El enigma de la campaña extremeña no es un qué, sino un cómo: todo dios sabe –aunque, recuerden, esto es la España de Sánchez, donde nada está escrito– que María Guardiola ganará las elecciones de este domingo, pero nadie se atreve a asegurar, allende Génova y propagandistas mediáticos, que atará la urgente mayoría absoluta. La presidenta de la Junta de Extremadura no logró el apoyo del PSOE ni de Vox al Proyecto de Presupuestos para 2026 y, en un ejercicio de responsabilidad y de osadía, convocó elecciones. Bien. Sin embargo, el oráculo delfoscópico augura un ecosistema parlamentario no muy distinto: el PSOE se despeña y el PP crece, pero no lo suficiente, y podría quedar como un completo imbécil –etimológicamente, quiere decirse–: imbaculum significa sin bastón, sin poder.
Igual Guardiola arrasa, eh, pero, de no hacerlo, ¿en quién se apoyaría? ¿Qué cayado es menos malo para ella: el zombi Gallardo, renfield del presidente del Gobierno, batuta del hermanísimo, carne de banquillo, o el voxero Óscar Fernández, un Slappy –quienes en su infancia leyeran los libros de Pesadillas saben a qué me refiero– de un Abascal que desprende un “tufo machista”?

A saber. Los periodistas del Foro pecamos de madrileñocentrismo cuando metemos el hocico en los asuntos de provincias, pero los provincianos, como aquí el menda, sabemos que al paisano de Almagro, de Padrón o de Torreorgaz se la traen bastante floja que el novio de Ayuso esto o que el lobista Zapatero lo otro. A la gente, por lo que sea, oyes, no me lo explico –entiéndase la ironía, por Dios–, le interesa mucho lo que sucede en y lo que le puede afectar a su tierra, y quien dice tierra dice modo de vida, casa, bolsillo, capital, presente y futuro. El mundo en general y Extremadura en particular no son ni Twitter/X ni Malas lenguas. Hay todo un océano de vida más allá de esas sombras de las sombras platónicas.
Echemos un vistazo al CIS de Tezanos: según el 19,2% de los extremeños, el principal problema que afecta a la región es el paro; según el 15,1%, las infraestructuras “(tren, peajes, etc.)”. Guardiola lo tiene a huevo no ya ante Gallardo, que es un estafermo, sino ante Sánchez, el presidente que pretende cerrar Almaraz y para el que el AVE por la región, hasta sólo hace unos meses –y veremos en qué queda el proyecto–, era una criatura mítica.
Ahora bien, recordemos que, en julio del 23, Feijóo también las tenía todas consigo, y fíjense en lo que quedó la cosa. Confiarse puede ser letal para cualquier candidato y creo que, en el epílogo de la campaña, Guardiola lo ha hecho dos veces. La primera, por exceso: no se puede decir que estén “robando nuestra democracia delante de nuestros ojos” porque unos vulgares choros birlen 124 sobres con votos emitidos con antelación; la segunda, por defecto: la no asistencia al debate televisado no denota prudencia, sino cobardía. Hablo, disculpen, desde mi madrileñocentrismo de Ciudad Real. La campaña boquea sin apenas ideas y tras pegarse un atracón de cieno. A ver qué se cuentan los extremeños este domingo. Luego nos ocuparemos del cómo.



