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Constance Marten, de la alta aristocracia británica a la cárcel por la muerte de su bebé

Su historia es una trágica fábula moral sobre la cultura de clase y el amor loco

¿Cómo una rica heredera, que jugaba de pequeña con los príncipes Guillermo y Harry, ha pasado del glamur de ‘Tatler’, la biblia de la alta sociedad, a ocupar portadas por el homicidio de su bebé de apenas semanas? La respuesta es tan compleja como la existencia de Constance Marten, ‘Toots’ para los amigos, una aristócrata con conexiones directas con la Familia Real británica, convertida en estampa trágica de la proverbial ‘pobre niña rica’, en alegoría de las nefastas consecuencias del ‘amour fou’ (el amor loco) y en la evidencia de cómo un encuentro casual puede transformar una vida de privilegio en una pesadilla.

 Actualmente, Marten aguarda sentencia por la muerte de su quinta hija, Victoria, cuyo cadáver fue encontrado a principios de marzo de 2023 cubierto de suciedad, con signos de descomposición, en una bolsa de supermercado en una destartalada caseta de huertos urbanos en Brighton, al sur de Inglaterra. A sus 38 años, acaba de ser condenada por el tribunal londinense de Old Bailey junto a su pareja y padre de sus hijos, Mark Gordon, un británico 13 años mayor que ella, que hasta 2010 había pasado dos décadas en prisión en Estados Unidos por una brutal violación cometida cuando contaba con tan solo 14 años.

Atrás quedan meses de un caótico juicio en el que ambos se mostraron excéntricamente enamorados, desafiantes ante cualquier noción de autoridad y profundamente convencidos de que su suerte es el resultado de un montaje del sistema. Sus encuentros en el tribunal eran sus citas particulares y la sala del juzgado, el improbable escenario de su mutua obsesión, tras nueve años de relación, cinco hijos y una trayectoria nómada, errática y siempre en el filo, que acabó con su detención a final de febrero de 2023, poniendo fin a semanas de frenética búsqueda, ante los temores sobre el bienestar de un bebé que prácticamente nadie vería jamás con vida.

La alarma no era infundada, pero el desenlace colmó la mórbida fascinación ante la caída en desgracia de quien constituía el perfecto arquetipo de la cultura de clase en Reino Unido. Criada en Chrichel House, una de las casonas más imponentes del país, la abuela de Marten era ahijada de la Reina Madre y su padre fue uno de los pajes de honor de Isabel II, uno de los honores reservados para los jóvenes de la nobleza. Rebelde por naturaleza, Constance pasó su adolescencia en un exclusivo internado y, al concluir sus estudios básicos, se lanzó con su madre a una aventura en Nigeria que marcaría su existencia.

Ambas entraron en contacto con un dudoso culto, la llamada ‘Sinagoga, Iglesia de Todas las Naciones’ (Scoan, en sus siglas en inglés), sobre la que circulan serias alegaciones de violación y abuso mental y psicológico. Aquella experiencia marcaría a ‘Toots’, según ella misma confesaría, aunque a su regreso a Reino Unido lograría una cierta normalidad. Llegó a enrolarse en la universidad para cursar estudios árabes y de Oriente Medio y probó suerte tanto en el periodismo como posteriormente en la interpretación.

Fue precisamente cuando concluía su formación como actriz cuando todo cambió. En 2016, Constance Marten dejó de asistir a sus clases, de responder a llamadas y cortó la comunicación con sus amistades. Había conocido a Mark Gordon de manera casual, en una tienda de incienso en el barrio londinense de Tottenham, y su vida cambió para siempre. Con la comodidad del dinero que recibía religiosamente cada mes del fideicomiso familiar, pese a haber cercenado lazos por la desconfianza que la relación generó entre su familia, la pareja se lanzó a un estilo de vida heterodoxo, viajó por América del Sur y, cuando regresó a tierras británicas, ella estaba embarazada por primera vez.

Constance Marten. Fotografía: Instagram

Y fue su conducta anómala la que generó suspicacias entre las autoridades sanitarias, que emitieron una alerta a todos los hospitales, iniciando lo que sería un largo y tortuoso camino de desencuentros con los servicios sociales. La familia de ella llegó a contratar detectives privados para seguirle los pasos, pero enfrentamientos violentos, meses de cárcel para Gordon por agredir a agentes de policía, el paso de ella por refugios para mujeres, en los que su habitación aparecía plagada de botellas de vino, dieron paso al incidente más grave, cuando Constance se precipitó de la ventana de un primer piso, embarazada de su tercer bebé, quien resultó ileso. 

Las circunstancias de lo ocurrido nunca fueron esclarecidas, pero tras llevarse a sus dos hijos a Irlanda, la custodia le fue retirada nada más regresar a Reino Unido y nunca la recobraría. El tercer bebé le fue retirado a las dos semanas de dar a luz; el cuarto, nacido en 2021, a los siete días, y aunque inicialmente la pareja visitaba a los niños en el centro de acogida donde vivían, acudía menos cada vez, hasta que dejó de ir. En 2022, los cuatro les fueron permanentemente retirados por un juez, una decisión que llevó a Constance Marten a declarar que el Estado le había “robado” a sus hijos y, según declararía en el tribunal, fue esto lo que catalizó la huida cuando esperaba a su quinto bebé. Si no fuera porque su coche apareció en llamas en enero de 2023, con el pasaporte de ella y una placenta envuelta en una toalla, quizá nadie habría sabido de la existencia de Victoria.

Pero fue la caótica existencia de Constance Marten y Mark Gordon la que causaría la muerte de la pequeña. Ella dice que, tras quedarse dormida dándole el pecho, la niña ya no se movía. Los patólogos no saben con certeza si falleció de frío, en la tienda de campaña en la que vivían en pleno invierno inglés, o si fue el resultado del co-lecho. De lo que no hay duda es que fueron decisiones temerarias por negligencia, irresponsabilidad o insensatez, las que acabaron convirtiendo un aparente cuento de hadas en una funesta fábula moral sobre el peligro del amor loco.

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