Desde hace dos años, la industria militar estadounidense vive uno de sus periodos más rentables. La invasión rusa de Ucrania y la guerra de Gaza han transformado el sector: más pedidos, más producción y más contratos aprobados por Washington. Las cifras reflejan una tendencia clara: las guerras son devastadoras para quienes las sufren, pero extremadamente rentables para quienes venden el material que las sostiene.
Estados Unidos ha aprobado más de 32.000 millones de dólares en ventas a Israel desde octubre de 2023. El salto no tiene precedentes. Y dentro de ese volumen, una empresa destaca por encima del resto: Boeing.

Boeing, el gran ganador
La compañía ha asegurado contratos millonarios desde el inicio de la ofensiva israelí. Washington aprobó la venta de cazas F-15 por 18.800 millones de dólares, con entregas previstas a partir de 2029. A esa cifra se suman 7.900 millones en bombas guiadas y kits de precisión. En total, más de 26.000 millones vinculados directamente al conflicto. El alto el fuego no frena la tendencia: Israel, rodeado de países con los que no tiene precisamente una “buena relación”, necesita armamento.
Y lo cierto, es que esa tensión en Oriente Medio ha significado un impulso decisivo para Boeing, que venía de dos años complicados por problemas en la cadena de suministro y huelgas. Su cartera de pedidos de defensa supera ya los 74.000 millones de dólares.
Otras empresas también han salido reforzadas. Lockheed Martin aumentó un 13% los ingresos de su división de misiles. General Dynamics incrementó sus ventas en Oriente Medio un 46%. Y en Europa, la alemana Rheinmetall elevó sus ingresos un 35% gracias a la demanda de munición y vehículos blindados.

Ucrania como motor
Pero no es sólo Gaza. Ucrania mantiene un ritmo de consumo militar altísimo, y la necesidad de reponer arsenales ha obligado a muchos países europeos a aumentar presupuestos. “Occidente se está preparando para un escenario mucho más inestable. Quiere mostrar capacidad de disuasión y protegerse frente a conflictos que quizá no lleguen”, explica Francisco J. Girao, director de Defensa en Atrevia, en conversación con Artículo14.
Una fuga insuficiente
El auge del sector convive con un fenómeno paralelo: la salida de algunos inversores por motivos éticos. Tres fondos de inversión noruegos retiró sus participaciones en compañías vinculadas a la ofensiva en Gaza. Un contrapeso, advierten los experrtos, claramente insuficiente.
Son movimientos significativos, pero no determinantes porque las empresas afectadas han seguido anunciando ingresos récord y ampliando líneas de producción. Los pedidos a largo plazo, ya aprobados por gobiernos, garantizan actividad durante años.

El futuro inmediato
Aunque la guerra en Gaza pueda avanzar hacia un alto el fuego más estable, los contratos no se detendrán. Muchos se diseñan con años de antelación y responden a una percepción estratégica compartida: el mundo es más inestable, y los países quieren llegar preparados.
Los fabricantes prevén mantener niveles altos de producción. Boeing trabaja en entregas que llegarán a finales de esta década. Lockheed Martin reconoce en sus informes que su crecimiento se apoya directamente en la financiación militar para Israel y Ucrania. Y empresas europeas como la armamentística alemana Rheinmetalll o BAE Systems anticipan más demanda en 2025. Para las empresas, 2023 marcó un punto de inflexión. Y para Estados Unidos, el negocio de la guerra sigue siendo una pieza clave de su política exterior y de su economía de defensa.

