El sanchismo se enfrenta hoy a la primera constatación de su cuenta atrás en las urnas. Y lo hace siendo fiel a sus ideas, a sus principios, o a su falta de ellos, para ser más exactos. Pedro Sánchez es el responsable de haber elegido un candidato como Miguel Ángel Gallardo, una cara de cartel dispuesta a salir a perder, a inmolarse. Gallardo estaba rodeado de escándalos, aparte del caso Hermanísimo, pesaba sobre sus hombros la flagrante y obscena manera de aforarse pasando por encima de todos sus compañeros para entrar en la Asamblea. Sin duda aquello fue una declaración de intenciones, un aviso de hasta qué punto llegaría la desvergüenza.
En cualquier sala de operaciones, por más mala que fuera, en cualquier war room en que se estuviera preparando una campaña electoral, se desecharía desde el primer momento un candidato con tantas losas encima suya, máxime si parte, además, de una posición de desventaja respecto a su rival directo. En todas, claro, menos en la que esté Pedro Sánchez, que ya ha demostrado en numerosas ocasiones que las comunidades autónomas son una especie de fase de grupos dentro de sus campañas militares. No en vano, solo hay que ver cómo ha mandado a medio Consejo de Ministros a morir en las orillas autonómicas.
Parece claro que con esta estrategia kamikaze el líder del Ejecutivo busca emular y reeditar aquella jugada del 23 de julio, aquella carambola que le ha permitido resistir desde la inoperancia durante estos años. Esto es, el panorama es tan poco halagüeño para él, que no es que no salga a ganar, es que sale, de nuevo, a intentar empatar en el descuento. Y el problema que tiene esta vez es que va 4-0 abajo y la mayoría de los goles se los está metiendo en propia, ha insultado a los árbitros y las gradas se están vaciando.
Lo que busca Sánchez con el peón Gallardo es una derrota beneficiosa, le da lo mismo que deje al PSOE extremeño al borde del abismo, que se sienta como un plebiscito sobre su figura y su estrepitosa gestión, eso ya lo da por descontado. Lo que quiere Sánchez es un fracaso lo suficientemente medido, que deje a Vox en una situación de fuerza y al PP en un escenario en el que tenga que depender de los de Abascal. De esta manera, beneficiándose de la suma que tendrán que hacer sus adversarios, y de las más que previsibles riñas y sobreactuaciones que desde Bambú y Génova harán, volviendo a redundar en la torpeza, Sánchez tratará de reactivar un relato que dudo mucho que alguien, más allá de los cuatro fanáticos dispuestos a engullir estiércol de siempre, vaya a sentarse a compartir.
Sin embargo, más allá de este pobre argumento socialista, de la manera que han tenido de encarar estos comicios extremeños, en los que Sánchez se ha volcado, llegando incluso a ser sancionado por la Junta Electoral Central, no dudemos en que nos volverá a decir la semana que viene que lo blanco es negro. Pasado mañana Gallardo estará amortizado, tirado como el enésimo juguete roto en el punto sucio del sanchismo. Pedro dirá que no tuvo otra salida que dejarlo hacer, pero que nunca fue su candidato. Esa negación a posteriori es parte del pacto con Belcebú que los presidenciables contraen cuando les dejan acudir a las urnas.
Pero, dejando a un lado al puño y la rosa, sí que merece mención, y es muy interesante y reseñable, la otra facción de la izquierda que ha concurrido a las elecciones de este 21 de diciembre. Hablo de Irene de Miguel, de lejos la mejor candidata que tiene la izquierda a la izquierda del PSOE. Ella, aunque se presenta por Unidas por Extremadura, ha conseguido sumar, nunca mejor dicho, bajo su figura y su paraguas a todos esos residuos que las envidias y los juegos progresistas nacionales han ido dejando por el camino.
Para mí, sin ninguna duda, De Miguel ha hecho la campaña más seria e inteligente de todas las que están en liza. Una campaña sin posibles, de bajo presupuesto, pero que ha abarcado de manera muy habilidosa todos los huecos que tenía que ocupar. Lleva muchos años la candidata de Podemos haciendo una gran labor de campo en Extremadura, no en vano es la más veterana de todos los candidatos. Ha sabido hacer bandera de todas sus fortalezas, de sus nulas piedras en la mochila y se ha aprovechado a las mil maravillas de la situación precaria del PSOE para, encontrando un tono sutil y creíble, ir sustrayéndole todo el jugo electoral que ha podido. En el debate le puso la guinda a ese pastel, y su reclamo es a toda esa gente de izquierdas, con corazón y conciencia social, a los que anima a que se den el gustazo de votar a una fuerza realmente de izquierdas.
Le auguro un buen resultado, fruto de un trabajo de años y de una campaña inteligente, donde ha maximizado todos sus recursos y se le ha notado la experiencia. Le iría mucho mejor a la izquierda de este país con este tipo de perfiles, honrados, sin hipotecas, creíbles de cara a un votante harto de tanto histrionismo y tanta pamplina. El único problema que tiene Irene es la marca bajo la que se presenta y el rechazo que causa.
Veremos qué ocurre esta noche, cuál es la fuerza real que los extremeños le otorgan a cada uno. Se suele decir que las urnas siempre te ponen en tu sitio. Esto vale para todos, menos para Sánchez, que por eso no pone las urnas; porque piensa que su lugar perpetuo es el poder. Mañana, cuando Gallardo sea pasto de carroña, comenzará con su nuevo cuento. Temblarán las Pilares Alegrías y las María Jesús Monteros de turno viendo cuál es el futuro que les espera. Que comiencen los juegos del hambre…



