Pues a mí Cristiano, con sus brillantes de 50 quilates en sendas orejas, al lado Georgina me parece Lord Grantham de Downton Abbey, aunque confieso que ambos portentos (en diferentes materias) me caen estupendamente.
Hace unos años, embarazada, charlaba con una señora riquilla, desclasada y ostentosa (aunque no por eso menos encantadora):
– ¿Y cómo le vas a poner a tu hija?
-Inés – respondí.
– ¿Cómo que Inés? Es un nombre que no tiene nada de gracia ni poderío…
– Y justamente por eso se lo voy poner, los nombres “con encanto” te los coge un
torero, un chef o un futbolista para sus hijes y te destruye; mira, si quisiera hacer
gracia, le pondría CharlesChaplin o Giovanna, ¿no? ¿Cómo se llama tú hija?
– Giovanna – respondió algo confusa
– ¡Precioso! ¡Me encanta!
Y no sé a qué viene esto (¡asociación libre!) pero Georgina también me resulta encantadora y ostentosa, claro.
Cita con Georgina: Ya disponible la nueva temporada de Georgina en Netflix y es lo mismo que las anteriores (aunque si cabe, dado que introducen la variable saudí, más babilónico), no obstante, la recomiendo para una tarde de resaca dominguera. Ya saben, la niña jacetana humilde y esforzada que alcanza su sueño de trabajar como dependienta en tienda de Luxe en la capital. Allí conoce a Ronaldo, que se prenda de ella, y ahora tiene armarios de bolsos de Hermes de cocodrilo que se reproducen como metástasis, camareros para espantarle las moscas, mayordomos para abrirle los regalos, decoradores pelotas y dichosos que no paran de actualizar y renovar sus mansiones al silbato de “la jefa” y un grupo de amigos pobres (como yo) a los que invita a bañarse en las doradas aguas de la opulencia. Las “queridas”, nombre de su grupo de caris afortunados y serviles adoran a la que un día fue tan paria como ellos (y como todos) y se ríen de la más mínima de sus ocurrencias como madres primerizas (de la niña) entre “jolines” y guardaespaldas.
Cita con tus objetos: Y del lujo asqueroso (está el lujo, el lujo asiático, y como dice mi ex marido, el lujo asqueroso) y la acumulación (¿cuántos birkins tiene Georgina?) a la frugalidad neurótica (tan de moda) a través de un hombre adorable, divertido y un escritor singularísimo que son la misma persona, de nombre Carlos Risco ¡Recuerden su nombre! «Hace poco que regresé a Galicia. Supongo que uno se va para volver y es precisamente ese el sentido de marcharse. Ahora vivo en una aldea despoblada en el interior despoblado de un país despoblado. Vine a esta aldea sin vecinos porque, aunque me gustan las personas, también me molesta su compañía. »
Carlos se marchó a vivir a una aldea donde practica el minimalismo material más allá de lo estético, y promueve, desde el humor, y_ pienso que_ sin grado de fanatismo, una vida donde solo se adquiera lo necesario, esquivando el consumismo y muy en clave decrecimiento, respeto por los recursos naturales, bienestar psíquico y responsabilidad. Y en su caso ¡la Literatura!. Una gozada. “Objetos a los que acompaño”, Editorial Círculo de tiza.
Cita con tu nuevo novio: Y en la misma línea austerofila, penitente, asceta y casi mística (y super fashion) tenemos “La Venencia”, uno de los bares más auténticos (por su antigüedad y sobriedad) que podréis visitar en Madrid, si os gustan los
vinos de Cádiz, porque no hay otra cosa que finos y manzanillas, a mí me flipan, y de jala, salazones (a Gio creo no le gustaría) y aceitunas. Las salazones son alimentos conservados mediante el uso de sal y posterior secado al aire, como la mojama (lomo de atún), o la cecina (carne curada de vacuno). No son productos ibéricos como el jamón o el lomo. Bien. En la Venencia huele a vino y son un poco bordes, pero van bien con el aspecto añejo y guerracivilista del espacio. Celosos de su intimidad (algo incomprensible y algo neurótico) no les gusta la publicidad, ni ser recomendados, no dejan hacer fotos y su página web es tan unfriendly como ellos. Os lo recomiendo porque es un lugar interesante y nada hortera para una charla con vuestro novio, y un poco por joder. Por cierto, la venencia es el pequeño recipiente unido a una larga varilla para extraer cantidades pequeñas de vino de la cuba.
Bar La Venencia
Calle Echegaray, 7. Madrid
De 13 a 15:30h y de 19:30 a 2h.
Cita con Silvia Paredes: “En la intersección entre el compromiso ecológico y la ontología del objeto artístico”_dice la fotógrafa, pero no os asustéis porque ella lo vale y vale todo lo que diga. Y más lo que produce con su cámara. Desde un prisma radicalmente contemporáneo, Silvia Paredes evoca la visualidad pictórica de la Europa clásica para cuestionar desde lo formal las jerarquías establecidas entre lo valioso y lo desechable. A través de su lente, fragmentos de cerámica, restos de madera, cascotes de construcciones arruinadas y redes desgarradas, integrados bajo el sugestivo título Ref_USE, nos ofrece cuatro conjuntos de trabajos originados por preocupaciones, impulsos y argumentos enraizados en su quehacer artístico de las últimas décadas.
Los trabajos de la serie Bodegones (mis favoritos) sugieren un barroco desenfocado y modernísimo, y nos llevan a la futilidad de la existencia y la inutilidad de nuestras ambiciones terrenales. Con sus construcciones, Silvia nos recuerda la importancia de detenernos y meditar en torno a la deriva de una sociedad adicta al acumular, usar y tirar alumbrando posibilidades nuevas de existencia.
Exposición abierta de lunes a domingo
Calle Benigno Soto 14
28002, Madrid
http://spacetobe.art