Este sábado, en un acto de los premios Laureus, Garbiñe Muguruza anunció que su retirada del tenis es definitiva.
“Me retiro para abrir un nuevo capítulo de mi vida. Una nueva era, una nueva vida. Voy a ser clara, porque la palabra retirada suena muy fuerte cuando sólo tengo 30 años. Soy muy joven para una palabra semejante. Pero quiero ser breve. Decirlo y ya está, porque estaba nerviosa”, sentenció.
Tras sus palabras el mundo de la raqueta perdía a una figura importante del tenis español, porque aunque era medio española medio venezolana, fue durante varios años nuestra mejor representante femenina.
Entre las gestas de ‘Garbi’ siempre se recordarán las derrotas a las Williams. A Serena en la final de París, y a Venus en la de Wimbledon, en un partido eléctrico y con un 6-0 de por medio. No era regular pero era especial. Te levantaba de la silla con su épica y su tenis atrevido por momentos, y también te dejaba postrado en esa misma silla sufriendo derrotas con partidos sin cerrar de los que te dejan tocado. Pero su estilo era y será único.
Para los amantes del deporte cuando un grande de cualquier disciplina se retira siempre nos invade la nostalgia. Los atletas nos acompañan en muchos momentos de nuestra vida, y convierten en recuerdos inolvidables una tarde en familia, con amigos, o en la soledad de nuestro domingo en el salón. El caso es que cuando el deportista intenta desdramatizar su retirada, no sólo no lo consiguen, sino que nos hacen ser aún más conscientes de que esos momentos ya no se repetirán y que tras su adiós, nos despedimos también de parte de nuestra historia.
Aunque en el caso de Muguruza es diferente. Nos deja joven sin su juego, pero con el consuelo de que se ha despedido sin dolor. Hacía mucho tiempo que el tenis ya no le dolía. De hecho como la propia tenista reconocía, desde que en febrero de 2023 tomó la decisión de colgar momentáneamente la raqueta tras perder ante la checa Linda Noskova, no echó de menos competir ni uno sólo de sus nuevos días. Mucho tiempo sufriendo en silencio, pero haciéndolo de manera pública y notoria.
La de Caracas empezó a tener una de esas mala rachas tras un nefasto 2022. Su victoria el 21 de septiembre en Tokio ante la griega Despina Papamichail—213 del mundo—, por (6-4 y 6-2) en menos de hora y media sería la última.
Los malos números de Garbiñe comenzaron a hacer saltar todas las alarmas. Después de caer en la primera ronda del Abierto de Australia y en el WTA 250 de Lyon, sumó seis derrotas consecutivas. Una situación que llevó a la tenista a caer hasta el puesto 83 del circuito femenino.
Una crisis de resultados nunca antes vista en su exitosa carrera. Su mente había dicho basta y le impedía conseguir cerrar los encuentros. Por eso la tenista fue valiente y aquel febrero de 2023 quiso colgar la raqueta a ver qué pasaba. Lo que no sabíamos es que lo haría de manera definitiva.
Esas declaraciones en octubre de 2023 de la española en las que afirmaba que no echaba de menos el tenis, sorprendieron a muchos. Pero no son de extrañar si nos paramos a pensar en el hecho de que el tenis es probablemente de los deportes más exigentes a nivel mental. Eres tú sólo, el que gana o pierde el partido. Tú sólo el que se convierte en un atleta de éxito o en uno que no levanta la cabeza y del que todos recuerdan un pasado mejor. No hay derrotas ni victorias compartidas. Si para el común de los mortales un día torcido o un mal comentario del de al lado, hunde, imaginarlo en un mundo como el de la alta competición donde todos los focos buscan el titular, donde las victorias llenan portadas de gloria, pero también lo hacen las derrotas y donde toda tu vida se juzga en función del resultado de un partido, se entiende mucho mejor que pueda llegar a no apetecer volver a ese desgaste.
De hecho es en el ranking WTA se encuentran los casos más alarmantes de grandes tenistas que viven un auténtico calvario en su lucha mental. Casos como el de Jelena Dokic, a punto del suicidio, la japonesa Naomi Osaka y mucho más cerca, Paula Badosa, han reconocido lidiar con una depresión que casi las aleja de las pistas de manera definitiva.
Garbiñe se dio cuenta que el tenis ya le había dado los mejores momentos de su vida, y también los peores y decidió que a pesar de su juventud, la vida que le esperaba también podía ser tan emocionante como un match ball.
Como ha afirmado en su rueda de prensa: “he escrito mi propia historia y es fantástica”. Y asegura que todo lo que quiere hacer ahora es “recuperar el tiempo perdido”; entre ellos, “hacer cosas comunes, estar con mi gente, casarme, formar una familia e incluso tener un perro, que parece una tontería pero hasta ahora no podía hacerlo. No soy una persona que se quede sentada”, concluye.
Y ha vuelto a recordar que la decisión la había ido digiriendo: “Lo tenía claro cuando veía que pasaban los días y no deseaba ir a los torneos. Hay algunas cosas que echo de menos, pero ya no tengo esa chispa: la presión y esas mil cosas…”.
En la rueda de prensa se la ha visto feliz, segura e ilusionada porque precisamente se retira a tiempo de vivir esa juventud que en buena parte el tenis le robó. Porque decir adiós siendo joven también engrandece la leyenda.