En el corazón del Valle del Corneja, a 1.079 metros de altitud, se encuentra Bonilla de la Sierra. Un pueblo de Ávila que conserva intacto su aire medieval.
Su historia ha estado marcada por los pueblos que lo habitaron en la antigüedad, desde vetones y lusitanos hasta romanos. Y hoy se alza como un rincón único dentro de Castilla y León.
El encanto de Bonilla de la Sierra fue reconocido en 1983, cuando obtuvo la declaración de Conjunto Histórico-Artístico.
Décadas más tarde, se convirtió en el primer municipio de la provincia en formar parte de la red de Los Pueblos más bonitos de España. Un título que ha reforzado su identidad patrimonial pese a mantenerse alejado del turismo masivo.
La huella de la Iglesia en Bonilla de la Sierra
Uno de los rasgos más distintivos de Bonilla de la Sierra es su vínculo con la Iglesia. Desde principios del siglo XIII hasta el siglo XIX fue residencia de verano de los obispos de Ávila. Eso convirtió a esta villa en uno de los enclaves más importantes del obispado.
Esa tradición episcopal todavía se refleja en su patrimonio monumental y en el prestigio que conserva en la diócesis.

El ejemplo más destacado es la Iglesia-colegiata de San Martín de Tours, auténtica joya gótica del siglo XV levantada por orden del cardenal Juan de Carvajal.
El templo, declarado Bien de Interés Cultural, sorprende por su sobriedad y por los grandes contrafuertes exteriores coronados por pináculos. En el interior destacan las capillas de los Chaves y de los Álvarez de Guzmán. Además de un retablo gótico en el altar mayor que narra la vida de San Martín.
Murallas, calles empedradas y una plaza castellana
El trazado urbano de Bonilla de la Sierra conserva su carácter medieval. La villa estuvo rodeada por murallas de las que todavía quedan restos, así como la puerta de Piedrahita, uno de los accesos originales.

Pasear por sus calles empedradas o detenerse en su plaza Mayor permite viajar al pasado y comprender por qué este lugar es considerado un auténtico tesoro histórico.
La plaza Mayor, de estilo castellano, concentra gran parte de la vida del pueblo. Aquí se levanta el edificio del Ayuntamiento y se alinean casonas solariegas que muestran el peso que tuvo Bonilla de la Sierra en épocas pasadas. Desde este punto parten las principales rutas para conocer los rincones más emblemáticos de la localidad.
El castillo-palacio, símbolo del poder episcopal
Otro de los grandes atractivos de Bonilla de la Sierra es su castillo-palacio, construido en el siglo XII y reformado en los siglos XV y XVI. Aunque actualmente es de propiedad privada y solo puede contemplarse desde el exterior, su relevancia histórica es incuestionable.
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Fue residencia de los obispos de Ávila y testigo de la vida de Alonso de Madrigal, conocido como El Tostado, consejero de Juan II y una de las figuras intelectuales más destacadas del siglo XV.
La torre del homenaje es el elemento mejor conservado del castillo y aún guarda frescos de temática caballeresca. La fortaleza llegó a contar con un patio central cuadrado en torno al cual se distribuían las estancias en tres niveles, reflejo de la grandeza que alcanzó en su tiempo.
Patrimonio singular: del Pozo de Santa Bárbara al altar rupestre
El patrimonio de Bonilla de la Sierra va más allá de sus murallas e iglesias. Un ejemplo singular es el Pozo de Santa Bárbara, construido entre los siglos XII y XIII para abastecer de agua a la villa.
Su estructura presenta dos accesos, uno de ellos con escaleras cubiertas por ocho bóvedas de medio punto. La tradición popular asegura que sus peldaños coinciden en número con las frases del credo.

En los alrededores, otro punto de interés es la zona conocida como El Mortero. Allí se conserva un altar rupestre que pudo usarse en rituales solares y lunares entre el final del Neolítico y la Edad del Bronce.
Este vestigio convierte a Bonilla de la Sierra en un enclave que aúna patrimonio religioso medieval con huellas prehistóricas.