El papel que pueda jugar Vox tras las elecciones extremeñas este domingo es una gran incógnita que implica de manera muy directa a algunos derechos sociales. Entre ellos, la protección de la mujer. Cuando hace unos días varios politólogos y asesores analizaron para Artículo 14 la figura de María Guardiola, todos coincidieron en realzar su capacidad para mantener su propia identidad, incluso en negociaciones difíciles.
Sin embargo, este pensamiento no cierra el debate sobre qué significaría la necesidad de pactar o acordar con Vox para poder gobernar si no consiguiese esa mayoría absoluta que le permitiría formar gobierno en solitario. ¿El apoyo del partido de Abascal le obligaría a Guardiola a inclinar su agenda política hacia las prioridades de Vox en cuestiones de género, familia y otros derechos sociales?

La pregunta es interesante porque el voto femenino podría marcar el resultado electoral en Extremadura, ya que representan más de la mitad del electorado y sus patrones de voto son distintos a los de los hombres. Vox no engaña en sus propuestas o en la exposición de su visión ideológica de la violencia de género, por ejemplo. Está por ver si su mayor peso político significaría una mayor influencia en la agenda de gobierno o en la interpretación de las políticas nacionales en áreas como la educación, la igualdad y el apoyo social.
El desafío de Guardiola
Frente a otros perfiles, Aner Ansorena, consultor político, aplaude que Guardiola haya logrado situarse como “una figura autónoma, con criterio, incluso cuando el tablero la llevó a negociaciones muy complejas”. Recuerda que en la etapa con Vox trató de mantener esa identidad, marcando las líneas que consideraba esenciales. “En este nuevo ciclo -añade- quiere reforzar ese mensaje: independencia respecto a Vox e incluso independencia respecto a Génova. Es una apuesta ambiciosa, sí, pero coherente con la narrativa que ha construido. Y, si consigue resultados y estabilidad, esa autonomía puede convertirse en un activo en un contexto donde la ciudadanía premia a quienes parecen menos condicionados por las estructuras”.
Los expertos consultados creen que la agenda femenina de Guardiola está fuera de toda duda. “Se trata de un liderazgo femenino en un partido de centroderecha, con componentes feministas y un fuerte arraigo extremeño, probablemente más valorado por la ciudadanía que por algunos cuadros políticos. Dentro del PP, se ubica en un perfil más bien centrado y se distancia de Vox en cuestiones como la inmigración o el papel de la mujer en la sociedad, opina Nalia Rochin, socia fundadora de la consultoría BB&R.

La asesora María Francés acentúa “la coherencia integral” y su forma de liderar entendiendo el pulso de su tierra, mirando a la cultura, conectando con las personas “y sosteniendo un proyecto político sin perder la mirada humana que hoy tanto reclamamos”. “Si su independencia se interpreta no como confrontación interna, sino como defensa del territorio, esa narrativa puede jugar muy a su favor en un contexto donde el votante valora autenticidad y criterio propio”, subraya.
Tanto desde Extremadura como desde Génova, el PP se ha desmarcado claramente el discurso negacionista de Vox en la violencia de género, uno de los que más ampollas levanta en la sociedad. Vox rechaza participar en los observatorios municipales de violencia contra las mujeres y contra la LGTBIfobia. “Se trata de dos chiringuitos ideológicos que siguen fielmente los dictados de la izquierda y forman parte de la maquinaria de propaganda feminista y de los intereses de los lobbies LGTBI”. Defienden una igualdad, donde todas las violencias importen, sean mujer, hombre, mayor o niño, heterosexuales u homosexuales.
Violencia intrafamiliar
El partido de Abascal lleva tiempo luchando por cambiar el término “violencia de género”, que dice que está politizado, y sustituirlo por “violencia intrafamiliar”. “El género es un concepto ideológico que nosotros no compartimos”, ha señalado Santiago Abascal. El PP considera que erradicar la violencia machista y cualquier forma de violencia contra la mujer es un objetivo prioritario. “No admitiremos pasos atrás”, repiten sus líderes.
Los colectivos feministas temen que el discurso negacionista de Vox pueda difundirse desde dentro de las propias instituciones” y piden “no dejarse engañar por la provocación ideológica que niega la desigualdad y la violencia contra las mujeres”.

No reconocer la violencia machista como un fenómeno estructural ligado a la desigualdad implicaría el peligro de que desaparezcan los juzgados especializados, los protocolos específicos y los recursos diseñados para proteger a mujeres en riesgo. Tratar todas las violencias como iguales significa olvidar que la mayoría de la violencia en el ámbito de la pareja la sufren mujeres y tiene patrones específicos.
Retroceso en derechos
Vox rechaza también políticas de discriminación positiva poniendo en tela de juicio las medidas destinadas a corregir desigualdades reales, como la brecha salarial, el acceso a puestos de poder y la conciliación, o los planes de igualdad en empresas e instituciones.
El partido considera que el feminismo institucional es una “ideología” y propone recortar o eliminar organismos y programas asociados. Mantiene, por otra parte, posiciones restrictivas sobre el aborto y la educación sexual. Sobre todo, si no se reconoce la violencia de género como un problema estructural, no se pueden diseñar políticas específicas para combatirlo. Esto puede dejar a muchas mujeres sin protección frente a desigualdades que no se resuelven solo con leyes neutrales.
Con su voto, muchas extremeñas deciden también si ciertas conquistas sociales pueden pasar a depender del equilibrio entre independencia política y necesidad de pactos.



