En un deporte marcado por la exigencia y la falta de certezas, donde cada oportunidad se pelea, Nerea Martí (Valencia, 2002) se ha ido abriendo camino como una de las pilotos españolas con mayor proyección. En un deporte tan exigente como costoso, la valenciana ha construido su trayectoria desde la constancia, aprendiendo que para avanzar no basta con correr rápido: hay que resistir, planificar y saber esperar. Tras formarse y competir en categorías nacionales e internacionales como la Fórmula 4 y la W Series, hoy centra su carrera en los campeonatos de GT, un escenario en el que sigue buscando estabilidad y crecimiento profesional.
Pero su ambición no se limita a la pista. En un entorno que obliga a vivir al límite de cada temporada, Martí ha decidido mirar más allá del presente y preparar el futuro sin levantar el pie del acelerador. Compagina la competición con un máster en Gestión de Empresas Deportivas, una decisión poco habitual en el paddock, que no entiende como un plan alternativo, sino como la prolongación natural de su carrera dentro del deporte. Porque, para Nerea, pensar a largo plazo también forma parte de competir.
Más allá del volante
En el automovilismo profesional no suele haber tiempo para pensar en el mañana. Las temporadas se encadenan, los viajes se acumulan y la prioridad casi siempre es el siguiente semáforo en verde. Pero Nerea Martí ha decidido correr también otra carrera, una que no se mide en décimas. Mientras compite al más alto nivel, se forma para el día después. No por miedo a que llegue, sino por convicción. “Estoy compitiendo, pero quiero formarme para cuando deje de hacerlo, tener una base y no empezar de cero”, explica.
Por eso apostó por un máster en Gestión de Empresas Deportivas, una formación pensada para ampliar su horizonte profesional dentro del deporte más allá de la pista. El formato online le permite encajar los estudios en una agenda marcada por viajes constantes y fines de semana de competición. “Si tuviera que ir presencialmente sería imposible”, reconoce. No es un camino cómodo: hay semanas exigentes, clases que se acumulan y jornadas que se alargan el doble. Aun así, insiste en que el esfuerzo merece la pena. “Me gusta bastante y estamos aprendiendo mucho”.

Además, Nerea no recorre este trayecto en solitario. Su pareja también cursa un máster y juntos comparten apuntes, horarios y apoyo diario. En un entorno tan competitivo como el motor, esa compañía se convierte en un refugio. “Mejor tener a alguien que estar sola”, resume. Porque, incluso en la alta velocidad, hay carreras que se ganan acompañada.
Cuando frenar también es avanzar
No todas las decisiones importantes se toman acelerando. Hubo un momento en el que Nerea eligió bajar una marcha. No dejó de entrenar ni de competir, pero sí aprendió a escucharse después de un largo periodo de exigencia constante. “Me lo he tomado con más calma”, explica. Necesitaba parar, respirar y recuperar sensaciones en un deporte que rara vez concede treguas.
La salud mental ocupa un lugar central en su manera de entender la competición. Desde hace años trabaja con psicólogos y tiene claro que la salud mental es tan decisiva como la física. “Si no estás bien preparada mentalmente, te pasa factura”, reconoce. Habla sin dramatismos de la presión, de las oportunidades que no llegan y del desgaste que se acumula cuando las temporadas se encadenan sin pausa. Hoy, ese paréntesis le ha devuelto algo esencial: la motivación. Y con ella, las ganas de volver a competir al máximo nivel, con la cabeza despejada y el impulso intacto.
Un sueño que se hizo camino
Cuando Nerea mira hacia sus inicios, le cuesta reconocerse en todo lo que ha vivido. “Hace diez años lo veía como un sueño”, confiesa. Entonces, lo que hoy forma parte de su realidad parecía inalcanzable. En el camino ha ido cumpliendo muchos de los objetivos que se propuso, siempre acompañada por una familia que ha sido sostén y motor. “Nos lo hemos currado un montón”, dice, consciente de que nada llegó por casualidad.

