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Por Fundación ”la Caixa”

Pobreza de tiempo, una medida de la desigualdad que afecta más a las mujeres

Las investigadoras Margarita Vega Rapun y Sara Vega explican cómo la pobreza de tiempo afecta a las mujeres, limitando su bienestar y oportunidades profesionales

No siempre es el dinero lo que falta, hay también otras cuestiones no materiales que reflejan la desigualdad entre hombres y mujeres. A veces, el recurso más limitado es el tiempo. Y en esa escasez sobre el tiempo personal, las mujeres suelen ser las más perjudicadas. La pobreza de tiempo es una forma de desigualdad menos visible porque no es tangible, pero que pone límites a las oportunidades laborales, a la salud mental y al bienestar. Una brecha latente y que es un reflejo de la desigualdad estructural hacia las mujeres.

Esta nueva dimensión de la pobreza ha sido objeto de análisis de las investigadoras Margarita Vega-Rapun, del Center for Time Use Research de la University College London y autora del estudio ‘The multidimensionality of poverty: Time poverty in Spain (2021)’, y Sara Moreno Colom, profesora de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona e investigadora del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT).

Ambas expertas abordaron este tema en el marco del ciclo ‘El derecho al tiempo’, un espacio de debate clave para el siglo XXI organizado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” en CaixaForum Macaya.

170 minutos diarios de autocuidado

El concepto, que cada vez gana más terreno en los estudios sociales, lo explica Margarita Vega-Rapun: “La pobreza de tiempo se refiere a la falta de tiempo libre disponible después de atender las obligaciones laborales, domésticas y de cuidado personal.” En España, se considera que una persona es “pobre de tiempo” cuando tiene menos de 170 minutos diarios para sí misma.

Sin embargo, disponer de ese espacio de tiempo propio no garantiza calidad de vida, ya que no supone tener “capacidad para decidir acerca del mismo” al tener que cumplir con diferentes tareas en el hogar. El resultado es que se convierte en una extensión de trabajo no remunerado. Al final del día queda, explica, un margen tan ajustado que apenas permite descansar, formarse o, simplemente, disfrutar de la vida. “A través de las encuestas del uso del tiempo, podemos evaluar el tiempo que las personas le dedican al trabajo remunerado, al no remunerado y a los cuidados personales”, subraya Vega.

Desigualdad en las tareas del hogar

El reparto de los momentos de descanso tiene un claro sesgo de género en el que los hombres salen beneficiados: “La pobreza del tiempo está feminizada”. Las mujeres asumen la mayor parte de las tareas del hogar y el cuidado de familiares, una carga invisible que condiciona sus vidas y limita su desarrollo profesional y personal. “Podemos disponer de mucho tiempo, pero también tener poca capacidad para decidir acerca del mismo o que este se acabe contaminando por otras actividades, como por ejemplo los cuidados”.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, a través de la ‘Encuesta de características esenciales de la población y viviendas 2021’, solo el 15% de los hombres realiza la mayor parte de las tareas domésticas, frente al 46% de las mujeres. Ellas tienen que compaginar trabajo, limpieza, cocina y cuidado de los hijos. Además, las investigadoras apuntan que, aunque muchas mujeres se han incorporado al trabajo remunerado en los últimos años y también algunos hombres al no remunerado, la brecha de género sigue siendo muy amplia.

Y esto tiene consecuencias en el desarrollo profesional de ellas: en España hay más de 2,8 millones de ocupados que trabajan en jornada parcial, siendo el 73% mujeres, muchas de ellas atrapadas en esa necesidad de conciliar trabajo y familia. En cambio, solo el 27% son hombres, según la Encuesta de población activa (EPA).

Consecuencias directas a la salud mental

Esta realidad no solo afecta al bolsillo, también impacta en la salud mental y el bienestar general. La socióloga Sara Moreno Colom advierte que la pandemia hizo aun más evidente esta desigualdad. “Ellas tuvieron que estar pendientes de todo lo que pasaba en el hogar y tuvieron que autoexplotarse para llegar a todo”, afirma.

El resultado supuso que ellas acabaran trabajando por la noche al ser muy difícil de compaginar durante el día. Las secuelas que esa rutina les dejó fue más ansiedad, angustia, más agotamiento debido a la alteración del sueño y menos tiempo para ellas mismas.

Redistribución de las tareas

Para romper con esta dinámica, Moreno insiste en la necesidad de redistribuir las tareas de cuidado y fomentar la corresponsabilidad entre hombres y mujeres. Solo así, apunta, se podrá garantizar que todos tengan acceso a tiempo libre para formarse, para avanzar en sus carreras, o para algo tan básico como descansar. También considera que es necesario la aplicación de políticas públicas, en la que incide en la reducción de la jornada laboral. “Pero no valen todas las reducciones, sino que tiene que ser sincrónica y cotidiana si el objetivo es reducir las desigualdades, especialmente de género”, subraya.

La profesora advierte que esta reducción del tiempo laboral “tampoco es una solución infalible”, ya que “no garantiza que vayan a dedicar más al trabajo doméstico si previamente no tenían asumida ninguna responsabilidad en ese sentido”. También propone en aportar por la línea de conceder permisos individuales e intransferibles por cuidado de nacimiento y adopción.

También incide en la necesidad de hacer un cambio cultural: “Tenemos que ir trabajando en la sensibilización del reparto del trabajo doméstico y en otras organizaciones del tiempo que piensen más en términos de bienestar cotidiano”.

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