Opinión

Limpiar sin límite

María Dabán
Actualizado: h
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En los casos de corrupción normalmente hay que hacer un ejercicio simple: seguir la línea de puntos, las pistas que llevan a armar un sumario que, sobre todo, tenga un sentido. Y eso es lo que está pasado con el caso de Leire Díez.

Cuando el escándalo salió a las portadas, Díez dijo ser sólo una periodista que investigaba el mal funcionamiento de algunos organismos del estado. Hasta el momento, nunca había publicado nada pero, por lo visto, un día tuvo una revelación (a lo Saulo camino de Damasco) que le llevó a querer publicar un libro o dos sobre el tema. Por eso resultaba hasta hilarante que ella dijera, toda seria y sin perder la compostura, que no era “ni fontanera, ni cobarde”.

El pasado mes de septiembre en su comparecencia ante el Senado fue un poco más lejos y añadió: “Prefiero ser fontanera, que cloaquera”. Pero, por lo visto, ella era eso y mucho más.

Sus trabajos de documentación, curiosamente, tenían un objetivo muy concreto e iban dirigidos a intentar desmontar los casos de corrupción del PSOE y de la familia de Sánchez que están investigando los jueces, los fiscales y la Guardia Civil. Para ello, tanto Díez como el empresario Javier Pérez Dolset se reunieron con fiscales, empresarios y algún guardia civil para pedirles que buscaran trapos sucios de todos ellos.

Los dos personajes no debían inspirar mucha confianza porque más de uno grabó esas conversaciones como seguro de vida por si las moscas. Uno de ellos fue el fiscal Ignacio Stampa, quien, al preguntar cuál era el interés de ambos por mantener ese encuentro con él, Dolset le contestó: “Cuando salió la imputación de Begoña Leire llamó porque el presidente había dado orden de limpiar sin límite”. La instrucción del presidente fue tajante: “La situación hay que revertirla, caiga quien caiga”.

Según la versión de Stampa, estaba previsto que “en nombre del Gobierno” fuera Santos Cerdán a esa reunión pero en su lugar apareció Leire, que le comentó que le trasladaría al secretario de Organización todo lo que dijera.

La denuncia de Stampa, unido a todo lo que vamos conociendo del caso, deja claro que, después de esos cinco días llorosos de reflexión, Sánchez volvió dispuesto a arrasar con todo y a acabar con todos los que pusieran en peligro su poder. Su objetivo no era colaborar con la Justicia, sino ponerle todas las zancadillas posibles para que los sumarios que afectan a su mujer, a su hermano y a sus dos secretarios de Organización queden en nada.

El fiscal del caso ha recordado, además, que resultaba determinante que Díez hablara “en nombre de altas instancias del Estado” para dar credibilidad a sus ofertas de soborno.

Con la denuncia de Stampa queda claro también que Leire trabajaba al servicio de Santos Cerdán, es decir, al servicio del Partido Socialista, estuviera o no en nómina de Ferraz, que tampoco hay que ser muy listo para saber que ese tipo de operaciones mafiosas no se hacen a la vista de todos. Es por tanto falso que, como dijo ella en el Senado, no tuviera ninguna relación personal o profesional con él.

Pedro Sánchez cada día está más acorralado y ni el cambio de hora ni cualquier otro conejo que se saque de la chistera le evitarán tener un mal final de su carrera política, aunque según el lapsus de su vicepresidenta, Yolanda Díaz, quede “Gobierno de corrupción” para rato.

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