CATALUÑA

El paraíso de los lagos de montaña que en otoño disfrutarás solo: visita al Parque Nacional de Aigüestortes

El itinerario que une el Planell d’Aigüestortes con el Estany Llong es un recorrido de unos 6 kilómetros (ida y vuelta), con apenas 150 metros de desnivel

Parque Nacional de Aigüestortes.

Cuando el verano se despide y el invierno aún no ha desplegado su manto blanco, los Pirineos catalanes viven una breve pero mágica tregua. Es noviembre, y el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici se transforma en un rincón silencioso donde los lagos reflejan el oro del otoño y el aire fresco anuncia la inminencia de la nieve.

Quienes buscan disfrutar de la montaña en soledad encuentran aquí su paraíso efímero: el valle de Boí y la ruta al Estany Llong desde el Planell d’Aigüestortes.

Un acceso singular: los taxis 4×4 del valle de Boí

A diferencia de otros parques nacionales, Aigüestortes restringe el acceso en vehículo privado para proteger su frágil ecosistema alpino. La puerta de entrada natural por el valle de Boí se sitúa en la localidad de Boí, donde comienza un servicio único en España: los taxis 4×4 oficiales del parque. Son todoterrenos habilitados para recorrer la estrecha pista forestal que serpentea montaña arriba hasta el Planell d’Aigüestortes, una meseta de praderas y bosques situada a unos 1.800 metros de altitud.

@planetafascinante

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El trayecto, de unos 20 minutos, es en sí mismo una experiencia. Los conductores —habitualmente vecinos del valle— comparten anécdotas sobre la vida en la montaña y sobre cómo el turismo sostenible ha transformado Boí sin despojarlo de su esencia rural. El servicio funciona durante todo el año, aunque con frecuencia reducida en otoño e invierno. En noviembre, los viajes son escasos pero casi siempre disponibles bajo reserva previa, una oportunidad para ascender sin las aglomeraciones de los meses de verano.

Al llegar al Planell, la vista se abre a un paisaje de abedules dorados, pinos negros y aguas cristalinas. Desde aquí parten varias rutas señalizadas, pero la más popular —y asequible— es la que lleva hasta el Estany Llong, uno de los lagos más emblemáticos del parque.

La senda tranquila hacia el Estany Llong

El itinerario que une el Planell d’Aigüestortes con el Estany Llong es un recorrido de unos 6 kilómetros (ida y vuelta), con apenas 150 metros de desnivel. Es un camino sencillo y perfectamente señalizado, ideal para disfrutar del paisaje sin prisas.

El sendero discurre junto al riu de Sant Nicolau, cuyo murmullo acompaña cada paso. Durante el otoño, los bosques que flanquean el valle se visten con tonos ocres y rojizos, y las hojas caídas alfombran el suelo como si la naturaleza preparara su propio descanso invernal. A mitad de camino, se cruza el puente de madera de la Cascada de Sant Esperit, donde el agua cae entre las rocas en un espectáculo discreto pero hipnótico.

@juliagonzaloortega

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A medida que se gana altura, el valle se abre y la vista alcanza las cumbres de más de 2.500 metros que rodean el circo glaciar del Estany Llong. En noviembre, el aire es frío pero aún amable; las primeras nieves cubren los picos, mientras los prados del fondo del valle conservan su tono pajizo. Al llegar al lago, el paisaje invita al silencio: el espejo de agua refleja el cielo grisáceo, las montañas se asoman en su superficie y no hay más compañía que el rumor del viento.

El privilegio de la soledad

Visitar Aigüestortes en esta época es descubrir su esencia más pura. Con el cierre de refugios y la disminución de visitantes, el parque recupera su calma ancestral. No hay filas, ni ruidos, ni prisas. Solo el sonido de tus pasos y la sensación de ser testigo de un lugar que se prepara para dormir bajo la nieve.

Antes de que el invierno haga imposible el acceso —habitualmente a finales de noviembre o principios de diciembre—, este breve intervalo se convierte en un regalo para el alma. Un paseo por Aigüestortes en otoño es una experiencia que no solo se mira, sino que se siente: el último suspiro del bosque antes del silencio blanco del invierno.

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