Los ‘Blade Runners’ se despiden de David Lynch

De entre los numerosos grupos de WhatsApp a los que pertenezco, algunos de ellos un auténtico suplicio –te harás cargo–, hay uno al que le tengo especial cariño

El director de cine fallecido David Lynch
El director de cine fallecido David Lynch

“Blade Runners” se llama mi grupo de whatsapp favorito –ninguno tenemos ya abuela– y está cosido por lazos consanguíneos, pero, sobre todo, por un amor común al cine que raya (cuando no supera) en el frikismo. No es que nosotros seamos unos freaks, que también –si establecemos comparaciones estaríamos un escalón por debajo de Sheldon Cooper o de Elon Musk, emperador de los nerds y sin Tesla, que yo sepa. Alguno no tenemos ni coche–. Formamos, decía, una cuadrilla de adorables weirdos que comparten una sana –a ratos malsana– pasión por las películas, poco cartesiana y muy cinéfaga: cualquiera nos vale, somos unos omnívoros del celuloide.

Todos los miembros de “Blade Runners” son familiares muy queridos por mí: al primero, en orden descendente, patrón y presidente, le gusta más la ópera que comer con los dedos y si le juntas un aria con un filme histórico, es capaz de ponerse un sombrero de Panamá y construir con sus propias manos un diorama demostrativo. El segundo se cayó de pequeño en la marmita de Stephen King y ahí sigue: ama tanto el cine de terror y de género que convirtió su cuarto juvenil en santuario cinematográfico, una especie de gabinete del Dr. Caligari, repleto de carteles de películas tamaño 1:1 que no dejaban ni un centímetro de pared a la vista. Su querida madre, pensando que era la habitación del pánico, en cuanto se marchó a otra ciudad a estudiar la carrera, llamó a Grúas Ibisate para desmantelar el cotarro y decorar la estancia acorde con el estándar de la burguesía vasca.

El número tres es el más desapasionado, excepto si le tocas al viejo Clint Eastwood. Por ahí no pasa ni un pelo de gamba y te saca el Magnum 44 al mínimo atisbo de crítica a Clint. Lleva tiempo amenazando con comprarse una parcela al lado del Cementerio de Sad Hill, en Burgos, y una mecedora en Wallapop. Ah, también invierte en cerdos, como William Munny, el de Sin perdón, pero con label navarro. Después estoy yo y, last but not least, el más joven, una eminencia en su sector, tan alejado del cine como el de Torres Dulce. Este pequeñín es diletante y heterodoxo, pero disfraza su inteligencia con una vehemencia que le sirve para entrar al trapo en todo como un torillo, aportando siempre algo novedoso y sacando a las pelis más punta que el picahielos de Catherine Tramell.

El director de cine David Lynch.

Estos somos los “Blade Runners”, un cruce entre el Equipo A en segundas rebajas, la pandilla de Ed Wood y la parada de los monstruos de Tod Browning. ¿Y por qué cuento yo todo esto? Ah… pues porque se ha muerto David Lynch, no sé si lo sabías. En los años de recorrido que tiene este chat nuestro, la única vez que la tristeza ha extendido su oscuro manto ha sido en estos días. Y aún nos cuesta digerir que la próxima peli que veamos o que comentemos, lo hagamos sin él en este valle.

Adiós al corpus lynchiano

De hecho, pedí permiso a mi jefa de cultura para que me reservara un hueco y escribir un panegírico, un sesudo polvorón despiezando minuciosamente las diez películas del de Missoula. El artículo definitivo sobre el corpus lynchiano, la clave de bóveda que descifra su cine. Pero luego pensé que al bueno de David le hubiera gustado una despedida más gamberra, de una banda del patio como nosotros, los BR’s, descarriados amantes del séptimo arte e incomprendidos en su familia, en su trabajo, hombres elefantes de La Llanada y un poco más allá.

Porque Lynch, muy al contrario de la imagen que proyectaba, esa severidad calvinista en su vestimenta, crin plateada modelo Eraserhead, era un señor amable, bonachón, afable y cariñoso, muy alejado del estereotipo de artista torturado y pesaroso. Se ha escrito tanto sobre su figura en los últimos días, introspecciones en una obra proclive al desbarre interpretativo –he llegado a leer incluso complejos análisis de su magistral spot de 2000 para la Play Station 2– que (casi) no queda nada por decir que no sea redundante.

Mulholland Drive (2001) - Cultura

Un famoso fotograma de la aclamada película ‘Mulholland Drive’ (2001)

Pero enseguida me acordé de mi grupo de adorados cazareplicantes y pensé que también David Lynch tenía su propia corte de los milagros, real, corpórea, como mis “Blade Runners”. Ellos han difundido varios vídeos que han circulado en el upside down digital y que muestran al artista en su esfera personal. Una guardia pretoriana formada, entre otros, por sus actores fetiche Laura Dern y Kyle MacLachlan, Angelo Baladamendi, no solo el compositor de la música en casi todos sus filmes –incluida esa banda sonora de Twin Peaks, que se reconoce con solo dos acordes: chúpate esa, Nokia–, sino también autor del muro de sonido marca de la casa, imprescindible para conocer su obra, y Mary Sweeney, guionista, editora y exmujer (menudo oxímoron) del director. Todos estos archivos compartidos presentan a un ser luminoso, extrovertido e incluso infantil, capaz de extraer los sueños oscuros de la realidad más prosaica y darles luego un abrazo.

Yo puedo ¿presumir? de conocer bien casi toda la obra fílmica de Lynch. Tan solo tengo pendiente la, por lo visto, indescriptible Twin Peaks: The Return (“Blade Runner nº2” me chiva que “el resto de su filmografía es Dora la exploradora comparada con esta”). Pero, sobre todo, he leído mucho sobre él, en concreto el libro de entrevistas de Chris Rodley Lynch on Lynch (Alba Editorial), delicioso compendio de toda su sabiduría cinematográfica, pero especialmente humana, y que refleja a un hombre sencillo, orgulloso y feliz americano del Medio Oeste. Solo una persona con esa sensibilidad, apuntalada por quienes le querían de verdad y no a través del cristal deformante de sus criaturas artísticas –películas, performances, videoclips, pinturas– podría posar su visión humanista, heredada directamente de John Ford, sobre dos de los personajes más memorables de la historia del cine: John Merrick (El hombre elefante) y Alvin Straight (Una historia verdadera).

El libro de entrevistas de Chris Rodley 'Lynch on Lynch' (Alba Editorial)

El libro de entrevistas de Chris Rodley ‘Lynch on Lynch’ (Alba Editorial)

Se ha ido David Lynch, queridos “Blade Runners”. Lo que no sé es a dónde: si a ese cielo estrellado, en el que sin duda merece estar, o está escondido tras el escenario que tanto le gustaba, un limbo de suelo zigzageante y telón de terciopelo rojo.

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