Día 3 de Noviembre de 2024. Los Reyes abandonan la localidad valenciana de Paiporta. Las botas manchadas de barro, la cara de la Reina sucia tras el alcance de una bola de barro. Y el alma también.
Dentro de un coche que deja atrás un escenario de gritos, insultos y ataques, llega la calma. El equipo del Rey se plantea en voz alta qué hubiera sido mejor, quedarse o marcharse, con los ánimos de la gente tan exaltado después de haber perdido negocios, casas, vidas. El Monarca lo tiene claro: “Si el Rey se va, el Estado se hunde”.
Las riadas acaecidas en Valencia desde la tarde del 28 de octubre de 2024, cuyas corrientes se llevaron por delante a casi 230 personas, destrozaron también la imagen de las instituciones de un país que, a nivel político, no supo estar a la altura. Los Ejércitos, la UME y los demás servicios de rescate dieron todo por ayudar a unas personas en el abismo, que no se vieron protegidos por quienes les garantizan que lo estarán.
La sociedad valenciana se sintió huérfana. Hasta un día. El 3 de noviembre, cinco días después de que la gota fría adquiriera su máxima fuerza y se llevara por delante todo lo que pudo. Ese día, en Paiporta, una de las localidades más damnificadas, se entendió, o al menos se presentó, la diferencia entre la Jefatura del Estado y el Gobierno. Aquel día, los Reyes permanecieron junto a las víctimas y el presidente se marchó a causa de la ira frustrada y la desesperación de los vecinos materializada en bolas de barro lanzadas contra ellos.

Para entender los hechos, es preciso analizar las actitudes y posiciones que dirigieron la cronología. El Gobierno central y el autonómico de Mazón priorizaron echarse encima respectivamente responsabilidades para salvar su electorado, se inundaba el debate público con cuestiones sobre la conveniencia de activar el nivel 3 de emergencia a la vez que se inundaba Valencia y las ayudas no llegaban.
El Rey esperó a que Moncloa autorizara la visita
Mientras tanto, un Jefe del Estado que no está sujeto a ningún calendario electoral, y que desde pequeño ha recibido las enseñanzas de su abuelo y padre de que “el cumplimiento del deber está por encima de cualquier otra circunstancia” -como dijera el Rey Juan Carlos en sucesivos discursos- por servir a España, lanzaba mensajes desde la base canaria de Gando pidiendo que “no hubiera limitación de medios”. Vestido con el uniforme militar de campaña el día 30, pidió “dejar trabajar de forma coordinada” a las comunidades y a las FAS. Y, tras realizar una videoconferencia con el comité de coordinación de la UME y los puestos avanzados en Valencia y Cuenca, desde Zarzuela se informó de que había “agradecido la oportunidad de recibir información de la situación, pero sin interferir en las operaciones en marcha para atender a las poblaciones afectadas”. En ese momento la intención de la Casa era no desplazarse hasta las zonas dañadas. “Lo importante es no estorbar en las tareas de rescate”, manifestaban fuentes de Zarzuela.
El día 31, el Monarca, que a su vez es Capitán General de las Fuerzas Armadas, no entendía -ni aguantaba- pensar que el Jefe del barco estuviera en la orilla mientras el barco se hundía.

Los equipos de Zarzuela y de Moncloa se pusieron en contacto con el objetivo de estudiar el momento idóneo para desplazarse a las zonas afectadas. El de Sánchez, dirigido por Diego Rubio, aconsejaba dejar un margen prudencial de tiempo, cuando las aguas estuvieran más calmadas. Para el Rey, aquello era un abandono.
Zarzuela insistió y el Gobierno accedió finalmente. Un escenario implanteable sería uno en que los Reyes estuvieran con el pueblo y el presidente del Gobierno, no. Pero Sánchez era consciente de que no iba a ser bien recibido por un pueblo devastado, frustrado y sin comprender. Y así fue.
A Sánchez la seguridad lo metió en el coche, pero nadie toca al Rey
En la mañana del 3 de noviembre, los Reyes, el presidente Sánchez, la delegada del Gobierno y la alcaldesa de Paiporta se encontraron cara a cara con la gente. En el momento en que los vecinos comenzaron a insultar a Sánchez y a Mazón, el equipo de seguridad del presidente lo agarró y lo metió en el vehículo para abandonar la zona. Un momento confuso, de decisiones segundo a segundo, en el que Sánchez siguió las indicaciones del equipo de Seguridad.
Por el contrario, Don Felipe, el Rey, el Estado, el Capitán General de las Fuerzas Armadas, dio orden a su equipo de seguridad de que permanecerían en la zona. Para ellos, el Monarca es “el jefe”, nadie le toca y esperan órdenes. El presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, se marchó. La delegada de Gobierno se marchó. Y la alcaldesa de Paiporta se marchó.
La siguiente parada programada era Chiva. Cuando Pedro Sánchez supo que Don Felipe y Doña Letizia habían permanecido en Paiporta, y vio cómo la sociedad española reaccionó haciendo comparativas, el presidente le afeó al Jefe del Estado no haberle seguido. Después de la comparecencia en el Cecopi, el Rey manifestó su intención de continuar la ruta programada, pero Sánchez se negó en rotundo.
La estrategia de Sánchez
El equipo del presidente empezó a buscar coartadas para defender a Sánchez. Desde que los ataques estaban orquestados por miembros de la “extrema derecha”, hasta filtrar a los medios que Moncloa había desaconsejado a Zarzuela ir por la tensión en el ambiente. Unos mensajes cortoplacistas, ya que la Guardia Civil desmintió al poco tiempo que las movilizaciones provinieran de grupos radicales.
Por parte de la Corona se entendió que las relaciones con el Ejecutivo de Sánchez debían recuperar la normalidad institucional lo antes posible. Los dos equipos permanecieron en contacto para coordinar las siguientes visitas a la zona, ya que innegociable era para la Institución no regresar a la zona. Finalmente, se acordó en conjunto que los Reyes irían a Chiva, Utiel y Letur. Según las circunstancias era conveniente que Sánchez no regresara, por lo que la fecha se programó para dos semanas después del incidente, fecha en que el presidente tenía agendado asistir a la Cumbre del G-20.

Normalidad institucional
Además de las reuniones que el Rey mantiene con el presidente en Zarzuela entre Moncloa y Zarzuela el contacto es fluido, pese a que a veces el camino es demasiado paralelo. Ejemplos recientes de ello han sido tanto el el día de la Fiesta Nacional el pasado 12 de octubre como los Princesa de Asturias. En la recepción tras el día de la Hispanidad, todos los ministros de Sánchez, con excepción del titular de Agricultura, Oscar Puente, abandonaron los salones del Palacio de Oriente después del besamanos. En Asturias, únicamente el de Agricultura, Luis Planas, acudió en representación del Ejecutivo, a diferencia de anteriores ediciones.

