El cambio de horario podría estar tocando a su fin y también la eterna disputa en contra o a favor. A la espera de que la propuesta de Pedro Sánchez salga adelante, surge otro debate: ¿el horario de invierno es el más oportuno? María de los Ángeles Rol de Lama, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia e investigadora del Centro Ciberfes, y Jorge Hernández, CEO la consultoría energética Eimagic Energía, aportan sus puntos de vista
“Es el más beneficioso para nuestra salud”
Desde el punto de vista de la sincronización del sistema circadiano, el mejor horario es este que empieza ahora en otoño porque sincroniza de manera más estable nuestro reloj biológico con el ciclo natural de luz y oscuridad. Es decir, se ajusta mejor a los ritmos naturales del cuerpo. Es, por tanto, el más beneficioso para nuestra salud circadiana, metabólica y cardiovascular.
Los estudios científicos reflejan el consenso internacional de los principales expertos en cronobiología: retrasar o adelantar una hora el reloj dos veces al año puede provocar alteraciones del sueño, problemas cardiovasculares y metabólicos y trastornos cognitivos. Nuestro organismo tarda alrededor de una semana en recuperarse de esa desincronización que el reloj biológico experimenta con cada cambio de hora.
El horario de invierno reduce esa desincronización entre el reloj biológico interno y las condiciones externas. Los efectos positivos son especialmente notables en niños y personas mayores, que tienen ciclos circadianos más rígidos y se adaptan peor a los desajustes horarios. La estabilidad del horario estándar les ayuda a mantener un patrón regular de sueño y actividad.
“Seguirá siendo ventajoso para las compañías”
Me preocupa el coste energético para los ciudadanos. Anochecerá antes y esa hora menos de luz por la tarde implicará un coste para los consumidores en los hogares, los comercios o la restauración porque se incrementa el uso de luz artificial. Las implicaciones de este tipo de políticas sobre el cambio horario no se perciben de forma equitativa. Hay que fomentar el ahorro de energía, pero el efecto económico y energético de este tipo de decisiones es marginal, ya que los hábitos han cambiado profundamente. Seguirá siendo ventajoso para las compañías energéticas y ciertos sectores. El efecto económico y energético de esta práctica se ha vuelto marginal con los años, pues los hábitos de consumo y la tecnología han cambiado profundamente.
Las compañías eléctricas, especialmente las distribuidoras, no pierden ingresos, ya que adaptan sus tarifas por tramos horarios u otras medidas, manteniendo de una forma u otra sus márgenes. El ahorro individual es casi inexistente, mientras que las compañías ajustan beneficios.
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