Mientras su portaaviones más avanzado y sus tropas se despliegan en el mar Caribe, y la tensión entre Trump y Maduro aumenta, Estados Unidos está maniobrando para provocar y gestionar la salida del líder venezolano. La invitación estadounidense a abandonar el poder está marcada por ataques aéreos contra barcos que supuestamente transportan droga, el despliegue de buques en aguas caribeñas, el envío de personal de la CIA a Venezuela para llevar a cabo operaciones secretas…
Oficialmente, Washington solo está llevando a cabo una amplia operación contra los cárteles en el Caribe y el Pacífico oriental. Pero, entre bastidores, varios responsables de la administración Trump discuten ahora un escenario que durante mucho tiempo se consideró improbable: el después de Maduro. Algunos asesores del presidente Trump ya evocan la posibilidad de una salida negociada del jefe de Estado venezolano, llegando incluso a sugerir un exilio en un tercer país: Turquía, Rusia, Azerbaiyán o incluso Cuba. Otros imaginan un arresto seguido de un juicio en Estados Unidos, ya que Maduro está acusado federalmente de narcotráfico, acusación que él considera infundada.

Un elemento más en la estrategia estadounidense para encontrar una forma de expulsar al líder venezolano. Por el momento, estas reflexiones siguen siendo dispersas, sin un plan estructurado conocido. Circulan entre el Departamento de Estado, Defensa, Justicia, Hacienda o la Casa Blanca, sin una coordinación clara. La administración estadounidense también está estudiando las palancas económicas de un posible “mañana”: alivio parcial de las sanciones, papel del FMI o del Banco Mundial en la reconstrucción y forma de utilizar la inmensa riqueza petrolera del país.
Algunas discusiones van más allá, evocando el recurso a empresas de seguridad privadas para estabilizar un poder post-Maduro favorable a los intereses estadounidenses. Las señales enviadas por Washington (presencia de un portaaviones, autorización dada a la CIA para llevar a cabo operaciones clandestinas, multiplicación de los ataques cerca de las costas venezolanas) alimentan la idea de una estrategia más amplia. Varios antiguos responsables estadounidenses recuerdan que la ausencia de un plan coherente podría, en caso de una rápida caída del régimen, abrir la vía a un mayor caos: lucha de influencias entre facciones, refuerzo de los cárteles o aparición de un sucesor aún menos favorable a Estados Unidos.
La oposición venezolana, reconocida como legítima por Washington, afirma disponer de su propia hoja de ruta para una transición. Sin embargo, no participa en las reflexiones en curso. Y en una región que ya desconfía de cualquier intervención estadounidense, Colombia ha manifestado su irritación por las operaciones llevadas a cabo sin consulta previa. Al mismo tiempo, la diplomacia colombiana ha planteado la hipótesis de la salida de Nicolás Maduro del poder. Colombia estaría dispuesta a ofrecerle asilo si abandona el poder.

Al igual que había hecho a principios de esta semana el presidente colombiano de izquierda Gustavo Petro, la ministra de Asuntos Exteriores, Rosa Villavicencio, consideró que un gobierno de transición en Venezuela sería una solución para detener la escalada en la región. Sin embargo, esta es una decisión que deben tomar Estados Unidos y el gobierno de Maduro en una negociación.
Por su parte, Vladimir Putin brinda su apoyo a Nicolás Maduro. Mientras Estados Unidos acaba de incautar un petrolero frente a las costas de Venezuela, el presidente ruso ha confirmado su respaldo a la política del Gobierno de Nicolás Maduro destinada a proteger sus intereses nacionales y su soberanía. Mensaje de Putin a Trump a través de un “proxy” (intermediario) llamado Maduro.
Según la presidencia rusa, los dos hombres fuertes de Venezuela y Rusia han confirmado además su compromiso mutuo con la puesta en marcha de proyectos ruso-venezolanos, en particular en los ámbitos económico, energético y comercial. Maduro, fiel aliado de Vladimir Putin, anunció el pasado mes de mayo un nuevo acercamiento entre Moscú y Caracas con la firma de un tratado de cooperación, entre otros ámbitos, en el sector petrolero. Esto no ha gustado nada a la Casa Blanca.

El Gobierno estadounidense está multiplicando las medidas, tanto económicas como militares, para aumentar la presión sobre el presidente socialista venezolano. Donald Trump ha afirmado que los días de este último están contados. Así lo demuestra el importante dispositivo militar estadounidense desplegado en el Caribe desde este verano. Pero la incautación del petrolero venezolano por parte de EE. UU. constituye una novedad en esta crisis, ya que los hidrocarburos son la principal fuente de ingresos de Venezuela. El cerco se estrecha sobre el régimen de Caracas. El presidente venezolano propone acuerdos de seguridad regionales a los países vecinos que permiten operaciones conjuntas de “seguridad ciudadana”. También afirma que Venezuela es una garantía de seguridad en el continente. Su idea es llevar a una coalición de países hostiles a Trump al conflicto que se avecina.
El fin del régimen se acerca y, sin duda, no es casualidad que Estados Unidos haya organizado la exfiltración del premio Nobel María Corina Machado, que no tardará en regresar a Venezuela, pero en condiciones muy diferentes a las de su viaje a Oslo.


