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‘El juego del calamar’ llega a su fin con una deuda pendiente hacia sus personajes femeninos

Aunque revolucionó la crítica al capitalismo global, 'El juego del calamar' arrastra una deuda con sus personajes femeninos: secundarios, sacrificables y marcados por la violencia sin justicia

El fenómeno surcoreano El juego del calamar está llegando a su fin. Tras revolucionar la televisión global con su crítica feroz al capitalismo, sus juegos infantiles convertidos en rituales mortales y su estética brutalista tan Instagram-friendly como perturbadora, la serie de Hwang Dong-hyuk se despide con una tercera y última temporada. La expectativa es alta, pero entre los críticos despierta una pregunta certera antes de su despedida: ¿qué lugar ocupan las mujeres en este juego mortal?

Un final que podría ser un nuevo comienzo

En una reciente rueda de prensa, el creador de la serie confesó: “Aún no estoy seguro de si fue la mejor decisión despedirme con esta tercera temporada, pero los espectadores lo verán. No puedo hacer spoilers”. Lo que está claro es que este cierre marcará un antes y un después para el universo El juego del calamar.

Lee Jung-jae (Gi-hun), el protagonista de la historia, promete un final sorprendente y emotivo. Mientras, Lee Byung-hun, el enigmático Front Man, sugiere que su desenlace podría ser también el inicio de otra historia, dejando abierta la posibilidad de un spin-off o una expansión del universo narrativo.

El juego del calamar, en Netflix

El papel secundario de las mujeres

Desde su estreno, El juego del calamar fue aclamada por su originalidad y su crítica social, pero también fue rápidamente señalada por su tratamiento limitado de los personajes femeninos. De hecho, no pasa el famoso Test de Bechdel, este sencillo indicador que mide si dos mujeres con nombre propio hablan entre sí de algo que no sea un hombre. En El juego del calamar no solo son escasas las interacciones entre mujeres, sino que suelen estar mediadas por su relación hacia los hombres.

Kang Sae-byeok, la desertora norcoreana, se convirtió en uno de los personajes más populares. Su historia es potente: una joven fría y determinada que lucha por sacar a su hermano de un orfanato. Pero incluso ella es utilizada principalmente para impulsar la redención del protagonista masculino. Ji-yeong, la joven que se sacrifica por Sae-byeok, aparece como una figura efímera, apenas desarrollada, cuyo propósito es emocionalmente instrumental. Y luego está Han Mi-nyeo, la mujer desbordante, escandalosa, sexualizada, manipuladora. Una caricatura disfrazada de empoderamiento, que termina en un gesto de venganza explosiva junto a su amante mafioso. El mensaje implícito: las mujeres fuertes están condenadas al sacrificio.

Más preocupante aún es la normalización de la violencia sexual. En un momento de la serie, un guardia admite que violaron el cadáver de una jugadora. El comentario pasa sin consecuencias, sin reacción, sin justicia. Como si se tratara de una anécdota más en este juego a vida o muerte. Esta omisión no es accidental, sino un síntoma de una sociedad anestesiada ante la violencia doméstica. El dolor de las mujeres en Squid Game no tiene espacio para la denuncia o la reparación. Las primeras en rogar por sus vidas, las más emocionales, las más desechables, son siempre ellas.

El personaje de Han Mi-nyeo en 'El juego del calamar'
El personaje de Han Mi-nyeo en ‘El juego del calamar’

Un reflejo de la Corea del Sur contemporánea

Esta narrativa no surge en el vacío. Corea del Sur es una sociedad profundamente patriarcal, donde el feminismo aún es visto con sospecha, y donde los índices de violencia de género siguen siendo alarmantes. En este contexto, la representación de las mujeres en El juego del calamar no es solo una decisión creativa, sino un reflejo de estructuras más amplias. En los foros masculinos más extremos de Corea, abundan términos despectivos como “chica kimchi” o “chica pasta de soja”, que denotan a mujeres vistas como materialistas, dependientes de los hombres. El juego del calamar evita este arquetipo, tal vez para no incomodar a un público que, aunque critica el sistema económico, sigue aferrado a roles de género tradicionales.

La tercera temporada podría ser el momento de reparar su deuda con los personajes femeninos. Entre las novedades más comentadas está la incorporación de Hyun-Ju, una mujer trans interpretada por el actor cisgénero Park Sung-hoon. Si bien la decisión de casting ha sido criticada por no incluir a una actriz trans, la presencia misma de un personaje trans en una serie tan popular es, para Corea del Sur, una pequeña revolución. Pero no basta con sumar diversidad; es necesario construir personajes femeninos complejos que no estén definidos por su dolor ni por su relación con los hombres, sino por sus propias decisiones y su lucha por sobrevivir, no solo al juego, sino al sistema que lo engendra.

Hyun-Ju, una mujer trans interpretada por el actor cisgénero Park Sung-hoon
Hyun-Ju, una mujer trans interpretada por el actor cisgénero Park Sung-hoon

La responsabilidad narrativa

En la era del streaming global, las series además de entretener proponen discursos culturales. Los memes las convierten en espejos sociales y El juego del calamar se convirtió en un fenómeno mundial por hablar de temas urgentes universales como la desigualdad o la obsesión por un tipo de estética. Su éxito implacable dejó a un lado el mensaje de género donde su creador se ha mostrado muy conservador. Las mujeres han sido mártires, víctimas, aliadas, traidoras. Lo que no han alcanzado todavía es protagonismo. En un mundo donde sobrevivir ya es una hazaña, también merecen ganar.

El juego del calamar quedará en la historia, no solo de Netflix, como una serie icónica. Ha roto récords. Ha multiplicado la industria en Corea. Ha abierto puertas para la producción asiática en la cultura pop global. Pero también será recordada por lo que no se atrevió a mostrar. Su tercera temporada, de la que sabemos poco por su secretismo, necesita hacer justicia a los personajes femeninos con una mirada más honesta a la realidad de las mujeres en Corea.

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