Una ley machista podría acabar con la Familia Imperial de Japón

Si la supervivencia de la Familia Imperial depende de un solo heredero, el país tendrá que aceptar que las mujeres también ocupen el trono

Princesa Aiko de Japón - Internacional
Una imagen de archivo de la princesa japonesa Aiko.
EFE/EPA/Eugene Hoshiko / POOL

La Familia Imperial de Japón es la más antigua del mundo, con más de 2.600 años de historia documentada. Sin embargo, su continuidad está en entredicho por una norma que excluye a las mujeres de la sucesión.

La princesa Aiko, única hija del emperador Naruhito y de la emperatriz Masako, cuenta con el cariño del pueblo nipón. Pero la ley le impide heredar el Trono del Crisantemo.

Una sucesión marcada por la discriminación de género

La Ley de la Casa Imperial, que regula la sucesión, establece un principio de agnación rigurosa: solo los varones pueden acceder al trono. Esto significa que, aunque la princesa Aiko sea la hija del emperador, no tiene derecho a convertirse en emperatriz.

La situación de la Familia Imperial de Japón contrasta con la de otras monarquías europeas, como España, Noruega o Países Bajos, donde Leonor, Ingrid y Amalia son herederas al trono.

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La princesa japonesa Aiko saluda a los simpatizantes desde el balcón del Palacio Imperial de Tokio.
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Este sistema, inspirado en una versión nipona de la ley sálica, ha generado una fragilidad inédita. Tras el emperador Naruhito, el siguiente en la línea sucesoria es su hermano, Akishino, y después el joven príncipe Hisahito, de solo 19 años. Él es el único varón de su generación. Lo que coloca sobre sus hombros el futuro casi exclusivo de la institución.

El peso de Hisahito en el futuro imperial

El nacimiento de Hisahito en 2006 paralizó un intento de reforma promovido por el entonces primer ministro Junichiro Koizumi. Aquella iniciativa buscaba abrir la sucesión a las mujeres. Pero se frenó en cuanto la llegada del joven príncipe aseguró un heredero varón para la Familia Imperial de Japón.

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Una fotografía reciente del príncipe Hisahito.
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Hoy, sin embargo, los riesgos son evidentes. Si Hisahito no tuviera descendencia masculina, el linaje podría extinguirse. La situación ha reabierto el debate sobre si Japón debe adaptar su monarquía a los valores del siglo XXI o mantener una tradición que amenaza con ser su propia sentencia de desaparición.

La contradicción es aún mayor si se tiene en cuenta que, en la raíz espiritual del poder imperial, se encuentra una mujer: Amaterasu, la diosa del sol, madre mítica de la dinastía. Además, en la historia japonesa hubo emperatrices regentes, lo que demuestra que el veto actual es más una imposición moderna que una tradición ancestral.

La presión sobre Masako y Aiko

La emperatriz Masako ha sido una de las principales víctimas de esta norma. Durante años, sufrió una enorme presión social por no haber tenido un hijo varón. Esa presión le generó problemas de salud y episodios de depresión que la alejaron de la vida pública.

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Una fotografía de archivo de la emperatriz Masako saludando.
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Su hija, la princesa Aiko, también enfrentó dificultades en la adolescencia. Aunque hoy participa de manera activa en actos oficiales, siempre consciente de que su destino no contempla el trono.

En la práctica, la Familia Imperial de Japón limita el papel de sus princesas a funciones representativas, negándoles cualquier posibilidad de liderazgo dinástico. Una discriminación que contrasta con la imagen de modernidad y civismo que proyecta el país en otros ámbitos.

Japón, modernidad y desigualdad de género

El contraste entre el avance tecnológico y las desigualdades de género es evidente. Japón figura en el puesto 118 de 146 países en el Global Gender Gap Report 2024 del Foro Económico Mundial.

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Un grupo de estudiantes disfruta del aire libre en Fukuoka.
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Laa baja participación de mujeres en política, la escasa presencia en cargos directivos y un modelo de roles tradicionales refuerzan la imagen de un país con fuertes desequilibrios de género.

La situación de la Familia Imperial de Japón es reflejo de estas tensiones. Mientras Tokio y Osaka destacan por su civismo y seguridad ciudadana, las mujeres enfrentan barreras históricas en lo laboral, lo político y lo institucional. La exclusión de Aiko de la línea sucesoria simboliza ese desequilibrio.

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