Cataluña

Las 4 curiosidades del Día de la Mercè que ni los barceloneses conocen

Una tradición que combina memoria, resistencia y creatividad, y que convierte a Barcelona en escenario de un ritual único en el mundo

Curiosidades del Día de la Mercè - Sociedad
Una fotografía de archivo de los 'gegants' durante la Mercè.
Ajuntament de Barcelona

Cada 24 de septiembre, Barcelona se transforma. Las calles se llenan de color, de música, de pólvora y de símbolos que conectan con siglos de historia. El Día de la Mercè es la gran fiesta mayor de la ciudad. Un homenaje a su patrona y, al mismo tiempo, una celebración de la identidad barcelonesa.

Sin embargo, más allá de los conciertos, los castells, los correfocs o el Piromusical, existen tradiciones y episodios olvidados que sorprenden incluso a quienes han vivido siempre en la capital catalana.

Lo fascinante del Día de la Mercè es que no es solo una jornada religiosa ni una simple fiesta popular. Es la suma de supersticiones medievales, milagros atribuidos a la Virgen, prohibiciones políticas y reinvenciones modernas que han dado forma a una tradición única. Y dentro de ese tejido histórico se esconden varias curiosidades que casi nunca se cuentan.

A continuación, desvelamos cuatro de ellas: desde su origen como amuleto contra plagas hasta la existencia de pasaportes para los gigantes que recorren la ciudad.

El origen del Día de la Mercè: de las plagas a los milagros

Pocos recuerdan que el Día de la Mercè no se consolidó en Barcelona hasta el siglo XIX. Aunque la devoción a la Virgen de la Merced se remonta a 1218, con la aparición que San Pedro Nolasco aseguró haber tenido, su papel como patrona oficial de la ciudad no se reconoció hasta 1868.

¿Por qué tan tarde? Porque su figura fue invocada como “protectora” en momentos de crisis. Barcelona sufrió en distintas épocas plagas de langosta, terremotos e incluso epidemias que arrasaron a la población. Los vecinos, encomendándose a la Virgen, aseguraban que los males remitían después de las plegarias.

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Castellers realizando los famosos castillos humanos de Barcelona.

Así, poco a poco, el Día de la Mercè se convirtió en un símbolo de esperanza colectiva frente a la adversidad.

Esa mezcla de mito y necesidad explica por qué el Ayuntamiento decidió, en pleno siglo XIX, proclamarla patrona oficial. La festividad se transformó en un acto de agradecimiento eterno y, al mismo tiempo, en un ritual de identidad urbana.

Una fiesta que estuvo prohibida

La alegría que hoy asociamos al Día de la Mercè no siempre fue posible. Durante la dictadura franquista, buena parte de las celebraciones tradicionales quedaron limitadas o directamente prohibidas.

Los castells, por ejemplo, eran vistos como actos de exaltación popular poco compatibles con la rigidez política de la época.

Los correfocs —con su fuego y su carácter irreverente— tampoco encajaban en la idea de orden que pretendía imponer el régimen. El resultado fue un Día de la Mercè reducido, desprovisto de su espíritu colectivo y de las expresiones culturales que lo hacían único.

No fue hasta la transición democrática cuando Barcelona recuperó plenamente su fiesta. Las asociaciones vecinales volvieron a organizar desfiles, los gigantes regresaron a la calle y la música recuperó el protagonismo que le correspondía. Aquella liberación cultural convirtió el Día de la Mercè en lo que conocemos hoy: una celebración plural, participativa y abierta a todas las generaciones.

El Piromusical: una tradición moderna que parece ancestral

Si preguntas a cualquier barcelonés qué acto es imprescindible del Día de la Mercè, muchos mencionarán el Piromusical. Ese espectáculo de fuegos artificiales, luces y música en Montjuïc parece tener siglos de historia. Pero en realidad nació en los años noventa.

La idea surgió como una manera de modernizar la clausura de las fiestas y de diferenciar a Barcelona de otras celebraciones populares en España. Se buscaba un acto que combinara tradición pirotécnica con tecnología, emoción visual y atractivo turístico.

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Una emblemática fotografía del fin de fiestas en Barcelona.
Shutterstock

El resultado fue tan exitoso que se convirtió en símbolo de identidad.

Hoy el Piromusical atrae a miles de espectadores y se retransmite en televisión, consolidándose como uno de los momentos más esperados del Día de la Mercè. Lo que comenzó como un experimento de innovación festiva se ha transformado en un ritual indispensable, capaz de emocionar a generaciones enteras.

Los gigantes con pasaporte

Quizá la curiosidad más sorprendente del Día de la Mercè es la que rodea a los Gegants de la Ciutat. Estas enormes figuras de madera y cartón piedra, que representan a reyes, nobles o personajes populares, desfilan cada año en medio de aclamaciones.

Pero lo que muy pocos saben es que los gigantes cuentan con un pasaporte oficial.

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Los famosos ‘Gegants de la Ciutat’ de Barcelona.
Wikipedia

Cada vez que viajan al extranjero para participar en exhibiciones o actos culturales, ese documento simbólico se sella como si fueran auténticos embajadores de la ciudad. Se trata de una tradición inventada en el siglo XX que refuerza el carácter diplomático y representativo de los gegants.

Así, el Día de la Mercè no solo tiene un componente local, sino también internacional. Los gigantes llevan consigo la cultura de Barcelona a otras partes del mundo, mostrando que la fiesta es, en realidad, un puente entre tradiciones y modernidad.

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