Alemania celebra elecciones a nivel federal el próximo 23 de febrero tras la ruptura en diciembre del Gobierno semáforo entre socialdemócratas, verdes y liberales. Según las encuestas, el líder de la oposición, Friedrich Merz, candidato conjunto de los conservadores de la CDU y de su hermano bávaro la CSU, parte como claro favorito, con una intención de voto del 30%. Por detrás, figuran como segunda fuerza los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) y como tercera los socialdemócratas del SDP, que certificaron la pasada semana la candidatura del canciller saliente Olaf Sholz, pese a las dudas crecientes sobre su capacidad de liderazgo.
En quinta posición, por detrás de Los Verdes y con serios problemas para superar el umbral del 5% necesario para entrar en el Bundestag, aparece la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, por sus siglas), la formación personalista que dirige la antigua líder de los poscomunistas de Die Linke.
Los congresos federales de AfD y BSW, los dos únicos partidos que presentan como candidatas a la cancillería a mujeres, coincidieron ayer. Los de Sahra Wagenknecht se reunieron en el oeste de Alemania, concretamente en Bonn. Mientras que los de Alice Weidel hicieron lo propio en Riesa, localidad del este del país cercana a Dresde, de poco más de 35.000 habitantes.
1/ Musk und Weidel sind sich einig, dass Hitler in Wahrheit ein Kommunist war.
Könnte sein. Lasst uns dieser Behauptung ernsthaft und ergebnisoffen nachgehen. 🧵 pic.twitter.com/wwmOPGrir8
— Marko Kovic (@marko_kovic) January 10, 2025
Weidel, colíder y candidata de la extrema derecha, que conversó el pasado jueves a través de X con el dueño de la plataforma, Elon Musk, encuentro que está siendo investigado por la administración del Bundestag como posible influencia en la campaña y en el que ambos convinieron en definir a Adolf Hitler como un “comunista”, fue testigo de cómo su partido aprobaba el programa electoral de cara a los comicios anticipados de febrero, con promesas de “remigración”, salidas del euro –aunque no de la Unión Europea– y recuperación del servicio militar obligatorio.
Los ultras aprobaron, además, la creación de una nueva organización juvenil. La anterior, conocida como Junge Alternative (JA, por sus siglas) y catalogada como “extremista” por los servicios de inteligencia alemanes, será disuelta.
“Fangirl sumisa” de Musk
Musk respaldó en público a la formación de extrema derecha. “Solo AfD puede salvar Alemania”, escribió el hombre más rico del mundo en X. Weidel recogió el guante encantada, y Wagenknecht aprovechó la ocasión para definirla como una “fangirl sumisa” del magnate estadounidense.
Gran oradora, pero con poco sentido del humor, la líder de la izquierda populista apostó ante los cerca de 600 miembros del partido reunidos en Bonn por volver a comprar gas a Rusia, alegando que es más barato que el gas estadounidense.

Sahra Wagenknecht, al frente de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), tras una rueda de prensa en Berlín
Se pronunció a favor de frenar la “locura armamentística” y de la paz en Ucrania “en tiempos de embriaguez bélica”, aunque esa paz signifique hacer ciertas concesiones a Rusia. Y cuestionó las sanciones económicas contra Moscú. Sanciones que, desde su punto de vista, “no tienen nada que ver con la moralidad, no tienen nada que ver con los derechos humanos, no tienen nada que ver con el amor a la paz, son simplemente un programa de estímulo económico para la economía estadounidense y un programa asesino para las empresas alemanas y europeas”.
Pero ante todo, Wagenknecht quiso presentarse a sí misma como la única alternativa posible a la ultraderecha, a pesar de compartir en buena medida sus políticas migratorias y a pesar de vivir un momento de debilidad en los sondeos. En línea con AfD, su partido, “el único partido pacifista consecuente en el Bundestag”, según sus palabras, aprobó su programa electoral, con un voto en contra y una abstención.