Cuando el sábado 29 de noviembre se abrieron las puertas de la 39ª edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL 2025), la ciudad mexicana no sólo inauguraba su gran festival editorial anual: convertía a Barcelona en el centro de atención cultural del mundo hispanohablante. La capital catalana —designada como ciudad invitada de honor— despliega hasta el 7 de diciembre un pabellón de 1.183 metros cuadrados inspirado en las plazas porticadas tradicionales, con una librería de 10.000 títulos y un auditorio para 120 personas.
Este hito representa mucho más que una exhibición de libros: es una apuesta por la memoria, la diversidad lingüística y la convergencia cultural entre Europa y América Latina, con un fuerte acento feminista. Bajo el lema “Vindran les flors” —tomado de un cuento de la escritora Mercè Rodoreda—, Barcelona reivindica su identidad literaria en catalán y castellano, y su larga tradición como cruce de autores, exilios y diálogos culturales.

Una agenda vibrante, plural y consciente
La participación catalana no se limita a presentaciones de libros. Más de 60 autores y autoras representativos (y con equilibrio generacional y de género) cruzan el Atlántico para ocupar un espacio simbólico de reflexión colectiva. Escritores consagrados, nuevas voces emergentes, narradoras, poetas, editoras: la delegación de Barcelona apuesta por multiplicar las perspectivas.
Pero además de literatura, la propuesta se extiende hacia la música, el teatro, la gastronomía, las artes visuales y el cine. La programación —curada por la periodista literaria Anna Guitart en colaboración con el ICUB (Institut de Cultura de Barcelona) y la institución española AC/E— apuesta por una experiencia global: un cruce entre lo tradicional y lo contemporáneo, lo local y lo global, lo político y lo poético.
Entre las actividades destacadas figuran ciclos de cine, encuentros sobre migración y memoria, homenajes literarios a figuras clave (como Rodoreda o nombre de autores latinoamericanos exiliados en España), presentaciones de autores emergentes, ciclos de poesía escrita en catalán y castellano, conciertos y espacios de reflexión sobre identidad, género y lengua.

Un puente cultural
Para las autoridades barcelonesas, el papel en la FIL no es un desfile cultural: es un compromiso tangible con la cultura como herramienta de diálogo y memoria. El alcalde de la ciudad, Jaume Collboni, ha subrayado que Barcelona ha sido históricamente “un puente con Iberoamérica”, y ha aprovechado su desplazamiento a Guadalajara para reivindicar la solidaridad cultural transatlántica, así como la necesidad de una cultura crítica que reconozca las tensiones del presente.
La comisaria del proyecto, Anna Guitart, reafirma esta voluntad: “Queremos enseñar una Barcelona plural, diversa; no solo la ciudad de postal, sino la de la transformación, las migraciones, el conflicto, la identidad múltiple”.
Este enfoque tiene un fuerte componente feminista: en un momento en que las ferias del libro muchas veces reproducen los mismos cánones, la delegación de Barcelona apuesta por mostrar escritoras, creadoras y trabajadoras culturales que desafían las estructuras tradicionales del canon literario. La participación de voces jóvenes, de género diverso y de trayectorias heterogéneas convierte al espacio en una plataforma donde la cultura no es solo exhibición, sino también disputa de narrativas. La apuesta fuerte de España es precisamente una mujer: María Dueñas.
Más allá de la FIL: lo que representa para la cultura global en español
La FIL Guadalajara es la feria editorial más importante de América Latina y uno de los eventos clave del mundo de habla hispana. Creada en 1987, congrega cada año miles de editores, autores, agentes y lectores. Es un punto de encuentro entre las industrias del libro, del audiovisual, de la traducción y del pensamiento.
Que Barcelona, una ciudad europea, ocupe el centro de ese tablero demuestra que las fronteras culturales del español continúan siendo porosas, dinámicas y vitales. En un contexto global donde los flujos migratorios, la crisis del libro impreso, la precariedad cultural y la competencia audiovisual tensionan el ecosistema editorial, esta FIL —y la apuesta de Barcelona— tienen un valor simbólico crucial: el de reactivar el impulso de la lectura, la traducción, la memoria compartida y la diversidad de voces.

