El Estadi Johan Cruyff volvió a vestirse de gala para rendirse ante un Barça que no ha parado de brillar desde el inicio de la temporada. En la tercera jornada de la UEFA Women’s Champions League, las azulgranas desplegaron todo su repertorio ante un Oud-Heverlee Leuven combativo pero desbordado por la calidad y la profundidad del conjunto catalán. Con un dominio absoluto y una eficacia que creció con el paso de los minutos, el equipo de Pere Romeu se impuso por 3-0, firmando una victoria que refuerza su autoridad en el grupo y alimenta el hambre de un vestuario decidido a volver a reinar en Europa.
Alexia premió el dominio del primer tiempo
El partido arrancó con un guion inequívoco: el Barça mandaba y el Leuven sobrevivía. Desde el primer minuto, las azulgranas impusieron su ley con una circulación paciente, una presión asfixiante y un asedio constante por las bandas que obligó al conjunto belga a encerrarse en su propio campo. La posesión fue un monólogo culé, un ejercicio de control que convirtió los primeros treinta minutos en un recital de fútbol posicional, acumulando córners, ocasiones y disparos que rozaron el gol una y otra vez.
El Leuven, bien ordenado y con disciplina táctica, resistía como podía, achicando espacios y confiando en que el tiempo jugara a su favor. Pero el muro belga no iba a aguantar eternamente. Cuando el descanso asomaba, una internada dentro del área provocó un penalti que rompió el cerrojo. Alexia Putellas, la capitana, asumió la responsabilidad con la serenidad que la caracteriza y transformó el lanzamiento con maestría. Fue la recompensa merecida para un Barça que dominó de principio a fin una primera mitad que solo tuvo un color: el azulgrana.
Goles, cabeza y control en la segunda mitad
El descanso no frenó el impulso del Barça, que volvió al césped con la misma ambición y una marcha más. El guion se mantuvo inalterable: dominio absoluto, presión alta y una búsqueda constante de espacios ante un Leuven que empezaba a acusar el esfuerzo. Las azulgranas siguieron tejiendo jugadas con paciencia y precisión hasta que el desgaste rival se transformó en oportunidades. Y el gol no tardó en llegar: una combinación rápida por banda, un centro envenenado y un toque desafortunado de la defensa belga acabaron por firmar el segundo tanto. Un golpe que dejó sin respuesta al conjunto visitante y allanó el camino hacia el triunfo.
Con el marcador a favor, Pere Romeu movió el banquillo con inteligencia. Los cambios aportaron aire fresco, velocidad y variantes ofensivas que mantuvieron al Leuven en permanente alerta. Las nuevas incorporaciones no bajaron la intensidad, y el Barça siguió generando peligro.
El broche final llegó en una jugada de pizarra: un córner perfectamente ejecutado terminó con un impecable cabezazo de Irene Paredes, símbolo de liderazgo y contundencia, para cerrar el marcador con el 3-0 definitivo. Desde entonces, las azulgranas se dedicaron a controlar el ritmo, disfrutar del balón y dar minutos a las más jóvenes. Una segunda mitad que reflejó todo lo que es este Barça: talento, oficio y una ambición que no entiende de relajación.
Tres goles, fútbol de seda y una certeza: el Barça sigue siendo el espejo donde todos quieren mirarse.