Cuando no estaba si quiera inventado aquello del `jugador más valioso del partido´ la selección femenina española ya recorría el continente para jugar con las mejores selecciones, de aquellos años 70 una pívot fue la mayor anotadora en la primera experiencia europea de la ahora llamada Familia. Era Rosa Castillo.
Por aquel entonces, Rosa Castillo ya marcaba la diferencia en las canchas españolas. Combinaba técnica depurada, juego de pies, rapidez y visión, lo que le permitía superar a interiores rivales más altos, como la legendaria Semenova.
Fue, de hecho fue la primera jugadora en ser la mayor anotadora en nuestra selección en un Campeonato Europeo. Lo hizo en 1976 contra Bélgica y acumuló 32 puntos.
Rosa Castillo (Barcelona, 1956) comenzó a jugar al baloncesto con 12 años, pero a los 16 ingresaría en una estructura como juvenil en el PEM de Barcelona, fundada por María Planas, junto con su hermana menor, Merche. Allí hasta entonces sólo habían visto jugar a chicos, pero las Castillo fueron unas pioneras. “En los tres años siguientes ascendimos tres veces de categoría hasta llegar a Primera División y luego tanto mi hermana como yo llegaríamos a ser internacionales y María Planas fue Seleccionadora Nacional”, recuerda Rosa, “a partir de ese momento toda nuestra vida iba a encaminarse alrededor del baloncesto”, rememora de aquellas niñas que no eran conscientes de que marcaría una época para toda una generación.
“Jugábamos con chicos para fomentar la competitividad”
Del club de barrio de la Ciudad Condal pasó al Picadero. A pesar de los triunfos su situación no tenía nada que ver que con la actual. Viajaban en sus propios coches, no tenían ninguna remuneración económica y en los entrenos hacían de sparrings a los chicos. “A María Planas le gustaba que jugáramos contra chicos para fomentar la competitividad. En algunas ocasiones vino Solozábal o Manolo Flores. Luego en Masnou jugábamos contra los seniors y se picaban, porque a veces podíamos con ellos”, comentaba Rosa Castillo para una entrevista de ACB.
Desde esos inicios hasta su retirada pasó por el Caixa Tarragona, Microbank Masnou y Vic, el club que la convenció para que siguiese a pesar de su operación de menisco. Y menos mal, porque tras ello llegó la llamada del Dorna Godella y allí vivió la etapa más laureada de su carrera y su única experiencia casi profesional, aunque para ello cogió una excedencia en su trabajo. “Allí ganamos Liga, Copa y Copa de Europa, no perdimos ni un solo partido en ninguna competición a lo largo de todo el año, pero me lesioné en la rodilla y tras aquello tuve que optar por retirarme definitivamente”, nos cuenta.
Durante casi dos décadas, Rosa Castillo fue una pívot incombustible cuya altura no le restaba en agilidad, y eso que como ella dice “a lo largo de mis 18 años en activo ya viví esa evolución. Empecé siendo una pívot alta en España con 1’80 m. y terminé como pívot baja o alero“, reflexiona sobre el cambio físico de las mujeres a lo largo de los años.
Cuando Rosa Castillo se retiró, sus números cosechados, los de una gran leyenda: 11 títulos de Liga y 13 de Copa y llegó a vestir hasta en 113 ocasiones la camiseta de la Selección Nacional.
En el año 2003 el CSD le otorgó la medalla al mérito deportivo, reconociendo un legado que ahora recogen las nuestras en un Europeo muy ilusionante. Sin aquella generación de mujeres sería imposible que hoy el baloncesto sea el más practicado por las mujeres españolas.