Cuando un miembro de nuestra familia sufre un problema de salud que le sitúa en una situación de “dependencia” no siempre se tiene la posibilidad de contar con asistencia profesional diaria. El enorme gasto que supone el ingreso en una residencia o contratar a un cuidador profesional formado en el ámbito sociosanitario, hace que sean alternativas descartables.
En la sociedad actual, el aumento de la población anciana y su creciente longevidad hace que muchas personas cuiden de un familiar dependiente. Aún pudiendo resultar una dedicación satisfactoria, también es una labor muy cansada y difícil, pudiendo llegar a tener consecuencias personales, sociales y económicas para los cuidadores.
Según el informe del Instituto de Investigación en Atención Primaria (IDIAP), el 68% de los cuidadores de personas dependientes manifiesta sentimientos de carga, el 59% sufre síntomas de depresión y el 55% de ansiedad.
Se produce para los cuidadores un deterioro de las relaciones familiares, aislamiento social, escasez de tiempo para el cuidador y renuncia al tiempo de ocio.
Las consecuencias económicas se reflejan en menores oportunidades laborales, menor acceso a recursos económicos y falta de autonomía económica.
Las mujeres siguen asumiendo principalmente el cuidado de los menores y de las personas dependientes. En casi el 85% de los casos, el papel de cuidador informal lo ejerce una mujer, sea esposa, madre o hija. Las mujeres, además, invierten mucho más tiempo en cuidar que los hombres y se suelen ver sobrecargadas por el trabajo que ello implica.
Un problema relacionado con el cuidado de larga duración a la persona dependiente es el maltrato a la misma. Es un problema grave y, lamentablemente, es más común de lo que pensamos, no solo en el ámbito del cuidado familiar sino también en residencias y centros de día. No hay cifras exactas al respecto pues es posible que haya casos que no se detecten y, además, en muchas ocasiones, son las propias víctimas quienes lo esconden.
En el caso de las familias cuidadoras, la carga y la ansiedad que soportan puede repercutir negativamente en las personas cuidadas.
Según el informe de IDIAP, el 33,4% de personas mayores dependientes atendidos por familiares están en una situación de riesgo de maltrato o abuso. Como se ha indicado anteriormente, algunos de los factores determinantes de este hecho sería el sentimiento de carga de los cuidadores, la ansiedad que sufren junto con la percepción de agresividad por parte de la persona mayor cuidada unido a una posible mala relación previa.
Entre los posibles malos tratos que pueden sufrir las personas mayores cuidadas son el físico, psicológico, económico y de negligencia y vulneración de derechos.
El alto riesgo de abusos por parte de los cuidadores del entorno familiar debería llevar a la creación de protocolos que determinen la existencia de aquellos factores que son determinantes en estos comportamientos y que tengan como objetivo la ayuda y tratamiento al cuidador. Es necesario que los profesionales de la atención primaria sean conscientes de estas situaciones y puedan detectar los distintos factores de riesgo y diseñar estrategias e intervenciones de prevención.
Las personas o familias con personas dependientes a su cargo necesitan soporte emocional, siendo fundamental que no se olviden de ellas mismas y de su cuidado físico, mental y emocional. Para prevenir los malos tratos a las personas cuidadas, es necesario poder contar con la colaboración de todos aquellos servicios públicos y privados, que en coordinación con los servicios sociales del municipio o de la comunidad autónoma, puedan dar apoyo a las personas cuidadoras solicitantes de ayuda.
La Ley de Dependencia ofrece ciertas prestaciones económicas con el fin de facilitar la contratación de un cuidador durante una cantidad de horas estipuladas, pero en general, estas ayudas no son suficientes para cubrir las necesidades de cuidado del familiar dependiente.
Existen todavía muchos retos pendientes en el Sistema de Atención a la Dependencia. Los procedimientos burocráticos, la baja intensidad de los servicios y las prestaciones insuficientes han dado lugar a un sistema que no satisface las necesidades de las personas en situación de dependencia.
Es necesario aumentar los esfuerzos para que sea un sistema ágil y eficaz.
Hay que seguir avanzando en un modelo que garantice los derechos y el bienestar de las personas dependientes de nuestro país y de sus cuidadores.