No hay historia que supere a la anterior. Todas son igual de dramáticas, pero apabulla el volumen cada vez mayor de mujeres explotadas que proceden de tres países: Colombia, Venezuela y Paraguay. A partir de 2015, desde que entran como turistas sin visado, muchas pasan 90 días en un período de seis meses sin ser conscientes de lo que implicará el contrato adquirido en origen. “Sueñan con viajar a Europa y en cuanto se les presenta una oferta de trabajo, quieren creer que es real. Les facilitan todo: pasaporte, alojamiento, viaje pagado... Detrás de esa oferta suele haber una organización criminal”, apunta Carolina Sánchez, directora de la asociación Amar Dragoste. En veinte años de trabajo con víctimas de trata ha visto de todo.
Hace un año, Sánchez se sorprendió al detectar un viraje en las nacionalidades habituales de las mujeres. Ya no había tantas procedentes de países del Este o nigerianas -desde que su rey prohibió los ritos de vudú con los que eran coaccionadas- sino que la mayoría, ocho de cada diez, eran latinoamericanas. En concreto, un 42 por ciento son colombianas. De ahí surgió la iniciativa de una “campaña binacional de prevención entre España y Colombia”, como la denomina Sánchez, que presenta un mensaje sin fisuras: “No nací para esto. Ninguna niña sueña en ser explotada”. Para reforzarlo, han viajado a Colombia. Allí dieron con la protagonista de su spot: una pequeña escolar de nombre Samara que le cuenta a su maestra lo que quiere ser de mayor: bombera y profesora de arte. Sin embargo, la cruda realidad se interpone en su camino como el de tantas otras Samaras que al crecer son captadas por redes de prostitución. “Solo este año hemos atendido a 3.048 mujeres”, lamenta Sánchez.

“No nací para esto”
“Piso céntrico de lujo, dispones de cocina y habitación propia para descansar”. Es una de las ofertas que un día cualquiera puede aparecerle a una joven colombiana en su móvil, a través de Whatsapp o Telegram, pero cada vez más por redes sociales como Tiktok. “500 euros diarios y no se trabaja las 24 horas”, se detalla en la tentadora y falsa oferta de trabajo. Lo habitual es que no sean del todo explícitos en el cometido final, aunque recurran a sutilezas del tipo “casting para chicas para cubrir plaza” o “se necesita chica para piso relax”, e incluso “recibes al cliente a través de tu publicidad personalizada”. Cuando no optan por el engaño sin paliativos, como apunta Luis Mayandía, comisario jefe de la Unidad Central de Redes e Inmigración ilegal y Falsedades documentales: “Hace muchos años, lo típico era que entrasen como modelo. Hoy en día, las engañan diciéndolas que van a trabajar cuidando de enfermos y niños”.

Indistintamente, quienes las captan nunca cumplen. “De entrada, la organización criminal se lleva el 50% de las ganancias. Pero además, les imponen todo tipo de multas: 50 euros si no llevas tacones; 20, si no vas maquillada: 30, si no atiendes de inmediato el timbre del piso clandestino”, aclara Kiersti Watt, coordinadora nacional de Amar Dragoste, asociación que trabaja a nivel de investigación y lucha contra la trata con UCRIF, y ante todo cuida y da soporte a miles de víctimas desde hace quince años. “Las mujeres llegan a quedar traumatizadas con el sonido del timbre”, apunta Whatt. Cada timbrazo implica la entrada de un cliente, de un “putero”, ante el que todas deben desplegarse de inmediato. Y la que no lo hace, paga. “Todo lo pagan ellas: los cambios de sábanas, la droga que ellos mismos les obligan a vender, las copas de los clientes… Por supuesto, los gastos de agua, luz o wifi”.
Captadas y captadoras
La avaricia de sus explotadores no tiene límite. Los grupos criminales están constantemente captando mujeres en Colombia para traerlas a España, como vía de acceso a Europa. Luego aquí, el promedio de explotación es de nueve meses y medio. Algunas reinciden, otras se reciclan en captadoras de futuras jóvenes incautas y las hay que con suerte si logran denunciar y ser atendidas por la policía o asociaciones como Amar Dragoste. “Algo que tienen en común es que las redes de prostitución usan un lenguaje que blanquea: contratos y jornadas de trabajo, alquileres de habitación… Les hacen creer que están porque quieren, cuando es todo lo contrario. El que manda es el hombre que accede al cuerpo de esa mujer explotada”, explica Kiersti Watt.
De ahí que esta campaña también, de forma encubierta, va dirigida a todos aquellos hombres que las ven como objeto sexual o mera mercancía. “Algunos llegan con las bragas de su hija en la mano para que se la ponga…”. La mayoría no hace mucho eran también menores. La edad media de las jóvenes colombianas captadas está en los 22 años; la de su captadoras ronda los 37, “lo que indicaría posibles trayectorias de victimización que las llevaron a asumir este rol”. Es uno de los datos del informe que ha elaborado Amar Dragoste para abordar esta situación que consideran alarmante. Para la que el comisario Mayandía recuerda: “Aquí tenemos el teléfono 900.10.50.90, de atención 24 horas. No deja rastro e investigamos cada llamada que nos llega”.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


