El exmonarca español Juan Carlos I ha decidido hablar sin filtros. Lo ha hecho en una extensa entrevista con el diario francés Le Figaro, apenas unos días antes de la publicación de sus memorias, escritas junto a la historiadora Laurence Debray. Desde su residencia en Abu Dabi, el rey emérito se muestra decidido a recuperar “el relato de su vida” y ofrecer su versión de los hechos tras años de silencio, escándalos y exilio. “Tengo la sensación de que me han robado el relato de mi vida. Quiero recuperarlo”, confiesa.
La entrevista, que coincide con el lanzamiento de su esperado libro, revela no solo su visión sobre los momentos más tensos de su reinado, sino también su vida actual en Emiratos Árabes, marcada por la soledad, los recuerdos y una sensación de distancia respecto a España y su familia.
Una vida en Abu Dabi entre la nostalgia y el aislamiento
Le Figaro describe a Juan Carlos I viviendo en una lujosa residencia de Abu Dabi, rodeado de olivos traídos desde España y obras de arte que evocan su país. Sin embargo, el periódico subraya que se trata de una vida “cada vez menos provisional”, alejada del trono y del contacto constante con los suyos.
El rey emérito, que sufre problemas de movilidad, pasa buena parte del tiempo en reposo, aunque mantiene su pasión por la vela y las regatas, especialmente en sus visitas a Sanxenxo, donde compite con su emblemático barco ‘El Bribón’.

El medio francés destaca la soledad que rodea a Juan Carlos I, acompañado únicamente por “un loro mudo con los colores rojo y amarillo de España”, símbolo de un rey que vive exiliado y marcado por el silencio. Desde su partida en 2020, apenas ha visto a la reina Sofía y mantiene escasos encuentros con su hijo, el rey Felipe VI. Solo Froilán, su nieto, reside también en Abu Dabi y le visita con frecuencia.
Las sombras de su reinado: Botsuana, Arabia Saudí y Corinna Larsen
En la entrevista, Juan Carlos I no esquiva los episodios más controvertidos de su vida pública. Admite que aceptar los cien millones de dólares del rey de Arabia Saudí fue “un grave error” y se refiere al escándalo de Botsuana como “un error estúpido”. La cacería de elefantes en 2012, ocurrida en plena crisis económica, supuso el principio del fin de su popularidad y un golpe casi irreversible para la monarquía.
Respecto a su relación con Corinna Larsen, Juan Carlos I lamenta que se convirtiera en un asunto judicial y mediático: “Una relación privada nunca debería haber tenido consecuencias públicas tan desproporcionadas”. El caso fue finalmente archivado, pero su impacto sigue pesando sobre su figura y su vínculo con la Casa Real. El rey emérito reconoce que “fue un gran error” haber aceptado regalos o comportamientos impropios de un jefe de Estado.
“Me marché para proteger a mi hijo”
Juan Carlos I asegura que su marcha de España en 2020 fue un acto de protección hacia el actual monarca. “Lo hice por protegerle”, dice sobre Felipe VI, explicando que pensó que su estancia en Abu Dabi sería temporal. Han pasado ya más de cuatro años. Según Le Figaro, el vínculo entre padre e hijo está “roto”. Sin embargo, mantiene la esperanza de regresar algún día a su país.

El propio rey emérito afirma que eligió un destino lejano para evitar la persecución mediática: “Para ayudar a mi hijo, busqué un lugar donde los periodistas de mi país no pudieran encontrarme fácilmente”. Llega incluso a bromear con el periodista francés: “La última vez que vino un periodista español, ¡las autoridades locales lo metieron en la cárcel! Tuve que intervenir para que lo soltaran”.
Juan Carlos I y el valor de la Transición
Más allá de los escándalos, las memorias de Juan Carlos I reivindican su papel en la Transición democrática española. Considera que el rey debe servir “para equilibrar y templar” en tiempos de crisis, recordando que durante aquellos años supo dialogar “con todas las sensibilidades políticas, incluso con quienes tenían sangre en las manos”.
Relata su comunicación secreta con el líder comunista Santiago Carrillo a través de Nicolae Ceaușescu. “No desencadenen una guerra civil tras la muerte de Franco, denme tiempo para legalizarlos”, pidió el monarca. Ese pacto permitió la legalización del Partido Comunista en 1977. Un momento decisivo para la democracia.
En la entrevista también reflexiona sobre Franco, evitando tanto la condena como la glorificación: “¿Por qué mentir, si fue una persona que me hizo rey, y lo hizo para crear un régimen más abierto?”. Admite que durante dos años concentró todos los poderes del Estado y que se sintió bajo una presión constante. “Si me hubiera negado a firmar una pena de muerte, me habrían derrocado”, confiesa.
El 23F y las traiciones del poder
Uno de los capítulos más extensos de su libro está dedicado al golpe de Estado del 23F. Un episodio que Juan Carlos I recuerda con precisión y amargura. Habla abiertamente de la traición del general Alfonso Armada, su antiguo hombre de confianza. “No hubo un solo golpe, sino tres: el de Tejero, el de Armada y el de los políticos cercanos al franquismo”, afirma. Vestido de capitán general, el monarca se dirigió entonces al país por televisión para exigir la lealtad del Ejército y defender la legalidad democrática.

Aquel momento, asegura, marcó su reinado y su vida. Pero hoy lamenta la pérdida del “espíritu de la Transición” y critica la deriva del clima político actual: “Fue una época en la que incluso la izquierda respetaba las instituciones del Estado. Lamento que ese espíritu se haya perdido en detrimento de España”.

