Los 50 te sientan tan bien, Bruce

El 20 de junio de 1975 se estrenaba en 454 cines de Norteamérica 'Tiburón'. Desde entonces y hasta ahora, bañarse en Benidorm no ha sido lo mismo

'Tiburón' cumple 50 años.
KiloyCuarto

Hace mucho que no voy de boda. La última, creo recordar, fue la de un pirata, al que solo le faltaba el loro en el hombro. Se casó con una miss, a la que definió así la vez que me la presentó: “solo le importa su pelo”. Se divorciaron al poco, para sorpresa general. Tampoco acudo últimamente a bautizos, algo más a comuniones y tiemblo solo de pensar cuando me toquen las bodas de los hijos de MADA (Mis Amigos Del Alma), cosa que está a la vuelta de la esquina. A lo que sí estoy asistiendo, y con bastante asiduidad, es a las celebraciones por los 50 años (de vida), que como todo el mundo sabe, son los nuevos 50: findes en casas rurales, fiestas mastodónticas hasta el amanecer con premium pass, viajes gastro en francachela…todo el amplio abanico que ofrece la sección “desesperados por alargar el chicle”.

Pero de todos los aniversarios, el que más me ha emocionado últimamente es el de mi amigo Bruce, al que llevo en mis pensamientos desde hace un montonazo de tiempo y que siempre aparece, puntual como un reloj, en mi primer chapuzón del año.

Mi amigo Bruce es un “escualo muy malo” y con ideas muy sucias en su primitivo cerebro, consistentes, básicamente, en desmembrar y zamparse a todos los bañistas de Amity Island (en realidad son las playas de Martha’s Vineyard) en plena temporada alta. Viendo lo inhóspito de aquellos lares, uno se pregunta qué habría pasado si Steven la hubiera rodado en enero: probablemente Bruce se comería vivos a Diane Keaton y a Jack Nicholson vestidos de lino blanco. Con sombrero de Panamá incluido.

Mi amigo Bruce es como Platero, pero en el upside down. Si el burrito de Juanrra era “pequeño, peludo, (…), se diría todo de algodón (…) espejos de azabache de sus ojos”, Bruce es “grande hasta el gigantismo, asquerosamente viscoso, (…) se diría todo dientes (…) puñales en sus ojos inertes y mirada de director de marketing”.

Mi amigo Bruce es el tiburón de la peli ídem, lo has adivinado a la segunda. Y este mote se lo puso el equipo de producción en el infernal rodaje a mar abierto, cachondos ellos, en honor del abogado del propio Spielberg, Bruce Ramer. Nunca un apodo mejor elegido.

El director Steven Spielberg (c-abajo), mientras captura un plano del tiburón mecánico ‘Bruce’, durante el rodaje de la película ‘Tiburón’, en la isla Martha’s Vineyard, en Massachusetts (EE.UU).
EFE/ Academia de Cine

Mi acercamiento a este filme, que cumple medio siglo, fue transversal y raro. Raro porque, teniendo en cuenta que en mi primera juventud el veneno del cine ya me había sido inoculado, apenas había oído hablar de la peli y porque me leí el libro antes: cayó en mis manos por casualidad, medio perdido en la librería de la casa familiar de verano, con ese inconfundible olor a sebo en el lomo (como el que le ponen al pobre Bruce para que pique) de los libros a los que les hacen bullying. La novela de Peter Benchley me pareció horrible y solo recuerdo una frase del inicio, describiendo a Tom, el novio de Chrissie, primer aperitivo de Bruce: “su aliento era una mezcla de whisky y maíz”. Me dio mucha envidia, la verdad, siendo un niño tendente a la expansión y al que cualquier menú le parecía fabuloso.

Inmediatamente después, obvio, me lancé a la calle a buscar la peli (explica esto por favor a tus hijos y a su garfio en forma de mando a distancia) como un poseso y lo que vi me dejó tan pegado como el maravilloso Dolly Zoom, (tomado/robado del de Scottie en el Vértigo de Hitchcock) con el que Spielberg esculpe en imágenes el sentimiento de horror del jefe Brody ante el mal en forma de pez. He dicho “lo que vi”. Pero más bien debería decir “lo que no vi”, como nos enseñó Polanski en esa obra maestra de lo latente que es La semilla del diablo. Lo que no se ve, se imagina, y esto es mucho más terrorífico que la realidad. Esta frase, elevada hasta el paroxismo por Isabel Windsor, resume el principio de fascinación que todos los amantes del séptimo arte llevamos en nuestro ADN. Por eso, aunque ya lo sabes, el gran acierto de esta obra fundacional de todo el cine de “catástrofes naturales y/o animales” que se ha rodado en los siguientes 50 años, es que no se ve a mi amigo Bruce. Está y se le espera, pero solo se le intuye. Y cuando aparece, aunque sea en parte, la peli se cae como una vieja secuoya. Y Spielberg, que es un genio, (hoy vamos de obviedades) lo sabía, o lo supo a la fuerza (los de arte no consiguieron hacer, ni por todo el oro del mundo, un engendro mecánico que produjera cualquier terror). Cuando aprieta la necesidad, surge la improvisación. Palabra esta maldita en el cine, pero con la que, algunas veces y si la sumas al monumental talento de su creador, puedes acariciar con los dedos la cara de Méliès. Y así fue, haciendo de la necesidad virtud, como forjó su leyenda de “sugerir y no mostrar”. Para terminar, barnizó a la criatura con la partitura más famosa de la historia del cine, dos notas que, como el perro de Pavlov, causan pavor. Y el resto, historia es.

Una historia, la de mi amigo Bruce, que ha tenido innumerables hijos, en su mayoría garbanzos negros, balas perdidas, nepo babys en toda regla, más grandes, más delirantes: tiburones-nazi-zombis (como lo oyes), tiburones dentro de un tornado (?), tiburones prehistóricos, “Melagodones”, como decía mi sobrina cuando era chiquitina.

PD. Me ha quedado un artículo rarísimo; como me lo vean Garci o de la Prida me hacen un Fahrenheit cinéfago. No analizo ni su novedosa y brillante narrativa, ni el uso de la cámara subacuática, un hallazgo increíble para la época, ni el conseguido arco dramático de los personajes, arquetipos del western, ni su relectura de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, por no hablar de su magisterio técnico, sublimando al mejor Hitchcock…Esto ya lo escribirán los críticos de cine en todas partes y al mismo tiempo, sobre esta maravilla que nos regaló un veinteañero llamado Steven Spielberg. Pero ninguno de ellos puede presumir de ser amigo de Bruce.