios muy desagradables que la asustaron.

Estaba acostumbrada a oír que “se fuera a casa a fregar”, que “estaba ahí para ver si pescaba un futbolista”, que “no tenía ni idea”, entre otros comentarios machistas, pero la ola de odio que despertó su denuncia del comportamiento de la afición rojiblanca fue especialmente virulenta y Morán tuvo miedo. Llego a tal nivel que no le quedo más remedio que acudir a una comisaría. Fue la primera denuncia

Al tiempo, durante una rueda de prensa del entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, Morán preguntó al técnico si Vinicius Jr. merecía una tarjeta roja tras su comportamiento con los árbitros durante un partido. Esa interpelación enfureció a la afición blanca y la respuesta fue brutal. De nuevo, más de cien mensajes con todo tipo de improperios, amenazas y barbaridades.

El odio dio un paso más y ya no era suficiente con amenazarla a ella, los haters utilizaron a su hija, un bebé, por aquel entonces, de apenas 18 meses. “Le vamos a cortar la mano y a tirarla al Manzanares”, “otra perra del Atlético como la prostituta de su madre”, le decían.

“Fue la peor semana de mi vida”, recuerda. La avalancha de odio traspasó todos los límites. “A mí que me digan que no les gustan mis directos, que soy una mujer florero y demás, pues me da igual, pero si vas a lo personal, a mi hija, pues ahí estamos hablando de otra cosa”.

Tenía tal cantidad de mensajes amenazantes que cuando volvió a la comisaría a ampliar la denuncia, estuvo más de cuatro horas dando cuenta de la ciénaga en la que se habían convertido sus redes sociales. La frustración, ansiedad y miedo que le produjeron esos mensajes la empujaron a hacer públicas las intimidaciones a través de su cuenta de Twitter, pero la presión y el hostigamiento llegaron a un nivel que optó por descansar de las redes sociales y hacerlas privadas.

Morán siempre ha cuidado su salud mental y, antes de estos episodios, ya visitaba a una psicóloga. Cree  que ese escudo la protegió del golpe brutal que le supusieron estas olas de violencia digital. Pero, por supuesto, las consecuencias tomaron cuerpo y sufrió nervios, estrés, ansiedad y miedo.

Porque cuando una banda de energúmenos violentos te ataca, nunca sabes hasta donde serán capaces de llegar. Y la posibilidad de que esa violencia digital tornase física sumió a Morán en una desesperación tal que no se atrevió a llevar a su hija a la guardería durante un mes y medio.

Cuando te amenazan con matar a tu hija, con violarla, tirar sus pedazos al Manzanares como a Jimmy, pues es algo ya muy serio”, cuenta. Habían mirado sus redes y tenían mucha información sobre su vida privada. Tanta, que se percató de un que hombre la seguía y la increpaba.

El primer día no le dio demasiada importancia, pero cuando volvió a cruzarse con él, en un parquin, sola y con su bebé, sintió terror y no le quedo más remedio que meterse en el coche y llamar a la Policía. Él huyó, y Morán tuvo que volver, de nuevo, a comisaría. Todo está judicializado.

Miedo a contar y a preguntar

La violencia digital no solo afectó a su percepción de seguridad, también trastocó su forma de trabajar. Se volvió más cautelosa, con mil ojos. Modificó sus rutinas de trabajo. Si antes, al acabar un partido, salía tranquila sola por la puerta, a partir de ese momento, se aseguró de hacerlo acompañada por su compañero cámara. Lo que la obliga a pasar por la sede de Gol TV, donde trabaja, y desde allí, volver a su casa. Una costumbre que mantiene a día de hoy.

Tampoco quiere exponerse a más violencia cuando cubre ciertos partidos y evita bajar al terreno de juego, no le queda más remedio que seguir los choques desde la sala de prensa. De hecho, reconoce, que si volviese a ser testigo de comentarios racistas, “seguramente pediría que lo contasen desde plató”.

Un miedo a las represalias por hacer su trabajo que notó esos días y los siguientes. El miedo a otro ataque organizado la hizo sentir insegura, dudar de sí misma. Una vez, hasta se quedó en blanco durante un directo. “Tenía tanto miedo a decir algo que provocase una reacción que no sabía cómo enfocarlo y eso que tampoco era un tema sensible, era la lesión de un jugador”, explica Morán.

Vivir atemorizada atravesó su quehacer profesional diario. Por ejemplo, antes, iba a las ruedas de prensa y preguntaba lo que consideraba que tenía que saber, después de las agresiones, se pensaba, y piensa en la actualidad, mucho lo que plantea a los protagonistas. “Al principio no levantaba ni la mano para preguntar”, recuerda.

Morán reconoce que sufrir esta violencia digital la ha cambiado. “No soy la misma, yo era un culo inquieto, estaba motivada, tenía ganas, hago directos divertidos y quería contar todo siempre, ahora no. No era yo y sigo sin serlo al cien por cien. Porque no me compensa ni en lo económico ni en lo personal ni en lo laboral”, cuenta.

Impunidad

Fueron meses muy difíciles, se planteó, en un momento dado, dejarlo todo. De hecho, su madre, que vive en otra ciudad, le insinuó que cambiase de trabajo, pero Morán aguantó. “Tengo ahora más tablas, más fuerza mental, pero estoy desilusionada con la profesión”, reconoce. Y ha tomado una decisión: “Si me insultas o amenazas, hago captura y lo publico. Me da igual que tengas familia y tu situación”, avisa. Una medida que cree que baja la intensidad de los ataques y frena a los más salvajes. “Si solo hubiese ido a comisaría y no lo hubiese hecho público, no habría parado, lo mismo estaba muerta“, apunta.

A día de hoy, ninguna de las denuncias,  ha dado sus frutos. Una impunidad, la de los agresores digitales, que ha conseguido que sea ella la que tenga que comedirse, cuidarse y evitar situaciones y preguntas. Sin embargo, anima a todo aquel que sufra campañas de odio en las redes a que hablen, acudan a la Policía y tomen medidas.

Morán continúa contando lo que sucede dentro y fuera del campo, el trabajo para el que se formó y al que ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional, lo hace sintiéndose vulnerable y tomando precauciones, lo que significa que los agresores lograron, en cierto modo, su cometido. Algo que quizá debería hacernos reflexionar. Esta joven, que casi se dedica a cubrir noticias de sucesos, ha terminado, desgraciadamente, protagonizando uno.

 

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