En el corazón de las Merindades burgalesas se esconde Puentedey. Un pueblo que parece dibujado por la mano de un artista medieval y que, pese a su extraordinario valor histórico y patrimonial, todavía no ha sido alcanzado por el turismo masivo.
Situado a unos 90 kilómetros de la ciudad de Burgos, este enclave se alza sobre un puente natural esculpido por el río Nela. Un escenario que convierte al lugar en una postal única dentro de Castilla y León.
Quien pisa Puentedey descubre que aquí se detuvo el tiempo en el siglo XI, cuando se erigió la iglesia románica de San Pelayo, y que el eco de la Edad Media sigue resonando en cada piedra, en cada arco y en cada rincón de este pueblo de apenas medio centenar de habitantes.
El puente de Dios, el origen de Puentedey
El nombre de Puentedey procede de “Puente Dei” o “puente de Dios”. No es casualidad. El río Nela horadó durante siglos un arco natural de roca caliza que sostiene el caserío medieval.
Encima de ese coloso natural se levantaron casas de piedra, la iglesia y un palacio señorial, convirtiendo al pueblo en un ejemplo irrepetible de fusión entre naturaleza y arquitectura humana.
Quien observa el puente por primera vez entiende la fascinación que despierta Puentedey. Un arco de más de 15 metros de altura y 35 de ancho que, desde la distancia, parece sostener al propio pueblo sobre el vacío. No hay en España un ejemplo igual. Eso convierte este lugar en un destino único para quienes buscan rincones auténticos.
La iglesia de San Pelayo, testimonio del siglo XI
El corazón espiritual de Puentedey late en la iglesia de San Pelayo, levantada en el siglo XI con el inconfundible sello románico. Sus muros de sillería guardan un ábside rectangular y una portada de arcos moldurados que conserva aún la sobriedad medieval.

A lo largo de los siglos, la iglesia ha recibido modificaciones góticas. Pero mantiene la esencia de su origen, con capiteles sencillos y símbolos esculpidos en la piedra que recuerdan al viajero que está frente a uno de los templos románicos más singulares del norte de Burgos.
Cada visita a San Pelayo es una inmersión en la Edad Media. Sus muros parecen haber visto pasar procesiones de campesinos, señoríos que gobernaron estas tierras y generaciones que dejaron en esta iglesia la huella de su fe.
El Palacio de los Brizuela, fortaleza y nobleza
Si la iglesia marca el espíritu religioso de Puentedey, el Palacio de los Brizuela representa su pasado señorial. Construido entre los siglos XV y XVI, esta casa-fortaleza perteneció a una de las familias más influyentes de la comarca.

Declarado Bien de Interés Cultural, el edificio conserva sus almenas y torres, recordando al viajero que aquí se libraron disputas de poder, pero también se desarrolló la vida cotidiana de los nobles que habitaron estas montañas.
La silueta del palacio, junto con las viviendas tradicionales de piedra y madera que se alinean sobre el puente natural, crea una estampa que transporta a un tiempo en el que la defensa, la religión y la vida comunal se entrelazaban sin fisuras.