Cada paso ha sido fruto del trabajo constante, de saber esperar y de aprovechar las oportunidades cuando aparecieron. Y aunque el balance es positivo, Nerea no se instala en la complacencia. Mira atrás con orgullo, pero también hacia adelante con ambición. Porque su historia, insiste, todavía no está completa y aún quedan metas por alcanzar.
2019, resistir para seguir
Hay años que marcan una carrera para siempre. En la de Nerea Martí, ese año fue 2019. El salto a las fórmulas la enfrentó de golpe a la parte más cruda del automovilismo: la realidad económica. “No podíamos pagar escuderías”, recuerda. La dificultad no estaba solo en la pista, sino fuera de ella, en todo lo que condiciona seguir o no seguir. Fue un año duro, tanto que llegó a plantearse dejarlo.
La presión mental fue enorme, pero también lo fue la conciencia del esfuerzo que su familia llevaba años sosteniendo. No era solo su sueño: era el de todos. Aun así, decidió continuar. Aguantar un poco más. Confiar. El tiempo acabó dándole la razón. “Después vinieron las oportunidades buenas”, explica. De aquel momento nace el mensaje que hoy repite sin dudar: no rendirse, incluso cuando todo parece cuesta arriba.
El motor también es femenino
El automovilismo femenino atraviesa un momento de impulso. Hay más visibilidad, más apoyo y más oportunidades que hace apenas unos años, y la piloto valenciana es consciente de ello. Pero también advierte del riesgo de la complacencia. “Hay que aprovecharlo ahora, no sabemos cuánto tiempo va a durar”, señala, con la lucidez de quien conoce bien la fragilidad de esos avances.
En su propio camino, ser mujer le permitió destacar en los inicios y llamar la atención de patrocinadores cuando aún eran pocas en la parrilla. Hoy, la presencia femenina es mayor y empieza a normalizarse, pero la principal barrera sigue intacta: el dinero. “Es un mundo muy caro”, explica. Hay talento, hay ganas y hay nivel, pero muchas chicas se quedan fuera por falta de apoyo económico. Una asignatura pendiente que sigue marcando el límite entre llegar o quedarse en el camino.
La vida más allá del asfalto
La vida de Nerea no se limita al asfalto. Su día a día combina entrenamientos, reuniones con marcas y equipos, la gestión de su propia carrera y las horas de estudio. Una rutina exigente que deja poco espacio para la pausa, pero que también la ha obligado a aprender a desconectar cuando el cuerpo y la cabeza lo piden.

Y cuando lo hace, se refugia en lo esencial. En su abuela, en sus perras, en un paseo sin prisa o, simplemente, en permitirse no hacer nada (aunque admite que le cuesta). “Dos días en casa sin hacer nada también es descansar”, dice, reivindicando el valor de parar sin culpa. Cerrar el año le ha regalado algo que valora especialmente: calma. “Ahora ya puedo dormir tranquila”. Un descanso que, en su caso, también forma parte del trabajo.
El verdadero premio
Cuando Nerea Martí piensa en cómo le gustaría ser recordada, no duda. Quiere ser una referencia. Una piloto que abrió camino y que no fue “una más”. Alguien que demostró que se puede competir y ganar en campeonatos mixtos, de tú a tú con los hombres, y que dejó huella más allá de los resultados.
Hay victorias que no aparecen en las clasificaciones, y para Nerea la más importante tiene que ver con la salud. Cuando se le pregunta qué sería para ella ganar la lotería, su respuesta es sencilla y profundamente humana: “ganar la lotería es tener salud“, tanto suya como se sus seres queridos. Y este año, un deseo concreto lo resume todo: poder seguir disfrutando de su abuela durante muchos años más. En un deporte donde casi todo depende de presupuestos, patrocinios y oportunidades, Nerea tiene claro que hay victorias que no se compran. Y que, al final, esas son las que realmente cuentan.
Porque en un deporte que mide el éxito en décimas, Nerea ha aprendido que las victorias más importantes no siempre se cruzan con bandera a cuadros, pero son las únicas que de verdad perduran.


